La ley - ¿Hay que cambiarla?

Cierto hombre condenado por asalto y luego puesto en libertad, acaba de cometer un crimen atroz que golpea la conciencia colectiva. Inmediatamente se procede a cambiar la ley para que estos actos no se repitan. Con una enmienda u otra, sin embargo, nada cambia, y el número de delitos no disminuye. Los hombres siguen siendo parecidos al personaje del texto bíblico del evangelio de Marcos citado abajo - son indomables. Con leyes, cadenas o prisión, no pueden ser mejorados. Las leyes, que, desde luego, son esenciales para la vida en sociedad, jamás pueden resolver la raíz de la problemática. 



La Biblia revela el principio del mal: “Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez” (Marcos 7:21-22). La manifestación del estado moral del hombre se exhibió en sumo grado cuando Jesucristo, el justo por excelencia, fue crucificado. El gobernador romano que era responsable de hacer cumplir la ley reconoció que Jesús no había hecho nada malo (Lucas 23:5). Sin embargo, para salvar su popularidad, entregó a Jesucristo para ser crucificado. 

Por medio de su sabiduría y su gracia, Dios permitió que este crimen despreciable sea también el sacrificio por el cual nuestro corazón puede ser purificado y así ser conferida al creyente una nueva naturaleza. “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). Las leyes humanas sólo se canalizan más o menos para cambiar comportamientos, pero la fe en Cristo profundamente limpia y cambia el corazón.

“Y..., un hombre con un espíritu inmundo, que tenía su morada en los sepulcros, y nadie podía atarle, ni aun con cadenas; porque muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, mas las cadenas habían sido hechas pedazos por él, y desmenuzados los grillos; y nadie le podía dominar” (Marcos 5:2-4). 

“[Dios] nos ha librado de la potestad de las tinieblas” (Colosenses 1:13); es decir si hemos sido nacidos de nuevo conforme a Juan 3. 

Fuente: La Buena Semilla; Redacción: VM-Ar

En la actualidad vemos como en el mundo entero la maldad está excediendo todos los límites: Las masacres en el Medio Oriente y en África cometidos por bandas musulmanas, el crimen y las drogas generalizados en nuestras ciudades, la homosexualidad y otras perversiones promovidas y apoyadas por los mismos gobiernos y podríamos continuar enumerando muchos otros puntos. La raíz de todo esto es el corazón humano no regenerado.

Conozco una persona que en su adolescencia antes de conocer a Jesucristo, en su afán de querer mejorar el mundo, ideó métodos aberrantes y crueles para exterminar una gran parte de la humanidad. Un importante político, el príncipe Felipe, duque de Edimburgo, dijo una vez que al creer en la reencarnación, él quería retornar a la tierra como un virus asesino. Otras mentes inspiradas por el infierno están ideando planes para precisamente exterminar tanta gente para que resten sólo unos 500 millones de personas en el planeta tierra. – ver links abajo

Ahora, viendo este nuevo brote de una extraña enfermedad, llamada ébola, habríamos que preguntarnos si la propagación de esta enfermedad no favorece los intereses de estas personas depravadas, humanistas y anticristianas, y que además de matar sirve para restringir de una manera como nunca antes posible, las libertades de las personas. Y si analizamos lo aquí expuesto vemos que son medios o métodos que se dirigen en su esencia contra la pura fe cristiana y bíblica. ¡Estemos vigilantes y en permanente oración! J.E.

Nota: Mientras tanto hoy – agosto de 2015 – ya no se habla de ébola, pero se acentúan otros flagelos como la inundación de los países “cristianos” con refugiados musulmanes africanos y asiáticos combinado con la descristianización - ¿Qué más tiene que venir para convencernos del cumplimiento de las profecías de nuestro Señor Jesucristo en Mateo 24, y tantas otras del libro de Daniel, Ezequiel, Zacarías, Apocalipsis...?  “Y todo esto será principio de dolores” (Mat 24:8).

El que da testimonio de estas cosas [Jesucristo], dice: Ciertamente vengo en breve. Amén, así sea. Ven: Señor Jesús.

La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén (Apoc. 22:20-21). ¿Estás listo?

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