“Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese el don de profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia; y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy” (1 Corintios 13:1,2)
El más sublime fruto del Espíritu Santo es el amor. La palabra griega usada aquí es "ágape".
No se trata del amor apasionado que los griegos llamaron “eros”, ni del amor tierno y pacífico que llaman "filia", que es el amor de parejas que sienten confianza y afecto uno por otro o el amor de padres por sus hijos. El apóstol Pablo usa en la cita de arriba otra palabra griega: "ágape". Esto es una palabra que se refiere al amor que da en lugar de recibir, el amor que quiere el bien del otro. Este amor no depende de los méritos del otro para expresarse, sino que brilla en todas las circunstancias. Tal amor se recibe de Dios; "es derramado en nuestros corazones por el Espíritu" (Romanos 5: 5), y es precisamente el fruto del Espíritu Santo.
Sin duda, podemos testificar que nuestros mejores recuerdos han sido marcados por el amor que hemos dado o recibido. Recordemos también que Jesús resume las cientos de páginas de la ley del Antiguo Testamento en una sola palabra: AMOR (lea Marcos 12:29-31). Él mismo demuestra la medida perfecta y suprema de este amor cuando entrega su vida para salvar a “todo aquel que en Él cree”; esto incluye a los pecadores más viles, y aún a los peores enemigos (Juan 3:16).
Amigo cristiano, es el Espíritu Santo, y no la observancia de reglas, de leyes, lo que debe inspirar nuestra vida, nuestras acciones y nuestras actitudes. La vida cristiana no se trata solo de una correcta comprensión de la doctrina bíblica, ni siquiera de ponerla en práctica. Es una realidad cálida y benéfica que incluye a toda nuestra persona, nuestra inteligencia, nuestra voluntad, nuestras emociones y que nos impulsa a amar "en obra y en verdad" (1 Juan 3:18). El amor "se regocija en la verdad" (1 Corintios 13:6).
Fuente: La Buena Semilla; Redacción: VM-Ar 7.5.2019