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¡No tendrás dioses ajenos!
Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mí (Éxodo 20:2-3).
Porque todos los dioses de los pueblos son ídolos; pero Jehová hizo los cielos (Salmo 96:5).
El pueblo de Dios (los descendientes de Abraham) había sido cautivo en Egipto bajo la opresión del Faraón. Eran esclavos duramente explotados, que estaban llenos de amargura; y angustiados por un decreto del Faraón de matar a todos los hijos varones recién nacidos. Dios vio su angustia en esta situación desesperada e intervino para librarlos por medio de milagros extraordinarios bajo el liderazgo de Moisés.