¿Está el mencionado proverbio bien arraigado en la mente de las personas?
Basta con mirar las filas de gente en algunos quioscos de periódicos en los días que se informan los resultados de los juegos de azar, para hacernos muchas preguntas.
Mientras el mundo nos da la impresión de una felicidad basada en el dinero y el éxito, la Biblia nos enseña la trampa que hay detrás: “Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (1 Timoteo 6:10).
Una parábola de Jesús (Lucas 12: 16-21) ilustra este versículo. Un hombre tenía muy buenas cosechas, y se dijo a si mismo: No tengo suficiente espacio para almacenarlas, voy a construir tiendas más grandes, y entonces puedo retirarme, para descansar y distraerme. Pero Dios le dijo: "¡Necio! Esta misma noche vienen a pedirte tu alma, y lo que has provisto, ¿de quién será?” Jesús concluye: “Así es el que hace para si tesoros, y no es rico para con Dios”.
Tanto el rico como el pobre pueden, igualmente, ser atrapados por la tentación del dinero, por el deseo de poseer cada vez más, y aún más que otros.
En contraste, Jesucristo, desde el pesebre hasta la cruz, no quería nada para sí mismo. ¿Cuál fue su motivo? "Cristo nos amó y se entregó por nosotros" (Efesios 5:2).
Vale la pena escuchar lo que Jesucristo dice: “Ningún siervo puede servir a dos señores, porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Lc. 16:13); y: “Donde está vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón” (Lucas 12:34).