Porque habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias; antes se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido; profesando ser sabios, se hicieron necios (Romanos 1:21, 22).
Cuando leemos el primer libro de la Biblia, “Génesis”, vemos las maravillas de la creación. Dios es el Creador. Creó con verdaderas palabras de poder (Génesis 1:3-29). Con respecto al ser humano, este relato dice con precisión: "[Dios] los creó macho y hembra”, es decir: ¡Hombre y mujer!
El hombre y la mujer fueron creados por Dios con el mismo valor, pero ellos no son idénticos. Hay diferencias esenciales entre ambos sexos formados por Dios.
Los dos están constituidos con espíritu, alma y cuerpo, pero Dios los hizo diferentes en estas tres áreas, por ejemplo en cuanto a sus emociones o respectivas responsabilidades. Y una inversión de los papeles del hombre y la mujer sólo puede tener consecuencias negativas.
En el matrimonio, el hombre y la mujer se unen, con la posibilidad de concebir hijos, los cuales deben encontrar una sana comunidad de vida, amor y apoyo mutuo. Esta unidad, que atañe al espíritu, al alma y al cuerpo, no afecta las diferencias que Dios ha establecido entre los sexos. La pareja florece en esta unidad y complementariedad.
El creyente que comprende la grandeza, la sabiduría y el amor de Dios en la creación, se aferra a estos fundamentos. El papel de cada uno es transmitir estas bases fundamentales a sus hijos. Esta es la manera de escapar del engaño y seducciones de este mundo. Lo contrario sucede cuando uno se aleja de las instrucciones de Dios que encontramos en la Biblia.
Oremos por las familias en general, para que nuestros ojos sean abiertos frente este diseño anti Dios que se está expandiendo en la sociedad.
Oremos para que especialmente los padres creyentes sigan firmes enseñando a sus hijos la verdad sobre el hombre y la mujer que Dios creo.
Oremos para que Dios nos de sabiduría para enfrentar toda esta oleada anti familia que crece día a día en la sociedad, que podamos ser luz ante tanta oscuridad y auténticos testigos de Jesucristo.
Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes (Deuteronomio 6:6-7).
Instruye al niño en su camino, Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él. (Proverbios 22:6).
Fuente: La Buena Semilla, fr., 14.10.2022; Redacción: VM-ar
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