La rana hirviendo
Raymond Ibrahim
La analogía de la rana que hierve lentamente es una de las formas más claras de entender cómo el sentido común y la moral han sido subvertidos sin que muchos lo noten.
Aquí tenemos una definición estándar:
La rana hirviendo es una fábula que describe a una rana siendo hervida viva y lentamente. La premisa es que, si una rana es lanzada repentinamente al agua hirviendo, saltará de inmediato fuera de la olla, pero si se la coloca en agua tibia que luego se lleva lentamente a ebullición, no percibirá el peligro y morirá cocida. Esta historia se usa a menudo como una metáfora para describir la incapacidad o falta de voluntad de las personas para reaccionar ante amenazas siniestras que surgen gradualmente en lugar de súbitamente... La historia de La rana hirviendo se ofrece generalmente como una advertencia metafórica para que las personas estén atentas incluso a los cambios graduales, no sea que sufran consecuencias indeseables, incluso irreparables. Esta analogía puede ser invocada como apoyo a un argumento de pendiente resbaladiza, en advertencia contra una normalización progresiva... El término “síndrome de La rana hirviendo” es una metáfora que describe la falta de acción frente a una situación problemática que aumentará en gravedad hasta alcanzar proporciones catastróficas.
Tomemos, por ejemplo, la depravación sexual, que hoy en día es ampliamente aceptada, si no celebrada. Es un subproducto total del síndrome de La rana hirviendo.
Érase una vez en América y en Europa también:
Las generaciones más jóvenes tal vez no lo sepan, pero hace décadas cosas que hoy se dan por sentadas, como la promiscuidad (“apertura sexual”) o el sexo fuera del matrimonio, eran fuertemente desaprobadas, como aún lo son en algunas partes del mundo.
Ni hablar de la homosexualidad: en los años 50 y 60 del siglo pasado esto era anatema. Se estaba advirtiendo generalmente sobre “los peligros de la homosexualidad”, describiéndola como “una enfermedad mental”.
Más de una década después, en 1966, un detective de policía utilizó un auditorio lleno de escolares para dar una charla contra la homosexualidad. En su intento por advertir a estos jóvenes impresionables, dijo que si alguno estaba experimentando con eso:
“Será mejor que paren, ya. Porque uno de cada tres de ustedes se volverá maricón. Y si los atrapamos involucrados con un homosexual, sus padres serán los primeros en enterarse. Y los atraparemos; no crean que no. Porque esto es algo con lo que no se puede salir impune. Esto es algo que, si no los atrapamos nosotros, se atraparán ustedes mismos, y el resto de su vida será un infierno viviente.”
Entonces, ¿cómo pasamos de ese punto —en el que las autoridades advertían activamente a los niños de que la homosexualidad era una “enfermedad mental” que conduciría a un “infierno viviente” en la tierra— al punto en que se les permite ser seducidos abiertamente por los mismos depredadores contra los que el policía advertía: pedófilos disfrazados de mujeres (en “horas de cuentos drag queen” - Reina Travesti) que adoctrinan y confunden a los niños pequeños sobre su identidad sexual?
De hecho, ¿cómo llegamos al punto en el que formas de depravación sexual que podrían haber hecho sonrojar a un homosexual en los años 60 ahora se proclaman abiertamente desde los techos, al punto que debemos ser bombardeados con ellas durante todo el mes de junio? La última mutación de estas cosas es que hombres y mujeres pueden cambiar su género —y exigir que participes en sus ficciones bajo amenaza legal de un castigo.
Todo comenzó con los medios
Bueno, así no llegamos a este punto: Los que promueven la agenda sexualmente depravada, no comenzaron forzando el “transgenerismo” a la población. Eso habría fracasado de inmediato; habría sido como lanzar a la rana directamente al agua hirviendo, de la que habría saltado instintivamente al instante.
