Se puede ver en Roma, en el Foro, las ruinas de un calabozo donde los prisioneros de los emperadores pasaron sus últimas horas antes de la ejecución. Aún hoy se puede ver un fragmento de la cadena que los unía a una columna de hierro. Para un cristiano, esta mazmorra era probablemente la última etapa antes de entrar en el reposo cerca de Jesús.
Ellos dieron su vida por amor a su Señor, su Maestro. Pero Jesús les había amado primero: Nosotros le amamos porque Él nos amó primero (1 Juan 4:19). Él dio su vida por nosotros mientras éramos pecadores, impíos.
Estos creyentes sufrieron en las prisiones, en las arenas, en las hogueras, pero ya no llevaban el peso del pecado que pesa sobre la conciencia: su Salvador había expiado este pecado. Fueron sostenidos por el sentimiento de aprobación de su Señor. Ellos tuvieron ante sí la perspectiva de estar con Él, a la espera de Su reino, cuando toda rodilla se doblará en Su presencia.
Ellos son mártires (testigos), pero Jesucristo es el Salvador. Ellos son discípulos, pero Jesucristo es el maestro. Estos hombres y mujeres de fe son testigos seguidores de Él, Jesús, el gran testigo perfecto. Él era [y es] Dios, y Él sufrió como el único Justo, el tormento de un mártir (testigo). Sin embargo, durante las tres horas de oscuridad de la crucifixión sufrió, además, la ira y el castigo de Dios por nuestros pecados. Su sacrificio redentor ha respondido a la ofensa a Dios por el pecado del hombre culpable. Tenemos a aquellos fieles [mártires] de todos los tiempos en la más alta estima, pero adoramos al único que es digno de adoración, a Jesús, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. (Hebreos 12:1,2)
Fuente: La Buena Semilla; Redacción: VM-Ar
* Recordemos que la palabra mártir proviene del griego y significa testigo. Se refiere en primer lugar a una persona que vio o escuchó algo que luego reporta a otros. Hechos 1:8 es la cita clásica en la que esta palabra aparece: Mas recibiréis la virtud del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros; y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, y Samaria, y hasta lo último de la tierra. Recién en segundo plano está el hecho de que muchos testigos hasta el día de hoy sufren persecución, maltrato y muerte por su firme testimonio.
El texto clásico de la Voz de los Mártires, Hebreos 13:3: Acordaos de los presos, como si estuvierais presos juntamente con ellos; y de los maltratados, como que también vosotros mismos estuvierais en el cuerpo, nos anima a orar por los que sufren a causa de su testimonio cristiano. ¡Hagámoslo! Hoy en día, a manos de musulmanes que siguen las enseñanzas del Corán, su libro sagrado, hay más cristianos perseguidos (y más brutalmente) que durante el tiempo del comunismo anticristiano. Y no nos olvidemos: el comunismo no ha terminado, sigue persiguiendo a nuestros hermanos en China, Corea del Norte, y también en algunos otros lugares donde actúa más camufladamente.
Hijitos, ya es el último tiempo; y como vosotros habéis oído que el anticristo ha de venir, así también al presente hay muchos anticristos; por lo cual sabemos que es el último tiempo (1Jn. 2:18).
¡Permanezcamos en oración! (Rom. 8:35-39)