Devocionales

 

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Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, para que no seamos esparcidos sobre la faz de toda la tierra (Génesis 11:4).

Así los esparció Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad (Génesis 11:8).

La historia de la Torre de Babel* ilustra el orgullo de los hombres y su deseo de manejarse sin Dios. Siempre los humanos han querido elevarse y ser como Dios. Así fue como Satanás engañó a Adán y Eva: "Seréis como Dios (o como dioses)", les dijo (Génesis 3:5).

Y si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él; o si un miembro es honrado, todos los miembros con él se regocijan. Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros en particular  (1 Corintios 12:26-27).

 

Cierto escritor dijo: "Me duele mi país". Expresaba el dolor y la vergüenza que sentía por las orientaciones incorporadas por los dirigentes de su país. Se identificó con su nación, se hizo uno con ella. De igual modo, por ejemplo, si tengo un esguince de rodilla, diré: "Me duele mi rodilla" y no: "La rodilla mía duele”. Simplemente porque mi rodilla y yo somos un mismo cuerpo. Es inimaginable que una parte de mi cuerpo sufra sin que yo sienta el dolor.

”Porque en otro tiempo erais tinieblas; mas ahora sois luz en el Señor: andad como hijos de luz” (Efesios 5:8).

”…no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios: porque muchos falsos profetas son salidos en el mundo” (1 Juan 4:1).

Halloween tiene su origen en un antiguo ritual anglosajón. Cada año, el 31 de octubre, los sacerdotes de una sociedad secreta de iniciación iban de casa en casa pidiendo ofrendas para su deidad, Samain, el señor de la muerte. Si alguien se negaba, proferían una amenaza aterradora "truco o trato" significando “maldición u ofrenda”. Cuando salían por la noche, se iluminaban con grandes nabos o calabazas ahuecadas y talladas en forma de calavera y huesos cruzados con una vela encendida. Estas pequeñas luces parpadeantes representaban el espíritu que realizaba sus maldiciones. 

Porque habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias; antes se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido; profesando ser sabios, se hicieron necios (Romanos 1:21, 22).

Cuando leemos el primer libro de la Biblia, “Génesis”, vemos las maravillas de la creación. Dios es el Creador. Creó con verdaderas palabras de poder (Génesis 1:3-29). Con respecto al ser humano, este relato dice con precisión: "[Dios] los creó macho y hembra”, es decir: ¡Hombre y mujer!

El hombre y la mujer fueron creados por Dios con el mismo valor, pero ellos no son idénticos. Hay diferencias esenciales entre ambos sexos formados por Dios.

¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho un poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra. 

Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies (Salmo 8:4-6).

Dios había dado al hombre la capacidad de gobernar la tierra: "llenad la tierra y sojuzgadla, y señoread sobre los peces del mar, y sobre las aves de los cielos y sobre todas las bestias que se mueven sobre la tierra" (Génesis 1:28). Sin embargo, el hombre fracasó en su misión al desobedecer a Dios, y la tierra se llenó de corrupción y de violencia. En aquel tiempo, en consecuencia, Dios tuvo que destruir el viejo mundo con el diluvio. Más tarde confió el gobierno a los reyes, muchos de los cuales abusaron de su poder. Algunos gobernantes, como el orgulloso Nabucodonosor, llegaron a exigir ser adorados como dioses, ocupando el lugar que sólo corresponde a Dios.

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