por el Pastor Virgilio Zaballos
Que fácil es para algunos inventarse otro Jesús. Por otra parte, no es nada nuevo, está escrito que cuando los hombres rechazan la verdad para ser salvos, Dios les enviará un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean juzgados todos los que no creyeron en la verdad sino que se complacieron en la iniquidad (2 Ts .2:10-12).
El hombre moderno está muy predispuesto para poner oídos a la búsqueda de lo oculto, descifrar misterios enterrados por siglos y pretender encontrar el elixir que da respuesta a su deseo de eternidad, por eso tenemos hoy en las librerías una proliferación de libros que indagan en el santo grial, los misterios de el templo de Salomón y supuestas nuevas revelaciones que ponen en duda la revelación escrita de las Sagradas Escrituras.
Uno de estos libros que ha tenido un éxito desmedido, una venta desmesurada y que se ha convertido en uno de los más vendidos en la mayoría de los países occidentales es “El Código Da Vinci” del autor Dan Brown. Picado por la curiosidad del fenómeno me propuse leerlo y ver de primera mano que tiene que lo hace un evento editorial.
He oído a los expertos en literatura decir que el libro de Dan Brown no es gran cosa en su forma y que además contiene errores históricos notables y a pesar de ello el interés ha seguido aumentando hasta vender más de 15 millones en todo el mundo; en España se venden actualmente una media de dos mil libros por día, lo cual es algo espectacular para los niveles de lectura de nuestro país. Ya se está preparando una película y pronto volverán a saturarnos con el susodicho libro.
Todo esto me ha llevado a analizar las partes más controvertidas del mensaje que se transmite. Lo primero que pude constatar es el descaro, la osadía y la sutileza vergonzosa con la que el autor nos presenta a otro Jesús sacado de otras fuentes y ponerlo a la altura de la búsqueda de la verdad en contraposición al engaño de la iglesia primitiva. Los personajes que aparecen en la obra están enmarcados de una autoridad fuera de toda duda, son grandes expertos y además sus fuentes son fidedignas, capaces de hacer tambalear el edificio del cristianismo.
Hay que decir al respecto que en algunos casos constatan la realidad innegable de que el cristianismo a partir sobre todo del siglo IV fue inundado con paganismo y absorbió muchos aspectos de los cultos precristianos. De esta forma, mezclando mentiras con verdades intoxica las fuentes históricas de los evangelios para poner en su lugar los evangelios gnósticos.
Para que os hagáis una idea citaré algunas de las frases que aparecen en el mencionado libro.
“Durante los albores de la iglesia, sus representantes más poderosos engañaron al mundo, no le dijeron la verdad, y propagaron mentiras que devaluaron lo femenino y decantaron la balanza a favor de lo masculino” (pag. 157). Más adelante se explica que el apóstol Pedro tuvo celos de Maria Magdalena porque Jesús la había escogido como su sucesora.
El profesor Teabing, historiador de la religión y antiguo miembro de la Real Academia Británica de Historia, según la novela, va a enseñar a Sophie, otro de los personajes principales que encarna el papel de iniciada en los misterios del santo grial, lo siguiente:
“La Biblia es un producto del hombre, querida, no de Dios. La Biblia no nos cayó de las nubes. Fue el hombre quién la creó para dejar constancia histórica de unos tiempos tumultuosos, y ha evolucionado a partir de innumerables, adiciones y revisiones… Para la elaboración del Nuevo Testamento se tuvieron en cuenta más de ochenta evangelios, pero solo unos pocos acabaron incluyéndose, entre los que estaban los de Mateo, Marcos, Lucas y Juan” (Pag. 288)
Luego dice: “Jesús era, para sus seguidores, un profeta mortal… un hombre grande y poderoso, pero un hombre, un ser mortal… la divinidad de Jesús fue el resultado de una votación… Lo que quiero decir –cortó Teabing- es que casi todo lo que nuestros padres nos han enseñado sobre Jesús es falso” (pag. 290 y 292) Así se despacha y se queda tan a gusto.
Sobre Maria Magdalena dice que era la mujer de Jesús y fue a ésta a quién dejó como responsable de crear la iglesia cristiana, de ahí su rivalidad con el apóstol Pedro. Ambos tuvieron una hija, Sarah, que llegó a emparentar con los reyes galos para formar la dinastía merovingia con una descendencia secreta que llega hasta nuestros días, cuyo personaje central en la novela, Sophie, se revela al final de la obra como una de sus descendientes. En fin, todo un despropósito, para no prestarle mucha atención sino fuera por la repercusión que está teniendo en muchas naciones y por su próxima aparición en las pantallas de cine.
