
Charlie Kirk - Mi Hermano
Por Yoe Suarez (Cubano en exilio) -September 11, 2025
Charlie tenía 18 años cuando se involucró en la política. Con 10.000 dólares, fundó lo que se convertiría en una de las organizaciones conservadoras más importantes de Estados Unidos: Turning Point (Punto de Inflexión) USA, clave en la histórica victoria de Trump en 2024.
Sin embargo, en el camino supo construir lo más importante: un matrimonio y una familia. Cuando escuché (ayer, 10.9.2025) sobre el atentado, lo único en lo que podía pensar era en todas las noches en que sus hijos se quedarían sin su beso de buenas noches, y en cómo su esposa tendría que decirles que su padre se había ido porque alguien odiaba tanto su inteligencia que le disparó en el cuello.
El video de aquel último segundo es impactante. Charlie habla, retira el micrófono de sus labios, y su cuerpo se estremece, como alcanzado por un rayo. Hay sangre. Y su vida se escapa. Treinta y un años.
A esa edad, algunos analistas ya lo veían como el próximo líder del Comité Nacional Republicano, o incluso como un futuro presidente.
Lo que no admite duda es su liderazgo decisivo entre la juventud republicana actual, esa gran coalición que abarca desde los defensores de Make America Healthy Again (Hagamos que Estados Unidos vuelva a ser saludable), hasta libertarios y tradicionalistas.
Conocí sus videos a través de las redes sociales en Cuba, antes de exiliarme en 2022. Su defensa del derecho a la vida y de la libertad de expresión llegaba en un momento en que parecía terminar la Era del Hombre y comenzar la Era de los Orcos [Monstruos absurdos de la ficción de Tolkien y de la mitología pagana de Roma].
Muchos cubanos, sin acceso en la isla a materiales que no fueran socialistas, consumíamos su contenido, por ejemplo, el de plataformas como The Daily Wire y Prager U, con el fin de conocer un debate político que nos estaba prohibido bajo el totalitarismo. En el proceso, mejoramos nuestro inglés y nos conectamos con una parte del pensamiento occidental que ama la verdad y la libertad.
Charlie abrió camino entre la espesura de la selva política, cuando era políticamente incorrecto decir que Trump era un candidato digno de seguir, o que no todas las culturas comparten los mismos valores, o que amputar a menores en nombre de la ideología de género era un acto de maldad.
Fue un líder, uno de su generación. Lo insultaron con ataques personales, hostigaron a su familia y lo etiquetaron con los gastados calificativos de “nazi” o “fascista”; pero nunca le quitó el micrófono a nadie. Respondía con calma y con argumentos. Su serenidad lo convirtió en un ejemplo a seguir.
Era un hombre genuino. Recuerdo, en una de sus últimas presentaciones, cómo animaba a los jóvenes a aprender oficios con aplicación práctica, a leer por su cuenta, a pensar críticamente, a liberarse del embudo ideológico en que se habían convertido las universidades de tendencia izquierdista. Recuerdo cómo mencionó que, una década atrás, había luchado contra la adicción a la pornografía. Esa sinceridad, esa franqueza de hablar como un hermano, le ganó la confianza de gran parte de la Generación Z (personas nacidas entre 1990 y 2010).
A comienzos de este año (2025), mientras trabajaba en la Florida International University, fui testigo de la organización y la pasión del capítulo de Turning Point USA, que promovía un evento sobre los peligros de la ideología de género en los deportes femeninos.
En sus inicios, Turning Point USA reunía audiencias lo suficientemente pequeñas como para llenar una sala modesta; para 2025, cuenta con más de 1.300 capítulos en campus universitarios de los 50 estados. En su última aparición con la organización, Charlie llenó lo que parecía un anfiteatro (un espacio que comprometía su seguridad, al dejarlo en una posición baja y expuesta) en la Utah Valley University, con miles de personas. Algunas de sus últimas palabras allí fueron en defensa de la verdad histórica de Jesucristo.
Charlie se suma a la larga lista de mártires que, por promover valores y principios cristianos en la esfera pública, caen a manos de radicales.
También se une a la creciente lista de actos violentos contra líderes de alto perfil del espectro político de derecha en lo que va de siglo: desde Jair Bolsonaro (Brasil), Fernando Villavicencio (Ecuador), Shinzo Abe (Japón), Donald Trump, hasta Miguel Uribe (Colombia), entre otros.
¿Volverán los hábitos del asesinato político que ensangrentaron a Estados Unidos entre las décadas de 1960 y 1970? Esperemos que no. Esperemos que las autoridades no teman castigar a quienes juegan a ser asesinos.
