por Raymond Ibrahim -19.11.2020
Tras más de dos meses de lucha, Armenia y Azerbaiyán finalmente han logrado la “paz”, después de que la nación cristiana acordara ceder sus tierras ancestrales en Artsaj a su vecino musulmán.
Desde un punto de vista temporal y miope, tal arreglo puede parecer progresivo; a largo plazo, es regresivo y refleja las continuas relaciones históricas armenio-islámicas: a cambio de la paz, los cristianos siempre se han visto obligados a ceder territorio a los musulmanes. De hecho, el corazón del mundo musulmán (Oriente Medio, el norte de África y Asia Menor) era cristiano antes de ser invadido por la espada [cimitarra] del islam.
Así, antes de que el islam conquistara violentamente el este de Anatolia (Asia Menor) en el siglo XI, Armenia era significativamente más grande que hoy. Sin embargo, mil años atrás, los turcos empezaron la destrucción y absorción del territorio étnicamente armenio. Lo que está sucediendo hoy es simplemente parte de ese proceso.
La Crónica de Mateo de Edesa (m. 1144), escrito por un historiador armenio que vivió poco después de las conquistas iniciales, nos corrobora lo mencionado anteriormente. Según este valioso documento histórico, en 1019, "la primera aparición de las bestias sedientas de sangre... la nación salvaje de infieles llamados turcos, entró en Armenia... y masacró sin piedad a los fieles cristianos con la espada". Tres décadas después, las redadas fueron prácticamente ininterrumpidas. En 1049, el propio fundador del Imperio selyúcida turco, el sultán Tughril Bey (r. 1037-1063), llegó a la ciudad armenia de Arzden, al oeste del lago Van, y “sometió a espada a toda la ciudad, provocando una masacre que acabó con la vida de unas ciento cincuenta mil personas".
Otros contemporáneos confirman la devastación que sufrió Arzden. "Como perros hambrientos", escribe el testigo ocular Aristakes (1002 - 1080), los turcos "se lanzaron sobre nuestra ciudad, la rodearon y entraron, masacrando a los hombres y arrasando todo como segadores en los campos, convirtiendo la ciudad en un desierto. Sin piedad, incineraron a los que se habían escondido en casas e iglesias”.
Once años después, en el año 1060, los turcos sitiaron a Sebastia [Sivas], una ciudad que había sido armenia por al menos unos cuatrocientos años. Seiscientas iglesias fueron destruidas, “muchas e innumerables personas fueron quemadas [hasta la muerte]” e innumerables mujeres y niños “fueron llevados cautivos a Persia”.
Entre 1064 y 1065, el sucesor de Tughril, el sultán Muhammad bin Dawud Chaghri, conocido posteriormente como Alp Arslan. Este héroe desagradable pero nacional de Turquía, sitió Ani, la capital fortificada de Armenia, entonces una gran y populosa ciudad. El atronador bombardeo de las máquinas de asedio de Muhammad hizo que toda la ciudad se estremeciera, y Mateo de Edesa describe a innumerables familias aterrorizadas, llorando acurrucadas. Una vez dentro, los turcos musulmanes “comenzaron a masacrar sin piedad a los habitantes de toda la ciudad... y amontonando sus cuerpos uno encima del otro… Innumerables niños de caras brillantes y niñas bonitas fueron secuestrados junto con sus madres ”.
Varias fuentes cristianas no solo documentan el saqueo de la capital de Armenia (un contemporáneo señala sucintamente que Muhammad "convirtió a Ani en un desierto mediante masacres y fuego"), sino que también lo hacen las fuentes musulmanas, a menudo en términos apocalípticos: "Quería entrar en la ciudad y verlo con mis propios ojos,” explicó un árabe. “Traté de encontrar una calle sin tener que caminar sobre los cadáveres, pero fue imposible.“
Para que os hagais una idea, esto es lo que los turcos musulmanes hicieron a los armenios cristianos, no durante el genocidio armenio del siglo pasado, sino a partir del año 1019, cuando comenzó la conquista islámica de Armenia.
“Ese fue el comienzo de las desgracias de Armenia”. Mateo de Edesa concluye: “Entonces, presta atención a este melancólico recital”. Este ha resultado ser un comentario ominoso, porque la historia de sangre y lágrimas antes mencionada, fue tan solo "el comienzo de las desgracias de Armenia", cuyo "recital melancólico" continúa hasta el día de hoy; más recientemente con las concesiones de la nación, que a la larga posiblemente resulten en vano.
No es de extrañar que muchos armenios estén descontentos con la entrega de aún más tierras por su gobierno; hasta tal punto que han asaltado el parlamento y han "dejado inconsciente al presidente del Parlamento Ararat Mirzoyan frente a su familia". Quizás sean conscientes de que, como sugiere la historia, la paz verdadera y permanente entre Armenia y sus vecinos musulmanes sólo se logrará cuando la nación cristiana se haya entregado a sí misma a su propia disolución.
Nota: Las citas de Mateo de Edesa fueron extraídas del libro de Raymond Ibrahim , “Espada y cimitarra: catorce siglos de guerra entre el Islam y Occidente”. Raymond es miembro de Shillman en el David Horowitz Freedom Center, miembro de Judith Rosen Friedman en el Foro de Oriente Medio y miembro distinguido del Gatestone Institute.
¡Oremos por los cristianos de Armenia!
¡Oremos también por un despertar y un avivamiento bíblico entre los cristianos de nuestros países occidentales y ya no tan libres!
Toda Escritura es dada por inspiración de Dios, y es útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, para que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra (2 Timoteo 3:16-17).