Por qué no celebro Janucá

Antes que nada, queremos desearles a todos nuestros lectores, unas felices y bendecidas fiestas.

 

Por qué no celebro Janucá.

1. Porque está basado en un mito fabricado.

Según la historia, después de que los macabeos expulsaron a los seléucidas griegos, rededicaron el segundo templo en el año 164 a. C., ya que Antíoco IV lo había profanado con ritos paganos y sacrificios impuros. Se necesitaba aceite de oliva puro para encender el candelabro de siete brazos, sin embargo, solo había suficiente para arder por un día. "Milagrosamente", ardió durante ocho días completos, hasta que se pudo preparar aceite nuevo. Suena maravilloso: ¿cuál es el problema? Los libros 1 y 2 de Macabeos, parte de la Septuaginta, las fuentes más antiguas de esta historia (siglos I-II a. C.), no mencionan el milagro de la iluminación. El historiador judío Josefo, contemporáneo de Pablo, vuelve a contar la historia en el siglo I y tampoco menciona ningún milagro relacionado con el aceite. La Mishná, escrita en el siglo III d. C., también menciona la historia, pero tampoco hace referencia a ningún milagro relacionado con el aceite. El milagro del aceite aparece siglos más tarde en el Talmud Babilónico (Shabat 21b), compilado aproximadamente 700 años después de los hechos.

Esa es la primera referencia al milagro de Janucá. Claramente, era una adición rabínica medieval. No hubo ningún «milagro de la lámpara de aceite» de Janucá.

2. Porque durante esta fiesta los judíos intentaron apedrear al Mesías, Jesús nuestro Señor. 

El Apóstol San Juan nos narra que, durante la celebración de esta fiesta, Jesús se paseaba por el templo. Fue ahí, que, en una discusión con los judíos, Cristo revela Su divinidad: "Yo y el Padre uno somos" (Juan 10:30). Inmediatamente, los judíos tomaron piedras para lapidar a Cristo, pero como aún no era el tiempo, "Jesús se les escapó de entre las manos" (v. 39). Nada en el texto nos indica que Cristo estaba "celebrando Janucá", como a algunos judaizantes les gusta afirmar. Todo en el texto nos dice que Jesús estaba ahí precisamente para desafiar la incredulidad de los judíos, declarando que era Dios manifestado, precisamente lo que Antíoco IV un siglo y medio antes se había autodenominado, «Epífanes» (una manifestación divina). Pero Jesús, a diferencia de Antíoco, era verdaderamente el Hijo de Dios encarnado.  

3. Porque esto consagra lo que Cristo destruyó. 

Janucá celebra la dedicación del segundo templo, el mismo templo que Jesús vino a destruir (Mateo 24:2). ¿Y por qué lo destruyó? Porque Él estaba por construir el glorioso y tercer Templo de alcance universal: Su cuerpo, que es LA IGLESIA (Juan 2:21). Cristo cumplió la Ley mosaica, que requería de un templo localizado, un sacerdocio levítico y sacrificios de animales: todas figuras que apuntaban a la obra perfecta de expiación del Mesías. Una vez que Jesús apareció y cumplió Su obra de expiación con Su muerte y resurrección, estas sombras se volvieron obsoletas. Volver a esas sombras y añorar un templo físico antiguo, es escupir sobre la obra perfecta de Cristo: solo los incrédulos blasfemos se glorían en estas cosas, jamás los Cristianos. 