Charlie murió defendiendo lo que amaba: los cimientos [cristianos] de Occidente que hacen de esta la civilización más próspera y libre que ha visto el planeta: la libertad de expresión y la fe en el Dios bíblico.
Con gracia, fuerza e inteligencia, rompió el patrón de censura impuesto por el “wokeísmo” en las universidades, abriendo micrófonos en campus de todo el país.
Los grandes medios lo odiaban. CNN, apenas unos días antes de su asesinato, prácticamente lo había llamado racista por exigir justicia para la refugiada ucraniana Iryna Zarutska.
Esa misma tormenta mediática avivó la opinión pública y sirvió de marco lógico para la permisividad en los intentos de acabar con la vida de Trump en varias ocasiones durante las elecciones presidenciales.
Lo ocurrido el pasado 10 de septiembre (2025) podría cambiar peligrosamente la forma en que entendemos el uso del espacio público en una sociedad democrática. ¿Cuántos, como Charlie, que debaten al aire libre, considerarán realizar eventos más pequeños y cerrados? ¿Cuántos preferirán —por un temor no infundado— guardar silencio? ¿Cuántos miles de dólares adicionales costará, al contratar empresas privadas de seguridad, organizar un evento donde los ciudadanos puedan ejercer su derecho constitucional a la libre expresión?
Cuando supe que Charlie había sido asesinado, me estremecí. Porque Charlie era un símbolo —uno grande, sin duda—. Charlie fue asesinado por sus ideas políticas, ideas compartidas por millones de estadounidenses, cubanos en el exilio y en la resistencia, y por personas en todo el mundo. [Charlie no sólo fue asesinado por sus ideas políticas sino por su firme defensa de la moral cristianoa y los principios biblicos]
La bala que atravesó el cuerpo delgado de Charlie iba dirigida a los jóvenes que sonreían y lo aplaudían en la Utah Valley University, a mí, y tal vez a ti, que estás leyendo esto. No hay justificación para que una dictadura minoritaria convierta este país en un lugar donde sus ciudadanos vivan con miedo de hablar y debatir; no hay razón para que una minoría dictatorial silencie las voces de quienes aman la libertad [y a Jesucristo].
Fuente: https://washingtonstand.com/article/kirk-mi-hermano
Redacción: VM-Ar, 16.11.2025 – las palabras entre corchetes fueron agregados por la redacción.
Reflexion:
La historia de Charlie Kirk nos toca el corazón porque nos recuerda que seguir a Cristo y decir la verdad no siempre es fácil. Él fue un hombre que habló con valentía sobre Dios, la libertad y los valores cristianos que hoy muchos prefieren callar. No buscó agradar a la gente, sino quería ser fiel a lo que él creía. Su muerte duele, pero también nos deja una enseñanza: vale la pena mantenerse firme, aunque el precio sea muy alto.
Jesús nos advirtió que esto podía pasar. Dijo: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.” (Juan 16:33). Estas palabras nos recuerdan que, aunque haya dolor y persecución, la victoria ya está en las manos de Cristo. Y también nos anima lo que Él dijo en Mateo 5:10: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.”
Charlie fue una de esas personas que no se dejó callar por miedo. Habló con firmeza, pero también con respeto. Su vida nos desafía a no escondernos, a no callar cuando el mundo quiere imponer silencio. En tiempos difíciles, Dios sigue llamando a hombres y mujeres valientes que defiendan la verdad con amor y esperanza.
Aunque su voz fue apagada por la violencia, su mensaje sigue vivo. La verdad no muere, porque viene de Dios. Y cuando alguien entrega su vida por ella, deja una huella que inspira a otros a levantarse, a creer y a seguir luchando por lo que es justo y bueno.
Debemos reconocer también que Charlie no era perfecto. Con sus 31 años aún le faltó mucho conocimiento sobres aspectos importantes y sobre trasfondos oscuros.
Oremos por todos los hermanos quienes, como Charlie, defienden la verdad con fe y valentía. Que Dios los fortalezca, los proteja y les dé sabiduría para hablar con amor. Y que su ejemplo despierte en nosotros el deseo de vivir y testificar con la misma firmeza, confiando en que la luz de Cristo siempre vence a la oscuridad.
Oremos por su viuda, Erica, y por todo el equipo de Charlie para que crezcan en la fe biblica y que busquen siempre la pura y perfecta voluntad de Dios. Que reciban consuelo y nuevas fuerzas ella, sus hijos y a todos los que lo amaban.
Oremos para que este despertar no se apague, que se extienda a muchos otros países y que no se deje infiltrar por el enemigo de las almas – Satán.
Agradezcamos a Dios por las cientas y posiblemente miles de personas quienes después de este asesinato han comenzado a leer la Biblia y se han convertido.