El ministerio centrado en Cristo

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      EL MINISTERIO CENTRADO EN CRISTO

comparado con

EL ASESORAMIENTO CENTRADO EN EL PROBLEMA

Una propuesta radical

MARTIN Y DEIDRE BOBGAN

 

Las citas bíblicas que figuran en esta edición se han
tomado de la versión de Reina-Valera, revisión de 1960.

 

Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para
poner en práctica las obras de Dios? Respondió
Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que
creáis en el que él ha enviado (Juan 6:28-29).


Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el
pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si
no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si
no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los
pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él,
éste lleva mucho fruto; porque separados de mí
nada podéis hacer (Juan 15:4-5).

 

 

 

1. Una propuesta radical

2. La psicoterapia (La conversación terapéutica)

3. El movimiento de asesoramiento bíblico

4. El auge y la práctica del asesoramiento centrado en el problema

5. ¿Ministerio centrado en Cristo o asesoramiento centrado en el problema?

6. Quién, qué, por qué, cuándo, dónde y cómo

7. El ministerio centrado en Cristo comparado con el asesoramiento centrado en el problema

 

1. Una propuesta radical

Hace muchos años hicimos un recorrido por el tenebroso territorio de la psicología, esperando descubrir los secretos de la naturaleza humana y procurando ayudar a los que se han visto afectados por los problemas de la vida. Cuanto más investigamos las teorías y terapias del asesoramiento psicológico, más comprendimos sus falsedades, defectos y métodos erróneos. ¡Solo cuando la radiante luz del evangelio resplandeció
en nuestra vida vimos alguna esperanza para la humanidad y la verdadera solución a sus problemas! Desde entonces dejamos de confiar en las conversaciones terapéuticas o de asesoramiento, que pretendían ayudar a la gente a resolver sus problemas, porque cambiamos el método psicológico por lo que consideramos como el método espiritual. Nos hicimos parte del movimiento de asesoramiento bíblico hasta que comprendimos que de muchas maneras este reflejaba simplemente el método psicológico.
En este libro usamos los términos asesor o consejero, paciente y asesoramiento o consejería.


cuando hablamos sobre los asesoramientos psicológico o bíblico, ya que estos son los términos que emplean quienes se especializan en resolver los problemas de la gente. Pero cuando nos referimos a quienes se ocupan en el ministerio centrado en Cristo, solemos identificar al que ministra con términos como ayudador o servidor en lugar de consejero, al que busca ayuda como buscador o compañero en vez de paciente, y al acto de ministrar como ministerio, ministración o cuidado mutuo en lugar de asesoramiento.
El asesoramiento implica una reunión de dos o más participantes que conversan sobre ciertos problemas y en la que se espera que uno de ellos, el llamado especialista (asesor o consejero) dé las respuestas y soluciones al que tiene necesidad de ayuda (paciente). El deseo de ayudar a la gente afectada por los problemas de la vida se convierte pronto en un interés por centrarse en la persona y su problema. Por eso gran parte de los asesoramientos psicológico y bíblico se centra en la gente y sus problemas. El objeto del asesoramiento se convierte fácilmente en la solución del problema en vez del crecimiento espiritual y el centro de atención viene a ser la persona y su problema en vez de Cristo en los creyentes, “la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27). A lo largo de las Escrituras, los problemas de la vida son como oportunidades que se nos
presentan para nuestro crecimiento espiritual.
Son como tierra barbechada en la vida de una persona, durante la cual el Señor puede obrar poderosamente por medio de su Palabra, el Espíritu Santo y el Cuerpo de Cristo. ¿Se usarán de este modo? ¿Cómo podrán los creyentes estimular tal crecimiento espiritual?¿Y cómo podríamos todos edificarnos y animarnos unos a otros a confiar en que el Espíritu Santo concederá poder a todos los creyentes para andar
según su nueva vida en Cristo? Además de desechar las teorías y terapias del asesoramiento psicológico, desaprobamos todo asesoramiento centrado en el problema, ya sea psicológico o bíblico. Aunque tal vez esto parezca una acción radical, sostenemos que mientras el ministerio personal siga centrado en el problema y, por consiguiente, en la persona que lo tiene, habrá menos crecimiento espiritual y más soluciones carnales. Cuando tal asesoramiento intenta cambiar la conducta, puede terminar como una especie de conductismo que limpia el “vaso” por fuera (Mateo 23:25), y con ello refuerza la influencia de la carne. Y cuando los consejeros intentan ir más allá de los problemas que investigan, a menudo usurpan el papel del Espíritu Santo al tratar de comprender mejor a otra persona o identificar los ídolos del corazón (véase Ezequiel 143-7).

