Navidad

Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado; y el principado será sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz (Isaías 9:6).

Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor (Lucas 2:11).

Se supone que la Navidad recuerda el nacimiento de Jesucristo, cuya fecha en realidad se desconoce. La Navidad comenzó a celebrarse en Roma hacia el año 330, el día 25 de diciembre. Esta venía a sustituir a las celebraciones paganas del solsticio de invierno: en el Imperio Romano se celebraba el "renacimiento" del sol cuando los días volvían a alargarse [en el hemisferio norte].  El evangelista Lucas compara la venida de Jesús con el sol naciente que nos visita desde arriba (Lucas 1:78). De ahí la amalgama de esta fiesta del sol con el nacimiento de Jesús, que vino a iluminar nuestra noche.

Jesús es realmente la luz del mundo (Juan 8:12). Él mismo lo dijo. Pero la fiesta de Navidad, como la conocemos y celebramos hoy, instituida por los hombres no tiene este carácter porque no se menciona en la Palabra de Dios. Si bien para muchos cristianos la Navidad sigue siendo una ocasión especial para celebrar el nacimiento de Jesús el Salvador, aquellos que lo reconocen como Señor y creen que murió y resucitó pueden ciertamente acordarlo a Él y a estos maravillosos acontecimientos ¡durante todo el año! Esto les llena de alegría y gratitud, y les lleva a la alabanza constante. Ellos recuerdan constantemente este hecho único: Dios ha aparecido en este mundo. Tomó la forma de un niño pequeño. Su venida entre los hombres fue anunciada 700 años antes: "He aquí una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emmanuel, que interpretado es: Dios con nosotros" (Mateo 1:23; Isaías 7:14).

Fuente: La Buena Semilla, fr., 25.12. 2021 

 

Muchas bendiciones para el nuevo año – oremos para que Dios tenga misericordia de nuestros pueblos y que se produzca un genuino arrepentimiento, primeramente entre quienes nos llamamos cristianos y luego entre las autoridades para que vuelvan a someterse a la Palabra de Dios. Alberto

El mismo Dios de paz os santifique enteramente; y que todo vuestro espíritu y alma y cuerpo sean guardados irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo  (1Tesalonicenses 5:23 -vea también Isaías cap. 58).

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