En 1970, al difunto presidente egipcio Abdel Nasser le sucedió Anwar Sadat. En 1979 Sadat firmó un tratado de paz con el “archienemigo”, Israel, provocando una enemistad acérrima por parte de todos los grupos fundamentalistas islámicos. Como concesión a ellos, tuvo que aprobar la sharia, la legislación a base del islam, como el fundamento de la legislación egipcia; esto a su vez deterioró considerablemente la situación de los cristianos en este país. Sadat fue asesinado en 1981 por musulmanes radicales, a pesar de esta concesión. Su puesto fue ocupado por HosniMubarak, conocido como dictador hasta 2011.
También bajo el mandato de Mubarak, los cristianos (actualmente el 13 % de la población) eran considerados ciudadanos de segunda categoría con derechos inferiores, siendo la vida para ellos mucho más difícil que para los musulmanes: por ejemplo, en el área de la educación o para encontrar un empleo. Con respecto a reparaciones simples de edificios cristianos, permisos oficiales eran indispensables; y su aprobación por el gobierno llevó mucho tiempo, años a veces, o nunca se han materializado. Por otro lado, para los edificios islámicos sí hubo acuerdos generosos.
En la era de Mubarak, el evangelismo cristiano entre los musulmanes estaba prohibido, la conversión de un musulmán al cristianismo podía provocar una severa represión. Muchas chicas cristianas fueron secuestradas, y por la fuerza tuvieron que casarse con un musulmán, aparte de tener que aceptar el islam; otros muchos cristianos simplemente fueron asesinados. En la mayoría de estos casos, los que cometieron estas brutalidades fueron los llamados "hermanos musulmanes", apoyados o tolerados por el gobierno de entonces. Aparte de esto, el gobierno de Mubarak mantuvo este grupo islámico radical bajo control. En febrero de 2011, Mubarak fue derrocado por las fuerzas armadas. Se creía en “Occidente” que en el curso de la "Primavera árabe", desde Túnez a Yemen, y ahora en Egipto, la democracia iba a instalarse conforme al modelo occidental – esto fue un grave error. Al principio de los cambios en Egipto, primero un consejo de las Fuerzas Armadas, bajo el poder del mariscal Tantawi, tomó el control del país, lo que de ninguna manera favoreció a los cristianos.
Los subordinados de Tantawi dispararon, en el mismo mes del golpe de estado, contra el Monasterio de Anba-Bishoi en el desierto de Sketis. Y en octubre del mismo año, en El Cairo, los soldados abrieron fuego contra una manifestación pacífica de cristianos coptos. Asimismo vehículos blindados arremetieron en medio de ellos y aplastaron unas dos docenas de personas. Luego el consejo militar permitió que se celebraran elecciones, en las cuales la Hermandad Musulmana surgió como ganadora. Consecutivamente, el 1 de julio de 2012, el Sr. Mursi fue instalado como nuevo presidente. Con esto llegaron al poder precisamente aquellas fuerzas que ya antes, en el tiempo cuando aún Mubarak gobernaba, hicieran tan difícil la vida de los cristianos. Mursi se comportó poco tolerante hacia los cristianos en el año que duró su gobierno, hasta su derrocamiento el 3 de julio de 2013. Su objetivo era lograr un estado islámico. Las consecuencias adversas muy pronto fueron sentidas por todos los demás ciudadanos que no eran musulmanes, especialmente los cristianos. Durante los últimos cinco meses antes de su arresto, catorce iglesias, en su mayoría coptas, fueron incendiadas.
Después de Mursi, el ejército instaló un gobierno de transición bajo la dirección del Sr. Mansur. Este nuevo gobierno está siendo apoyado por los cristianos, porque no tienen ninguna otra alternativa. Están de su lado, porque siendo un aliado contra la Hermandad Musulmana, al menos tienen un poco más de “aire para respirar”. Occidente, por otro lado, congeló los pagos de ayuda al nuevo gobierno y continúa apoyando a la depuesta Hermandad Musulmana. Del mismo modo, los cristianos en otros países de Oriente Medio también están bajo presión. En Siria, el régimen de Assad todavía les concede a ellos una especie de espacio libre; pero ahora en la guerra civil, allí son severamente atacados por las fuerzas islámicas radicales, apoyadas - irónicamente - por varias potencias occidentales. Graves restricciones sufren también los restantes cristianos en Irak – país supuestamente “liberado” de un dictador, pero que ha sucumbido a un cruento conflicto de guerra civil. En casi todas partes del mundo islámico, a los cristianos se los acusa de ser el brazo de extensión de las potencias occidentales; sin embargo, éstas los han abandonado a su suerte. Occidente prefiere pactar con los rebeldes y los mercenarios; y, además, mantiene excelentes relaciones amistosas con el estado que ejerce una sofisticada y sistemática persecución de los cristianos: Arabia Saudita.
