Devocionales

Levantado del polvo

 

Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás (Génesis 3:19).

El levanta del polvo al pobre, Y del muladar exalta al menesteroso, Para hacerle sentarse con príncipes y heredar un sitio de honor. Porque de Jehová son las columnas de la tierra, Y él afirmó sobre ellas el mundo (1 Samuel 2:8).

Como el padre se compadece de los hijos, Se compadece Jehová de los que le temen. 
Porque él conoce nuestra condición; Se acuerda de que somos polvo (Salmos 103:13, 14).

Esta mañana, un rayo de sol entró en mi habitación por una rendija de la persiana. En esta porción de luz flota una multitud de finas partículas de polvo. Mis pensamientos se dirigen a los versos de arriba. ¿No soy yo como una de estas partículas de polvo ante mi Creador?

 

Jesús supera todas mis expectativas 

Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él (1 Juan 4:16). 

Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna (Juan 6:68).

El Evangelio anuncia buenas noticias. He aquí algunas de ellas: 

Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí (Juan 14:6).

De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna (Juan 6:47). 

Mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna (Juan 4:14) y de nuevo, Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás (Juan 6:35).      

 

Imagen de Coalición

Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, para que no seamos esparcidos sobre la faz de toda la tierra (Génesis 11:4).

Así los esparció Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad (Génesis 11:8).

La historia de la Torre de Babel* ilustra el orgullo de los hombres y su deseo de manejarse sin Dios. Siempre los humanos han querido elevarse y ser como Dios. Así fue como Satanás engañó a Adán y Eva: "Seréis como Dios (o como dioses)", les dijo (Génesis 3:5).

Y si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él; o si un miembro es honrado, todos los miembros con él se regocijan. Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros en particular  (1 Corintios 12:26-27).

 

Cierto escritor dijo: "Me duele mi país". Expresaba el dolor y la vergüenza que sentía por las orientaciones incorporadas por los dirigentes de su país. Se identificó con su nación, se hizo uno con ella. De igual modo, por ejemplo, si tengo un esguince de rodilla, diré: "Me duele mi rodilla" y no: "La rodilla mía duele”. Simplemente porque mi rodilla y yo somos un mismo cuerpo. Es inimaginable que una parte de mi cuerpo sufra sin que yo sienta el dolor.

”Porque en otro tiempo erais tinieblas; mas ahora sois luz en el Señor: andad como hijos de luz” (Efesios 5:8).

”…no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios: porque muchos falsos profetas son salidos en el mundo” (1 Juan 4:1).

Halloween tiene su origen en un antiguo ritual anglosajón. Cada año, el 31 de octubre, los sacerdotes de una sociedad secreta de iniciación iban de casa en casa pidiendo ofrendas para su deidad, Samain, el señor de la muerte. Si alguien se negaba, proferían una amenaza aterradora "truco o trato" significando “maldición u ofrenda”. Cuando salían por la noche, se iluminaban con grandes nabos o calabazas ahuecadas y talladas en forma de calavera y huesos cruzados con una vela encendida. Estas pequeñas luces parpadeantes representaban el espíritu que realizaba sus maldiciones. 

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