4. Porque pretende socavar la Navidad, que celebra la divinidad de Cristo. 

Dianne Ashton en su libro, Hanukkah in America (2013), describe como Janúca era una festividad judía relativamente menor y no obligatoria (ya que no se basa en la Torá), que solo en los últimos 200 años evolucionó hasta convertirse en una celebración que rivaliza con la Navidad. Fue todo por diseño de los rabinos. A finales del siglo XX, organizaciones judías como el Congreso Judío Estadounidense (American Jewish Congress, AJC), Liga Antidifamación (Anti-Defamation League, ADL), Comité Judío Estadounidense (American Jewish Committee, AJC) entre otras junto con la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (American Civil Liberties Union, ACLU), iniciaron numerosos litigios con el fin de criminalizar la exhibición de pesebres en propiedades públicas. Esto culminó en el histórico caso de la Corte Suprema, Condado de Allegheny contra ACLU de Greater Pittsburgh (1989), que dictaminó que los pesebres por sí solos en terrenos públicos constituyen una violación constitucional, mientras que las lámparas de Janucá no lo son. Es por esto que en la mayoría de los países occidentales secularizados (por diseño), podrás encontrar grandes januquiás en lugares públicos, acompañadas de grandes celebraciones a las que asisten políticos y jefes de Estado, pero rara vez verás un pesebre. De nuevo: es intencional, hay una verdadera guerra contra todo lo Cristiano en la cultura.  

¿Por qué la guerra contra la Navidad? Sencillo: por la misma razón que aquellos antiguos judíos intentaron lapidar a Jesús durante Janucá: porque repudian la divinidad de Cristo.  

Así que, por estas razones, me niego rotundamente a participar en esta fiesta mítica judaica. Yo celebro a Cristo, Su eterna divinidad y Su verdadera humanidad; Su muerte y resurrección. Él es el Verbo de Dios encarnado. 

Concluimos con esta advertencia del Apóstol Pablo: 

Porque hay muchos contumaces (rebeldes), y habladores de vanidad y engañadores, mayormente los que son de la circuncisión, a los cuales es preciso tapar la boca, que trastornan casas enteras, enseñando por ganancia deshonesta lo que no conviene. Este testimonio es verdadero; por tanto, repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe, no atendiendo a fábulas judaicas, y a mandamientos de hombres que se apartan de la verdad.

Todas las cosas son puras para los puros; mas para los corrompidos e incrédulos nada es puro; pues aun su mente y su conciencia están corrompidas. Profesan conocer a Dios, mas con sus hechos lo niegan; siendo abominables y rebeldes, y reprobados para toda buena obra. (Tito 1:10-11 y 13-16)

Iglesia de Jesucristo:

¡No tengáis comunión con los incrédulos!
¡Resistid las fábulas judaicas!

Entienda quién pueda...

Fuente: Joshua Enior Jiménez; Redacción: VM-Ar21.12.2025

No olvidemos lo que Jesucristo dijo a los líderes religiosos de su tiempo mientras estuvo en la tierra. 

En Mateo 23 encontramos en seis ocasiones la expresión: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!”. Todo este capítulo constituye un discurso especialmente duro contra la religiosidad de los dirigentes judíos. 

De manera similar, en Juan 8 Jesús se expresa con gran firmeza contra ellos cuando afirma: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo (Juan 8:44). 

Cristo no es una tradición religiosa más, sino el cumplimiento total y definitivo de toda sombra antigua. El templo, las fiestas y los ritos tenían sentido solo en cuanto apuntaban a Él. Una vez manifestada la realidad, volver a las sombras es negar en los hechos la suficiencia de Cristo. 

Jesús no vino a preservar templos ni celebraciones humanas, sino a establecer Su Reino eterno por medio de Su muerte y resurrección. Él es la verdadera Luz del mundo; fuera de Él no hay plenitud, solo figuras pasajeras. 

Los retos de Mateo 23, Juan 8, y muchas otras citas también, debemos aplicar a unos cuantos líderes cristianos, tanto históricos como de la actualidad, quienes han resucitado costumbres obsoletas del Antiguo Testamento en vez de orientarse integralmente en las enseñanzas de Jesucristo y de los apóstoles del Nuevo Testamento. En resumen, debemos volver a ser discípulos (alumnos) y seguidores del Rey de Reyes, nuestro Salvador – y no solo simples “cristianos”.

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