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Soy* y su familia, provenientes de Laos, conocieron a Cristo. La joven dice: “Después de entregarle mi vida al Señor, asistía a los servicios de adoración todos los domingos en una pequeña choza en medio de un campo de arroz. Ese era el único lugar seguro donde podíamos adorar”. Después de un mes de reuniones sin interrupciones, apareció el jefe del pueblo y exigió que los cristianos dejaran su fe, ya que el pueblo no cree en Jesús. Pero los cristianos se negaron rotundamente. Sabían que no estaban haciendo nada malo.
Sin embargo, el domingo siguiente, el jefe de la aldea se unió a los jefes de otras aldeas cercanas para monitorear a la iglesia y reportar las actividades a la policía. “Estábamos reunidos en la choza cuando de repente entraron siete policías, cuatro jefes de aldea (incluyendo el nuestro) y varios vecinos para presionarnos a negar nuestra fe”.
Por segunda vez, se negaron. “No dejaremos de creer en Dios y adorarlo. Si quieren arrestarnos por esto, adelante”, les dijimos. La policía y los jefes de aldea nos esperaron hasta que terminamos el servicio. Rodearon todos los rincones para asegurarse de que nadie escapara y nos obligaron a subir a un vehículo. A todos los llevaron directo a la cárcel de otra provincia. La prisión estaba rodeada de grandes muros y alambre de púas”.
Soy admite que no sabía ningún pasaje de la Biblia en ese momento o canciones para cantar en su celda que la hubieran consolado. “Todavía no tenía mucho conocimiento de la Biblia. Ella era solo una cristiana recién convertida. Todo lo que hice fue llorar los primeros días en la celda. Solo quería irme para casa”.
Pero su tía, quien también fue detenida, dijo: “No te preocupes, estaremos bien porque no hicimos nada malo. Nos liberarán pronto”. La paz y la confianza en las palabras de su tía consolaron a Soy. Pronto, comenzaron a compartir el evangelio con otros reclusos en su celda. Al final, su tía tenía razón, después de todo, poco después fueran liberados.
Determinación para resistir
“En la mañana del sexto día de prisión, la policía nos presionó para que firmáramos documentos en los que negábamos nuestra fe. Fui con mi tía, Dijeron: El cristianismo no es una buena religión, así que deja de practicarlo. No queremos que esta religión se extienda en nuestra área, si firmas este documento y aceptas renunciar a tu fe, te dejaremos ir a casa hoy".
Por mucha presión que ejercieron sobre Soy y su tía, se negaron a firmar el papel. Y sucedió lo inesperado. “Una hora después, se llevaron los documentos y proporcionaron los papeles para nuestra liberación. Nos fuimos a casa ese día”.
Los 14 cristianos, incluidas Soy y su tía, fueron liberados ese día. La fuerte fe en Dios les dio el valor para resistir la presión de abandonarlo, y Dios demostró ser fiel.
Sin embargo, la alegría de la liberación terminó cuando Soy llegó a casa.
“Los aldeanos me miraban raro y nadie quería hablar conmigo. Cuando iba a la escuela, los maestros me ignoraban, mis amigos comenzaron a intimidarme, me sentí asustada, desesperanzada y sola”. Entonces, Soy se mudó fuera de la ciudad para continuar sus estudios, manteniéndose alejada de su hogar y su familia, pero allí encontró una nueva comunidad que la apoya y la ama.
“Estoy muy agradecida por la ayuda que recibí del pastor Sanguan*, quien atiende a estudiantes pobres o perseguidos por sus familias. Me dio un hogar y amigos. No me siento sola aquí.
Por el amor de Dios, recibí apoyo para comprar comida y pagar la escuela.
* Los nombres no son los verdaderos.
Oremos para que a estos hermanos el señor los mantenga firmes y llenos del Espíritu Santo de Dios.
Oremos para que el testimonio, gozo, y fe de estos hermanos, den fruto en los corazones de la gente del pueblo que por ahora los rechaza.
Oremos para que el Señor coloque más personas como el pastor Sanguan, para ayudar a los que más son afectados.
Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. (Mateo 5:11)
Fuente: Puertas Abiertas; Redaccíón: VM-Ar 7.11.2022
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