Misericordia

En ambos versículos citados abajo, nos encontramos con la misma palabra asignada a Dios mismo y a Sus hijos*: misericordia. El término usado en griego en el segundo verso es muy fuerte, es literalmente "entrañas de misericordia".

Ser misericordioso es tener el corazón sensible a la miseria y a la desgracia de los demás. La misericordia es una de las características de Dios, es parte de su ser. Él vio desde el cielo la miserable condición de la humanidad,  estando "conmovido a compasión", tal como se ilustra en la parábola del buen samaritano (Lucas 10:33) o la del hijo pródigo (Lucas 15:20).

Él envió a Su Hijo unigénito que descendió del cielo para "visitarnos", e intervino específicamente para sacarnos de la desgracia. Vino a la tierra para hacer frente a nuestro caso, derramó compasión generosamente hacia todos aquellos con quienes se codeaba, y por encima de todo dio su vida para que tuviéramos la vida eterna.

El apóstol Pablo nos invita a mirar a Jesucristo, nuestro Salvador, para tener la misma misericordia que él. Nuestros sentimientos son a menudo superficiales, nuestras emociones demasiado fugaces. Cuando los medios hablan de un desastre o una tragedia, nos mostramos espontáneamente sensibles, ¿pero este sentimiento persevera? Revistámonos de esta misericordia con más decisión, estemos constantemente dedicados a hacer el bien a nuestros prójimos, cercanos y lejanos. Si se lo pedimos, nuestro Dios actuará para cambiar nuestro corazón, que a menudo se encuentra tan duro, rogándole que cambie nuestro carácter para que sea más parecido al de nuestro Salvador.

“Dios... es rico en misericordia” (Efesios 2:4).

“Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de misericordioso afecto, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia” (Colosenses 3:12).

Fuente: La Buena Semilla; Redacción: VM-Ar 9.8.2018

* Hijos de Dios: se refiere a los renacidos conforme a Juan 3, a los hermanos de Jesucristo conforme a Mateo 28:10; y se refiere a que por la fe somos nueva criatura (2 Corintios 5:17). 

El lema original de La Voz de los Mártires fue y sigue siendo Hebreos 13:3: Acordaos de los presos, como presos juntamente con ellos; y de los afligidos, como que también vosotros mismos estáis en el cuerpo. 

 

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