¡Cuando la ciencia ficción deja de ser ficción!

El mundo en el que vivimos hoy en día enfrenta muchas amenazas diferentes. Una amenaza que el ciudadano promedio, por lo general, no tiene en cuenta, es la posibilidad de que nuestro futuro sea dominado por una tecnología invasiva que anteriormente sólo existía en las mentes de los escritores de ciencia ficción. El rápido desarrollo de la robótica y de la inteligencia artificial se tornó una causa de no poca preocupación para algunos científicos, que creen que la raza humana pueda algún día perder el control sobre su propia tecnología.

Una organización recientemente fundada y conocida como el Instituto del Futuro de la Vida (FLI, por sus siglas en inglés) enfatizó dicha preocupación mediante una carta abierta publicada en enero de 2015. “Debido al enorme potencial de la IA (inteligencia artificial), es importante investigar cómo aprovechar sus beneficios, evitando sus potenciales trampas. Nuestros sistemas de IA deben hacer lo que nosotros queremos que hagan”, dice la carta que fue firmada por personas notables como Elon Musk, Stephen Hawking, y decenas de otros científicos más (1).

En el ínterin, los investigadores en Japón continuaron perfeccionando su tecnología robótica hasta tal punto que dos robots - que se parecen a humanos - dieron una conferencia de prensa en Tokio. En este evento, estos robots, conocidos como Kodomoroid y Otonaroid, presentaron otros robots nuevos que fueron desarrollados recientemente. En la conferencia, CommU, un robot semejante a un bebé, le dijo a Otonaroid: “podemos dialogar con mucha naturalidad, a pesar de que es algo difícil de hacer” (2). Anunciaron también que la firma japonesa Komatsu está planeando el uso de aviones y excavadoras robóticas para realizar los trabajos iniciales  en futuras obras de construcción (3).

Mientras que la vida de los seres humanos se entreteje cada vez más con la tecnología moderna, el presidente ejecutivo de Google, Eric Schmidt, cree que los seres humanos y la tecnología muy pronto serán uno. “Sencillamente contestaré, que el Internet desaparecerá. Habrá tantas direcciones IP…, tantos dispositivos, sensores, cosas que usted llevará puestas, cosas con las que interactuará, de tal forma que ni siquiera se dará cuenta. Será parte de su vida permanentemente. Imagínense que entra en una habitación y la habitación es dinámica. Con su permiso y todo eso usted estará interactuando con las cosas que se encuentran en la habitación”, dijo Schmidt. Luego concluyó, “Está naciendo un mundo altamente personalizado, altamente interactivo y muy, muy interesante” (4). De más está decir que, en el mundo que Schmidt describe, no existirá la privacidad. Creo que lo que en verdad describe es un sistema de bestias, en el que el hombre y las máquinas están irrevocablemente conectados, y que podría convertirse en un sistema en el que los que forman parte de él, no podrán desconectarse, aunque lo deseen.

Agradecimientos
1. Financial Times, 12 de enero de 2015, por Tim Bradshaw, San Francisco, CA, http://ft.com.
2. TechWorld, 20 de enero de 2015, por Tim Hornyak, http://techworld.com.au.
3. The Wall Street Journal, 20 de enero de 2015, por Jack Nicas, http://wsj.com.
4. 
The Hollywood Reporter, 22 de enero de 22, por Georg Szalai, http://hollywoodreporter.com.

Fuente: Last Trumpet Newsletter 2-2015: When Science Fiction Is No Longer Fiction; Redacción: VM-Ar

Alzad a los cielos vuestros ojos, y mirad abajo a la tierra; porque los cielos serán deshechos como humo, y la tierra se envejecerá como ropa de vestir, y de la misma manera perecerán sus moradores; pero mi salvación será para siempre, mi justicia no perecerá (Isaías 51:6).

Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras (Tito 2:11-14).

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