¿Escuchar a Dios o al diablo?

Jesús dijo: El diablo ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira. Y a mí, porque digo la verdad, no me creéis (Juan 8:44-45).

¿Quién es el diablo para nosotros hoy? ¿Estamos tratando de domarlo, convirtiéndonos en un amigo de este corrupto, engañoso y violento, o hasta invocándolo en las canciones? ¿Aceptamos su esclavitud? ¿Estamos de acuerdo en servirle en diversas adicciones, o practicar la brujería para obtener poder y riquezas? ¿Ignoramos que una de sus victorias es llevar a los hombres a negar su propia existencia y hacer a Dios responsable del mal?



La Palabra de Dios es explícita acerca de la existencia y el papel de Satanás. En varias ocasiones, Jesús habla de este. Satanás es poderoso; su astucia y sus mentiras están aumentando enormemente en la actualidad. Satanás engaña a las personas por medio de  razonamientos insidiosos para mantenerlas lejos de los pensamientos de Dios.

A alguien en su conciencia atormentado, humillado y convencido de su mal estado delante de Dios, Satanás le susurra: “no vales nada, eres demasiado culpable para que Dios te perdone; es demasiado tarde”.

A otro, que no ha cometido faltas graves y que todavía piensa bien de sí mismo, sin duda, Satanás le dice: “no eres perfecto, nadie lo es. Sin embargo, te queda todo el tiempo para convertirte, aprovecha primero un poco de la vida”.

Asimismo Satanás sabe cómo usar un lenguaje religioso para con el indeciso. Sabe convencer a los incrédulos de que no hay ni Dios, ni juicio ni infierno, y que es necesario disfrutar de todos los placeres de la vida, porque cuando uno está muerto... ¡se acabó todo!

¿A quién queremos servir? ¿Al enemigo de nuestras almas, o a Dios que nos amó y que entregó a su Hijo para salvarnos?

 

¿Hijo de Dios o hijo del diablo?

1 Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él.

2 Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.

3 Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.

4 Todo aquel que comete pecado *(ver nota abajo), infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley.

5 Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él.

6 Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido.

7 Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo.

8 El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.

9 Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.

10 En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.

11 Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros.

12 No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas.

13 Hermanos míos, no os extrañéis si el mundo os aborrece.

14 Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte.

15 Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él.

16 En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.

17 Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?

18 Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.

19 Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de él (1 Jn 3:1-18).

 

*Nota: ¿Qué es pecado? El término griego utilizado en la Biblia para pecado es hamartia y significa errar el blanco, refiriéndose a la acción de tirar una flecha al blanco. Por lo tanto, pecar no es simplemente -como nos han hecho creer- el acto ofensivo y negativo de transgredir los mandamientos de Dios, sino que es más bien no hacer lo positivo, lo bueno, lo correcto, lo agradable delante de Dios; es decir, pecar es precisamente no hacer la voluntad de Dios. O dicho de otra manera: pecar es no estar dentro de Su voluntad ni estar bajo la guía de Su Santo Espíritu.

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