La propuesta radical consiste en desaprobar el asesoramiento centrado en el problema y promover el ministerio centrado en Cristo, vencer la intimidación que provocan los movimientos de asesoramiento psicológico y bíblico y con ello poner en libertad a los creyentes de las congregaciones locales para que ministren a otros creyentes sin manuales, talleres, seminarios, títulos ni certificados de asesoramiento psicológico o bíblico.

En lugar del asesoramiento centrado en el problema, proponemos un ministerio bíblico que esté centrado en Cristo y que provenga de la predicación y enseñanza de la Palabra. Generalmente nos referimos a este como el ministerio centrado en Cristo, porque el énfasis está en Cristo y la obra que hace en el creyente mediante la Palabra de Dios, el Espíritu Santo y el Cuerpo de Cristo para la gloria del Padre. Queremos prestar más atención a lo que ya existe en la iglesia local para que todos los creyentes crezcan en Cristo. El tema de este libro son las disposiciones que ha adoptado el Señor para ministrar a la gente que se ve afectada por los problemas de la vida. Estos son los mismos problemas que tratan generalmente los profesionales de la salud mental y los consejeros bíblicos por medio de la conversación. En la esfera de la congregación local, este ministerio deben ejercerlo los creyentes que han pasado de las tinieblas a la luz por medio de la muerte y resurrección de Jesucristo y que crecen en la santificación negándose a sí mismos y reconociendo que Dios usa el sufrimiento para purificar a sus hijos y hacer que lleguen a la madurez. Todas las iglesias que creen en la Biblia deberían contar con medios como la enseñanza, la predicación, la
evangelización, la comunión y la oración para ayudar a las personas que buscan ayuda cuando las acosan los problemas de la vida. En vez de transmitir el mensaje de que las congregaciones locales no tienen los conocimientos necesarios ni están capacitadas para tratar con estas personas y de que necesitan una ayuda externa o tienen que ir a otra parte para ejercer este ministerio, nuestro mensaje es que dichas congregaciones sí tienen conocimientos suficientes y están capacitadas para proceder si proclaman la Palabra de Dios con autoridad y poder y si tienen creyentes maduros en la fe. No tienen necesidad de enviar a la gente a una sesión de asesoramiento ni de traer consejeros a la iglesia, porque lo que de veras necesitan probablemente ya lo tienen en lo que se refiere a la predicación del evangelio, la enseñanza de la Palabra, la oración y la comunión de los santos. Por tanto, las iglesias necesitan hacerse las siguientes preguntas: ¿Predican y enseñan el evangelio? ¿Enseñan fielmente las doctrinas bíblicas que tienen que ver con la salvación, la santificación y el andar de los creyentes con el Señor? ¿Se dedican los miembros a estudiar las Escrituras? Los creyentes que se ven afectados por los problemas de la vida, ¿pasan un tiempo con el Señor estudiando su Palabra y buscándolo en oración? ¿Desean crecer en Cristo y se fortalecen en su fe? ¿Tienen comunión con otros creyentes que sustentan las mismas creencias que ellos? Durante los tiempos de prueba, todos los cristianos pueden amar y servir a Cristo gracias a los recursos que están a su disposición en la Palabra de Dios, en el Espíritu Santo que mora en ellos y en el cuerpo local de los creyentes.

