Un terremoto es a menudo devastador. Golpea unos segundos, dejando poca o ninguna posibilidad de escapar. Y aun, si uno conoce las zonas de riesgo, no podemos predecir un terremoto o hacer algo contra sus efectos.
En la Biblia, Dios a veces utiliza este fenómeno de los terremotos para ejecutar su juicio. Coré y sus seguidores fueron tragados por la tierra, que se abrió bajo sus pies, cuando se rebelaron en contra de Moisés (Números 16). Los terremotos son también parte de los terribles acontecimientos - descritos en el libro de Apocalipsis (cap. 6: 12; 8:5; 11:13) - que sobrevendrán en la tierra. Dios nos muestra que será imposible intentar escapar de su ira, el día cuando su paciencia se haya terminado.
Pero Dios no sólo utiliza los terremotos para el juicio. Cuando Su Hijo murió en la cruz expiando nuestros pecados, justo en ese momento la tierra tembló, y Dios hizo salir de las tumbas a muchas personas que creyeron en él; demostrando de esta manera que la muerte había sido conquistada. Del mismo modo, Dios liberó a Pablo y a Silas soltando sus cadenas y abriendo delante de ellos la puerta de la prisión, por medio de un gran terremoto que sacudió los cimientos de la cárcel. (Hechos 16: 25-27).
Dios es soberano; y si Él se manifiesta ante los hombres por medio de tales desastres, es para transmitirles un mensaje. Por lo tanto, cuando Dios habla así, no permanezcamos indiferentes a sus advertencias. Puesto que estos hechos nos hacen pensar en la fragilidad de nuestra existencia, tomemos un tiempo para reflexionar. Aceptemos la Salvación que Dios nos ofrece aún hoy por medio de Jesucristo.
Para nosotros los cristianos: ¿no es esta también una oportunidad para ayudar?
Fuente: La Buena Semilla
“…La tierra fue conmovida y tembló; se conmovieron los cimientos de los montes, y se estremecieron, porque se indigno El…” (Salmos 18:7).
“…Y he aquí, el velo del templo se rasgo en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron…” (Mateo 27:51, 52)
Oremos por los afectados de los terremotos, tanto de Haití como de Chile.
Oremos para que muchos reconozcan la mano de Dios, se humillen delante de Él y que confíen en Jesucristo como el único camino para una verdadera salvación.