RELACIONES PERSONALES EN LA FAMILIA CRISTIANA
Dios es el creador de la familia. En el registro civil se formaliza el trámite legal de una relación conyugal ya creada por Dios.
Cuando Dios creo a los primeros seres humanos, les dio instrucciones para una buena relación y deberes para los cónyuges y sus descendientes.
En Génesis 2:24 leemos: Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.
En un tiempo donde han cambiado los valores y donde la sociedad se ve influenciada por lo que transmiten los medios de comunicación, como cristianos nos toca afirmar los valores permanentes señalados por Dios para todos los tiempos.
Aunque somos diferentes, Dios, quien nos ama, dejó normas para las buenas relaciones humanas en el hogar y en los lugares donde nos toque convivir.
El apóstol Pablo escribe a los creyentes: “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.” (Efesios 5:1-2)
Dios determinó la convivencia donde debe prevalecer la paz, la armonía y el respeto mutuo en el hogar. La palabra someter la interpretamos en el sentido de sujeción y la buena relación de uno con el otro.
Mientras el apóstol Pablo recomienda “Someteos unos a otros en el temor de Dios.” (Efesios 5:21), luego se refiere a la sujeción de la mujer a su marido, de la misma forma en que la iglesia – como cuerpo, lo debe hacer con Cristo quien es la cabeza de ese cuerpo. (Efesios 5:22-33).
La sumisión de la esposa al esposo no la degrada o la hace inferior porque ambos deben someterse a Cristo y a su vez el uno al otro.
A los maridos nos corresponde desempeñar una tarea especial. Dios nos pone una vara muy alta y nos dice que debemos amar a nuestras esposas, así como Cristo amó a su iglesia.
Dios quiere que su iglesia sea impecable, sin mancha y sin arruga, sin ningún otro defecto, o sea santa e intachable.
No olvidemos que desde que contrajimos matrimonio, hemos cortado el cordón umbilical con nuestra madre y somos uno con nuestro cónyuge como si fuéramos un solo cuerpo.
Termina la frase: “Por eso les repito: cada hombre debe amar a su esposa como se ama a sí mismo, y la esposa debe respetar a su marido.” (Efesios 5:33)
Nuestra relación, respeto, reconocimiento y obediencia a Cristo como nuestro Señor, es el factor determinante para el buen trato con nuestra familia y relaciones personales con los demás.
Todos somos llamados a ser siervos humildes: Independientemente de la opinión que se tenga sobre quién dirige, es evidente que todos deben acatar: «Someteos unos a otros en el temor de Dios.» (Efesios 5:21).
La presencia y guía del Espíritu Santo en cada una de las personas que integran el grupo familiar es fundamental para el éxito y la felicidad en el hogar.
Jesús dijo, “Más el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.” - Juan 14:26.
Por medio del Espíritu Santo nuestras vidas son transformadas y este nos da poder para superar las dificultades. Somos transformados para vivir diferentes a como vivíamos antes de conocer a Cristo.
Hoy tenemos la posibilidad de ser guiados por el Espíritu de Dios para tomar las mejores decisiones para nuestro diario vivir.
Procuremos vivir en la llenura del Espíritu Santo para disfrutar la presencia de Dios y ser guiados para las mejores relaciones familiares, con nuestros cónyuges, nuestros hijos y la familia en general.
Fuente: Pastor Osvaldo Pupillo