En realidad, el ministerio centrado en Cristo puede resumirse en las palabras quién, qué, por qué, cuándo, dónde y cómo. En pocas palabras, el quién” es Jesucristo; el “qué” es la vida de Cristo y la Palabra escrita de Dios aplicada por el Espíritu Santo; el “porqué” es el mandamiento que ha dado el Padre a todos los creyentes para que se ministren unos a otros a fin de hacer crecer el cuerpo y se edifiquen unos a otros en amor para que todos sean hechos conformes a la imagen de Cristo; el “cuándo” y el “dónde” es el tiempo y el lugar en que Jesús hace participar a un miembro de su cuerpo, en este caso la iglesia local, para ministrar a otro; el “cómo” es la obra sobrenatural que efectúa el Señor por medio del creyente par ministrar, por gracia por medio de la fe, tales manifestaciones del amor como el cuidado, la consolación, la compasión, la misericordia, el estímulo, la exhortación, la amonestación, la instrucción en la verdad y la hospitalidad. El quién, el qué, el porqué, el cuándo, el dónde, y el cómo ya existen en el Cuerpo de Cristo, especialmente en las iglesias que ministran fielmente la Palabra y donde los creyentes crecen en su andar con el Señor. No creemos en el asesoramiento basado en recetas, sino más bien en el ministerio basado en experiencias. Preferimos hacer descripciones generales a dar reglas específicas.

El ministerio centrado en Cristo depende de la obra que efectúa el Espíritu Santo en la vida del creyente y, por tanto, pone énfasis en el crecimiento espiritual, con lo cual este anda según el Espíritu en vez de hacerlo según la carne. Así se insta a los creyentes a vivir su vida nueva en Cristo, la cual está viva espiritualmente porque el Espíritu de Cristo vive en ellos. La fuente de la vida nueva es Dios y, por consiguiente, esta es espiritual y eterna. Cuando los creyentes andan en el Espíritu, viven por gracia por medio de la fe en el Señor Jesucristo. Se apartan de las antiguas costumbres que tenían antes de recibir la vida de Cristo y siguen a Jesús en santidad, justicia, verdad, misericordia, bondad, amor, gozo, paz, paciencia, humildad, templanza, benignidad, fe, perdón y obediencia a Dios. Cuando andan en el Espíritu, desean conocer y seguir a Jesús y crecen en su amor a Dios y también en su amor unos a otros.
Andar en el Espíritu significa también rechazar la carne, que en este contexto significa todo aquello que es pecaminoso y característico de la humanidad caída. La carne es todo lo que una persona es antes de nacer de nuevo. La carne está en guerra con el Espíritu (Gálatas 5:16-17).
En las Escrituras se enumeran algunas de las obras de la carne como son: “adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías” (Gálatas 5:19-21), y otras como la mentira, el hurto, la amargura, el enojo, la gritería, la maledicencia y la malicia (Efesios 4:25-31). En resumen, la carne es el yo que hace lo que quiere a costa de otros y se opone a Dios. La carne es el yo que está en el trono en lugar de Dios. Uno puede ver fácilmente cuán importante es que los creyentes anden en el Espíritu y rechacen el yo, esto es, la carne. Pero cuando la gente se ve afectada por los problemas de la vida, a menudo algunos intentan tratar con ellos valiéndose de medios carnales. Cuando se estimula a los creyentes a crecer en su andar con el Señor y a confiar en Él, estos no solo aprenden a hacer frente a los problemas actuales, sino que también están mejor preparados para las futuras pruebas y dificultades que no han afrontado todavía. En vez de contraer el hábito de mirar a otra persona para arreglar su vida o resolver sus problemas, los creyentes se afirman en su andar con el Señor y se empeñan en utilizar los recursos que ya tienen en Cristo. Todo ministerio bíblico es para la edificación de los que creen en Cristo, para que agraden al Señor, le sirvan, le den gracias y lo glorifiquen tanto en los días buenos como en los malos (Filipenses 4:12).

La importancia de predicar, enseñar y ministrar la verdad.

Es decepcionante ver que aunque las iglesias se hacen responsables de predicar el evangelio de salvación, en cuanto se presentan problemas, envían a la gente a otra parte en busca de ayuda.
No comprenden que los problemas proporcionan a los creyentes oportunidades para santificarse. En efecto, el asesoramiento casi ha eclipsado la importancia de la predicación en el tratamiento de las debilidades humanas. Es necesario recobrar el gran respeto que merecen estos ministerios y enseñanzas de la iglesia local y que llevan a la salvación y el crecimiento espiritual. Al respecto, Pablo declara:

Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios (1 Corintios 1:18).

Así que, en cuanto a mí, pronto estoy a anunciaros el evangelio también a vosotros que estáis en Roma. Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá (Romanos 1:15-17).