Lo que sale a la superficie nuevamente es el viejo paganismo, las doctrinas gnósticas, cuyos escritos y enseñanzas ya fueron desestimados por la iglesia primitiva. En un lenguaje moderno, envuelto en las páginas de una novela exitosa, aparece la misma estrategia de siempre: El engañador y mentiroso presentándose como amante de la verdad, descubridor de los misterios ocultos y propagador de otro Jesús, otro evangelio y otro espíritu; en definitiva, nada nuevo debajo del sol.
Fijándonos en los aspectos que más nos interesan encontramos tres falsedades principales en la novela. Primero la deformación de la Persona de Jesús, luego el ataque a las Sagradas Escrituras y además la calumnia sobre el engaño transmitido por la iglesia Primitiva. De un plumazo pretende cargarse los pilares fundamentales de nuestra fe, y una vez presuntamente aniquilados levantar otro edificio, otro Jesús, otro evangelio, sobre el fundamento de los escritos gnósticos, los principios de la Nueva Era y el resurgir del paganismo. Aunque el final de la novela es decepcionante, llega al vacío, a la nada, solo leyenda, suposiciones y fábulas, pero en el camino ha dejado una estela de dudas, especulaciones y razonamientos altivos que se levantan contra el conocimiento de Dios (2 Co.10:4,5).
El apóstol Pablo le dijo a Timoteo que “vendrá un tiempo cuando no soportarán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, acumularán para sí maestros conforme a sus propios deseos, y apartarán sus oídos de la verdad, y se volverán a mitos” (2 Timoteo, 4:3,4)
A los que aman la verdad tal como nos ha sido transmitida por el mismo Señor y confirmada por los que la oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, tanto por señales, como por prodigios, y por milagros y por dones del Espíritu Santo según su propia voluntad (Hebreos, 2:3,4) (Lucas, 1:1-4) (Hechos, 1:1-5) (Hebreos, 1:1-4) quiero compartirles lo siguiente.
Al pensar en lo desproporcionado del éxito de esta novela (aunque bajo el epígrafe de “los hechos” al comienzo de la obra se dice que “todas las descripciones de obras de arte, edificios, documentos y rituales secretos que aparecen en esta novela son veraces) vinieron a mi mente las palabras del apóstol Juan: “Ellos son del mundo; por eso hablan de parte del mundo, y el mundo los oye. Nosotros somos de Dios; el que conoce a Dios, nos oye, el que no es de Dios, no nos oye”.
Jesús nos dijo en Mateo 24 que antes de su última venida vendrían muchos en su nombre diciendo “Yo soy el Cristo” y engañarán a muchos. El invento de un Jesús mortal, casado y con descendencia física es una obra de artesanía barata para diluir su victoria gloriosa sobre todos los poderes del pecado y de la muerte; su triunfo en la cruz sobre todo principado y potestad, exhibiéndolos públicamente en una derrota humillante, para redimir a la Humanidad con una salvación que no procede de ningún hombre ni de nuestra propia potencialidad interna, sino del amor de Dios y Su bondad para con los hijos de los hombres. Jesús es la piedra angular del edificio de Dios, que es su pueblo; es la cabeza de la iglesia. Esta piedra que rechazaron los constructores es escogida y preciosa para Dios.
Jesús preguntó a los suyos en cierta ocasión “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Había respuestas para todos los gustos, como hoy, pero el apóstol Pedro por revelación de Dios dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente” y sobre esta verdad inamovible está edificada la obra de Dios. Por esta confesión de fe desde el corazón somos salvos.
Las Escrituras, los 66 libros que tenemos en nuestras Biblias, son atacados igualmente con verdadera fiereza, y es que la espada del Espíritu es la Palabra de Dios, si soltamos esta arma estamos a merced del enemigo; la fe viene por el oír la Palabra de Dios y esta fe es un escudo contra los dardos de fuego del maligno; si desaparece de nosotros esta fe levantada en nuestros corazones por la revelación de Dios y del Espíritu seremos devorados sin misericordia por el sistema de este mundo impío y su príncipe que ha venido a robar, matar y destruir. Por tanto, la desgastada pregunta ¿cómo sabemos que la Biblia es la Palabra de Dios? se responde así misma en la gran nube de testigos de todas las generaciones que han encontrado en ella la verdad que los ha hecho libres y que a vida eterna los ha conducido.
