El Aborto

Por Virgilio Zaballos

Regresaba a casa un domingo por la noche después de predicar en un culto, mi mujer guardaba reposo en cama, estaba embarazada de dos meses, y la amenaza de un segundo aborto era latente. Poco después se levantó al lavabo y sangraba abundantemente. Pensé que todo estaba perdido y tampoco en esta ocasión seríamos padres. Lloré y clamé amargamente delante de mi Dios.

La noche dio lugar a una mañana de sombras. Fuimos al hospital para hacer una ecografía y al salir de la consulta médica mi mujer traía el informe que decía: “Embrión vivo y móvil”. El valle de sombra de muerte había dado paso al bien y la misericordia. Pocos meses después nació nuestro primogénito, un niño sano y hermoso, el primero de tres hijos con los que Dios nos ha bendecido.

El aborto es una amenaza de muerte sobre los que están para nacer, en unos casos sin provocarlo y en otros es una sentencia deliberada de muerte con el permiso de la madre y la legalidad vigente.

El que muchos gobiernos legalicen el aborto me recuerda aquel antiguo culto a Moloc al que se le sacrificaban los niños (Lv.20:1-5). El profeta Jeremías declara que este culto abominable trajo como consecuencia la destrucción de la sociedad en la que él vivió y Judá fue llevada cautiva al destierro en Babilonia. “Y edificaron lugares altos a Baal, los cuales están en el valle del hijo de Hinom, para hacer pasar por el fuego sus hijos y sus hijas a Moloc; lo cual no les mandé, ni me vino al pensamiento que hiciesen esta abominación, para hacer pecar a Judá.” (Jeremías, 32:35).

El derramamiento de la sangre inocente de los niños en el vientre de su madre es un infanticidio sin justificación alguna, legalizado por leyes impías y amortiguada con frases semánticas del tipo: “interrupción del embarazo”. Así se llama técnicamente a esta práctica para encubrir un asesinato. Puede sonar duro pero más duro es para el embrión o el feto que padece en silencio la consecuencia de esta “legalidad” injusta.

Uno de los argumentos que se esgrimen para permitir el aborto en las primeras semanas de embarazo es que el niño no está formado y otro interrogante que se presenta es saber cuando se produce el comienzo de la vida. El salmista David responde a estas preguntas con un testimonio preciso de la realidad viva entre el embrión y su creador. “Porque tú formaste mis entrañas tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien. No fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en oculto fui formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas.” (Salmo, 139:13-16).

Aquí vemos con toda claridad que el embrión de la vida es una realidad viva delante del Hacedor, que ya en ese lugar oculto en el vientre de la madre Dios diseña un plan para la vida de esa persona que está en formación y llegará a ser una realidad sino se aborta el proceso de la existencia. Pero una sociedad que ignora a Dios y Su propósito con la creación se corrompe, pierde la sensibilidad, su conciencia se cauteriza y es capaz de cometer cualquier infamia en nombre de la ciencia, los derechos de la mujer a abortar anulando los del hijo a vivir y en nombre de una vida de placer y bienestar que entran en colisión con el desafío que presenta criar un hijo.

Es una farsa y una hipocresía de nuestra sociedad el que los llamados progresistas que se oponen “violentamente” a la guerra sean los primeros en encabezar las manifestaciones abortistas que asesina a niños inocentes bajo la bandera de “nosotras los parimos, nosotras decidimos”.

Si estás bajo la presión y tentación de abortar, no lo hagas, asume con valentía tu responsabilidad, en último caso hay familias e instituciones donde puedes darlo en adopción.

Si este mensaje ha llegado demasiado tarde a tu vida y ya has abortado en alguna ocasión, si lo hiciste en ignorancia e incredulidad pide perdón a Dios y deja que la sangre de Jesús limpie ese pecado para andar ahora en novedad de vida según los principios del Reino de Dios. El apóstol Pablo dio testimonio de esta verdad con estas palabras al recordar su experiencia pasada como perseguidor de la iglesia:

“…habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad. Pero la gracia de nuestro Señor fue más abundante con la fe y el amor que es en Cristo Jesús.Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero.Pero por esto fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase en mí el primero toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna.Por tanto, al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.” (1 Timoteo, 1:13-17).

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