“Nunca arrebatarán a Cristo de mi corazón”
Porque muertos sois, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, nuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con Él en gloria. (Colosenses 3:3-4).
Con Cristo estoy juntamente crucificado; mas vivo, ya no yo, sino que Cristo vive en mí (Gálatas 2:20).
Li An, un cristiano chino encarcelado por su fe en Jesucristo, fue llevado a juicio después de una larga estadía en prisión. El siguiente interrogatorio se registró durante el juicio:
El fiscal preguntó con desprecio: ¿Todavía crees en el cristianismo?
Li An: No creo en el cristianismo.
El fiscal dijo con una sonrisa: ¡Finalmente, te hemos corregido!
Li An respondió: Nunca creí en el cristianismo, creo en Jesucristo.
El fiscal gritó: ¡No juegues con las palabras! El cristianismo y Jesucristo son lo mismo.
Li An: No es así, hay una gran diferencia.
El fiscal: ¿Qué quieres decir ?
Li An: La diferencia es que el cristianismo es una religión. Tiene iglesias, un conjunto de reglamentos, pastores y otros sirvientes. Puedes cerrar las iglesias, prohibir las reuniones, detener a los predicadores, pero Jesucristo vive en mi corazón. El es mi vida. Nunca podrás quitarme esto. Él está conmigo, siempre, incluso hoy en esta corte. ¿Cómo podría rechazar a Aquel que me salvó? Simplemente no puedo no creer en él.
Resumiendo podemos decir que es mejor ser cristiano en prisión que una persona religiosa fuera de la prisión. Y además, nadie puede separarnos del amor de Cristo. Él vive en nosotros y nos hace victoriosos dondequiera que estemos.
Fuente: La Buena Semilla; Redacción: VM-Ar
Mat 5:10: Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia; porque de ellos es el reino de los cielos.
Heb 13:3 Acordaos de los presos, como presos juntamente con ellos; y de los afligidos, como que también vosotros mismos estáis en el cuerpo.
Y seréis llevados ante reyes y gobernadores por causa de mí, para testimonio a ellos y a los gentiles. Mas cuando os entregaren, no os preocupéis de cómo o qué habéis de hablar; porque en aquella misma hora, os será dado lo que habéis de hablar.
Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros (Mateo 10:18-20).
¡No dejemos de orar por los perseguidos - y por la pureza de nuestra fe!