Codiciando el petróleo, el gas y el dinero, Occidente pasa por alto tanto la suerte como el bienestar de aquellos que son perseguidos y maltratados por su fe en estos países. Únicamente Putin, el presidente ruso, pidió en agosto de 2013, en una reunión con líderes de la Iglesia Ortodoxa, luchar contra la persecución cristiana mundial. Justamente de un tal personaje, actualmente tan desprestigiado, no se esperaba semejante pedido. Cada año, se estima que entre cien y ciento cincuenta mil cristianos son asesinados a causa de su fe o por su confesión religiosa. Esto sucede aún después de la llamada caída del comunismo. Entre los diez países que toman las peores represalias contra los cristianos, nueve de ellos son estados islámicos. No debemos juzgar a todos los musulmanes de la misma manera: muchos de ellos son humanamente mejores de lo que su fe les prescribe. Unas monjas franciscanas violadas por islamistas en Beni Suez, por ejemplo, quienes brutalmente luego habían sido arrastradas por las calles de esta ciudad, fueron rescatadas por una maestra musulmana.
En el Corán, la fe cristiana es objeto de ataques, en los términos más enérgicos. Por lo tanto, la sura 19,88-93 dice: "Quien cree que Dios tiene un hijo comete el mayor pecado". El Corán considera a los cristianos y a los judíos como idólatras. Alá ordena, conforme a la sura 9,5, que éstos deben ser ejecutados. De tales pasajes se deriva la yihad, la guerra santa, la cual tiene por fin la conquista del mundo entero. Para conseguir esta meta permiten acciones de todo tipo de violencia y asesinatos. Sin embargo, muchos teólogos y altos líderes eclesiásticos afirman, en contra de innumerables evidencias, que el Alá del Corán es idéntico al Dios de la Biblia. Persiguen a ciegas el ecumenismo, es decir, quieren lograr la unidad de todas las religiones. Y éste es uno de los errores más graves que se viene incrementando en las últimas décadas, evidenciando, además, la degeneración teológica de las grandes - y aún de algunas pequeñas - denominaciones cristianas; lo cual acarrea, con seguridad, el juicio de Dios. En contraste a este proceso, sin embargo, actualmente y como nunca antes había sucedido, un sinnúmero de musulmanes vienen ahora a creer en Jesús, arriesgando de esta manera su propia integridad física.
Egipto, la tierra de los faraones y de las pirámides, es representativo de muchos otros países en los que los discípulos de Jesucristo están expuestos a las más cruentas de las dificultades. Prácticamente, en la mayoría de los casos, no podemos ayudarles en forma directa; sin embargo, y sin excusa, podemos hacerlo intercediendo de manera incesante y ferviente por ellos ante el trono de nuestro omnipotente Dios... esto sí podemos y debemos hacer. Conforme a Hebreos 13:3, estamos conectados con ellos como si estuviéramos presos y siendo maltratados juntamente con ellos. Además, conforme a Colosenses 1:24, una cierta cantidad de tribulaciones están profetizadas para la Iglesia de Cristo; pero actualmente éstas se distribuyen de manera desigual. Pablo tenía que sobrellevar más tribulaciones que otros creyentes. Del mismo modo hoy en día, nosotros, que vivimos en países llamados occidentales, en donde todavía disfrutamos de cierta prosperidad y libertad, aún estamos más protegidos que aquellos hijos de nuestro mismo Padre que viven en zonas de persecución. ¡Oremos por ellos!
Fuente: Glauben bewahren (Conservar la Fe) nr. 46; Redacción: VM:Ar
Acordaos de los presos, como si estuvierais presos juntamente con ellos; y de los maltratados, como que también vosotros mismos estáis en el cuerpo (Hebreos 13:3).