En cambio, el calor se fue subiendo de manera muy gradual, imperceptible. Los venerables y siempre confiables “científicos” —predecesores de los que trajeron la histeria del COVID y los mandatos de vacunación— comenzaron diciendo que la homosexualidad no era una “enfermedad mental”. Era, más bien, algo perfectamente normal. Solo los “fanáticos” y no ilustrados (entre los que obviamente no querrás ser contado) pensaban lo contrario. Además, todo lo que los homosexuales querían era ser tratados con dignidad y respeto —¿y quién podría oponerse a una petición tan aparentemente modesta?
Así, la homosexualidad fue legitimada y presentada bajo un nuevo conjunto de eufemismos: se la empezó a llamar “gay” (es decir, alegre), se la representó con un arcoíris hermoso e inocente (antiguamente símbolo infantil), y así sucesivamente.
Los medios, naturalmente, echaron una mano: durante toda la década de los 70, 80 y 90, personajes homosexuales —siempre presentados de forma simpática— comenzaron a aparecer cada vez más en películas, comedias televisivas y en la cultura pop en general.
Una vez que la homosexualidad fue normalizada y estandarizada en la sociedad estadounidense, el calor se subió un poco más, preparando a la rana para aceptar la siguiente forma, cada vez mayor, de licencia sexual, llevándonos a donde estamos hoy.
Una pérdida de tiempo necesaria
Obsérvese también el poder y eficacia de esta normalización progresiva. Para cuando se introduce un segundo hito (es decir, una segunda y mayor perversión) que empieza a generar controversia, el primero —ahora visto como una forma más leve, más “aceptable” en comparación con el segundo— se ha convertido en un hecho establecido e incuestionado en la sociedad de los distintos países.
Por ejemplo, la última locura que se está imponiendo, el transgenerismo, sigue siendo controvertido e inaceptable para muchos. Pero como el listón de la perversión se ha puesto tan bajo, cosas como la homosexualidad “estándar” se han vuelto absolutamente normales —y definitivamente preferibles al transgenerismo.
En otras palabras, la rana, al llegar a un nuevo punto de ebullición en las aguas del transgenerismo, empieza a añorar los “buenos viejos tiempos” en la olla, cuando la homosexualidad “estándar” parecía ideal.
Y así llegamos a la situación actual, donde algunos “conservadores”, e incluso no pocos cristianos se apresuran a apoyar la homosexualidad tolerando el “casamiento” dos hombres o dos mujeres, viéndolo como algo “normal”, algo que antes habían visto como una abominación. Pero para una rana que ha sido hervida lentamente, algunos grados menos de calor solo puede sentirlo como una gran “mejoría”.
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A partir de esto se entiende por qué las recientes ordenes ejecutivos de algunos presidentes y líderes, que reconocen la existencia de solo dos géneros humanos, resulta más como un motivo de vergüenza que una victoria. ¿Qué nación requiere que nada menos que su comandante en jefe pierda tiempo creando y haciendo cumplir “leyes” que cualquier niño pequeño ya sabe instintivamente?
Sin embargo, como hemos estado en plena ebullición en los últimos años —por el fomento y la promoción de la locura de género—, aprobar una orden ejecutiva que reconozca lo que cualquier niño ya sabe tanto, se siente como una gran victoria, porque representa un alivio en la ebullición infernal. Y por eso se agradece.
En realidad, deberíamos [orar,] esperar y exigir mucho más que eso.
Fuente en inglés, 16.4.2025: https://www.raymondibrahim.com/2025/04/16/the-american-boiling-frog/
Edición y adaptación: VM-Ar, 18.5.25
Oremos por discernimiento moral en la sociedad, para que las personas puedan reconocer la verdad, aun cuando los cambios culturales intenten distorsionarla.
Oremos también por los líderes y padres de familia, para que tengan sabiduría y valor al guiar a las nuevas generaciones en medio de la confusión moral y espiritual.
Oremos por aquellos que están atrapados en ideologías contrarias al diseño de Dios, para que encuentren libertad, identidad y propósito en Cristo.
Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aún sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío.
(Romanos 1:26-27)
¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; ¡que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!
(Isaías 5:20)
Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que, teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas.
(2 Timoteo 4:3-4)