Los evangelios gnósticos fueron desestimados por el conjunto de la Iglesia primitiva, no por iniciativa del emperador Constantino, sino mucho antes ya habían sido declarados ajenos a las enseñanzas de Jesús. Los evangelios históricos (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) son anteriores, escritos por testigos directos o por su narración a otros como parece ser el caso del evangelio de Marcos, escrito por lo oído al apóstol Pedro.
En cuanto a la iglesia primitiva tenemos que decir lo siguiente: Nunca enseñaron que Jesús fuera un hombre mortal, sino mas bien el Hijo de Dios hecho carne, que murió y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y que está sentado a la derecha del Padre. Fueron testigos de su resurrección y muchos de ellos dieron sus vidas por este testimonio para transmitirlo a la siguiente generación.
Que a lo largo de la dilatada Historia de la iglesia ha habido episodios desafortunados, mezcla con paganismo y malos ejemplos de quienes tenían la responsabilidad de ser luz y sal en la tierra, no me cabe ninguna duda, pero todo ello no anula la verdad de Dios. Como está escrito “Sea Dios veraz y todo hombre mentiroso”.
Que la institucionalización de la iglesia ha sido y es motivo de tropiezo para muchos tampoco lo niego, pero ello no borra la verdad de un pueblo que Dios ha llamado para ser hechos a la semejanza de Su Hijo. A pesar del clericalismo y la religiosidad de apariencia hay un camino nuevo y vivo que Jesús nos abrió para que podamos acercarnos al Trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para el oportuno socorro.
Por tanto, no hay excusa. Todos compareceremos ante el tribunal de Cristo, y hoy es día de salvación para escapar de todo engaño y venir a la cruz del Calvario para limpiar nuestros pecados con su sangre preciosa.
El edificio y la obra que Dios está levantando de todas las naciones no se tambalea por la novela de Dan Brown, aunque para muchos pueda ser motivo de confusión y engaño. El fundamento de Dios está firme. Hemos sido edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo Jesucristo la piedra angular del edificio. No obstante, el sólido fundamento de Dios permanece firme, teniendo este sello: El Señor conoce a los que son suyos, dijo el apóstol Pablo, y que se aparte de la iniquidad todo aquel que invoca el nombre del Señor.
Así, pues, “El Código Da Vinci” pasará, pero la palabra de Dios permanece para siempre. Os dejo con las palabras del apóstol Juan, que ya en su día, a finales del siglo primero, tuvo que lidiar con las doctrinas gnósticas.
“Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus para ver si son de Dios, porque muchos falsos profetas han salido al mundo. En esto conocéis el Espíritu de Dios; todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa a Jesús, no es de Dios; y este el espíritu del anticristo, del cual habéis oído que viene y que ahora ya está en el mundo. Hijos míos, vosotros sois de Dios y los habéis vencido, porque mayor es el que está en vosotros que el que está en el mundo. Ellos son del mundo; por eso hablan de parte del mundo, y el mundo los oye. Nosotros somos de Dios; el que conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu de la verdad y el espíritu del error” (1 Juan, 4:1-6).
Para los que quieran profundizar en este tema les recomiendo el libro “Una respuesta definitiva al Código Da Vinci” del autor Ben Witherington III.
Nota: A esta excelente exposición quisiera agregar solamente que de ninguna manera es recomendable leer libros como los de Dan Brown, o de ocuparse con el ocultismo o literatura anticristiana, ya que la Biblia nos exhorta expresamente: “Por lo cual Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, Y no toquéis lo inmundo; Y yo os recibiré” (2Co. 6:17) y “Pero fornicación y toda inmundicia, ó avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene á santos; Ni palabras torpes, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen; sino antes bien acciones de gracias” (Efe. 5:3-4). Sin embargo, tenemos que respetar a aquellos hermanos que, persistiendo en oración, estudian a los enemigos de Cristo para poder así refutarlos en forma efectiva y poder advertir con fundamento; tal como lo hace el pastor Zaballos, que de hecho pugna por orientar a creyentes confundidos, como así también capacitarse para presentar de modo eficaz el Evangelio santo y puro a los inconversos. A.P.
El punto de vista sobre este tema tiene su base en los principios del Reino de Dios, sobre el fundamento de las Sagradas Escrituras, tal y como lo entienden los autores, haciendo uso del derecho natural de la libre expresión de opiniones e ideas, y sobre todo amando y respetando a quienes tengan opiniones o interpretaciones diferentes. Los artículos van dirigidos en primer lugar a los creyentes, es decir, aquellos que bíblicamente han sido nacidos de nuevo y que forman parte del Cuerpo de Cristo.