En enero de 2010, en Dubai, la ciudad más grande y más importante de los Emiratos Árabes Unidos, se inauguró la torre más alta del mundo con 828 metros de altura, 160 pisos habitables, 180.000 metros cúbicos de concreto, 39.000 toneladas de refuerzos de acero, y 142.000 metros cuadrados de vidrio. Miles de obreros trabajaron unas 22 millones de horas...
Desde tiempos antiguos, la carrera hacia lo más grande, lo más fuerte y lo más alto, sirve para demostrar el poder con respecto a los demás.
Esto nos recuerda la historia de la torre de Babel descrita en la Biblia, en el libro de Génesis. El hombre dijo: "... Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre..." (Gen. 11:4).
No sabemos la verdadera motivación de los constructores de hoy, pero seguramente no difiere significativamente de la de aquellos de entonces. La vanidad que gobierna el corazón del hombre siempre le incita para exhibir su superioridad frente a los otros en el área donde cree poder superarlos. Pero también es su orgullo lo que le impide ocupar su lugar como una criatura dependiente de Dios y le conduce a rebelarse contra Él. Recordemos el final de la historia de la torre de Babel: "porque allí confundió Jehová el lenguaje de toda la tierra, y desde allí los esparció sobre la faz de toda la tierra" (Gen. 11:9).
"Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Someteos, pues, a Dios" (Santiago 4:6-7). Someterse a un Dios que nos ama, dejarse guiar por la humildad y la bondad de Jesús quien se entregó – dando su propia vida - para salvar aun a sus enemigos, esto es lo que nos llevará a aceptar este regalo de la gracia divina, esencial para saldar la deuda de nuestros pecados.
“La altivez de los ojos del hombre será abatida, y la soberbia de los hombres será humillada; y Jehová solo será exaltado en aquel día. Porque el día de Jehová de los ejércitos vendrá sobre todo soberbio y altivo, sobre todo enaltecido, y será abatido” (Isaías 2:11-12). –
Fuente:La Buena Semilla: Redacción: VM-Ar