En la iglesia local, la predicación y la enseñanza son dones ministeriales de Dios, los cuales Él usa para llevar a la gente a la salvación y la santificación. También los usa con el fin de capacitar a los santos para que se ministren unos a otros en el Cuerpo de Cristo (Efesios 4:11-12). El énfasis debe estar siempre en Cristo y en lo que Él ha hecho, hace y hará en cada uno de los creyentes por medio de las pruebas y otras experiencias de la vida diaria. Él es la fuente y el medio de salvación y santificación. Por eso Pablo escribió:

Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias. Mirad
que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo. Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de
la Deidad (Colosenses 2:6-9).

Esperamos animar a los creyentes a ministrarse unos a otros con la atención puesta en Cristo, la Palabra de Dios y el Espíritu Santo. El objeto del ministerio centrado en Cristo es el crecimiento espiritual de los creyentes, para que anden en el Espíritu en vez de la carne. Animamos, pues, a estos a confiar en los inmensos recursos de nuestro Señor; pero los exhortamos a desconfiar de todos los servicios de asesoramiento. Los animamos a confiar en el Espíritu Santo que capacita a los creyentes para ministrarse unos a otros en el Cuerpo de Cristo; pero los instamos a rechazar todas las formas de intimidación que provengan del mundo del asesoramiento. Desde luego, el buscador ideal del ministerio centrado en Cristo es el que ya sabe que los problemas de la vida son oportunidades para el crecimiento espiritual y busca a alguien que lo ayude a utilizar lo que Dios ya le ha dado en su Palabra, en su Espíritu Santo que mora en él, y en el Cuerpo de Cristo. Pero estas personas son escasas, debido a que por motivos culturales la mayoría de los cristianos se han acostumbrado a contar con el asesoramiento centrado en el problema. Nuestra propuesta para el ministerio centrado en Cristo en vez de dicho asesoramiento es radical; pero debido a la obsesión que muestran muchos por el asesoramiento centrado en el problema, será una medida aun más radical llevar a cabo estas maneras de ministrar que Dios nos dio y que desde una perspectiva bíblica tienen plena validez.

Consideraciones preliminares

A través de los años hemos documentado en nuestros libros y artículos 1 los defectos del asesoramiento psicológico y asimismo hemos enumerado los errores del movimiento de asesoramiento bíblico. No pretendemos decir con esto que no haya nada bueno en el movimiento de asesoramiento psicológico ni en el de asesoramiento bíblico. En efecto, algunos psicoterapeutas dan buenos consejos y algunos consejeros bíblicos se basan en las enseñanzas y principios de la Biblia. Lo que sí queremos decir es que ambos movimientos intimidan a los creyentes, ponen demasiado énfasis en resolver los problemas y tienen bastantes defectos para merecer nuestro rechazo. Muchos de los que hayan de leer este libro habrán leído también uno o más de nuestros otros libros y artículos y estarán familiarizados con nuestro punto de vista sobre los asesoramientos psicológico y bíblico. En los capítulos 2 y 3, sin embargo, hemos dado algunas de las razones por las cuales nos oponemos a estos movimientos.
El capítulo 2 es un breve resumen de la prueba de investigación que demuestra cuán vanas son realmente las promesas de la psicoterapia y sus psicologías subyacentes. Esta clase de psicología, que pretende ayudar a las personas que se ven afectadas por los problemas de la vida, es la misma sabiduría de los hombres sobre la cual advierte Dios a su pueblo (1 Corintios 2). Aunque los cristianos no necesitan la investigación científica para convencerse de que el Señor y su Palabra les dan todo los que necesitan para la vida y la piedad, es necesario entender que dicha investigación sí apoya la Biblia, pero no apoya lo que bien podría llamarse la toma psicológica del poder en la iglesia.
El capítulo 3 revela las debilidades del movimiento de asesoramiento bíblico y muestra las similitudes que existen entre él y su precursor, el movimiento de asesoramiento psicológico. Los consejeros bíblicos tratan de conformarse a las enseñanzas de la Biblia hasta donde les sea posible; pero su intento se ve socavado por su asesoramiento centrado en el problema, que es un reflejo del movimiento de asesoramiento psicológico.
El capítulo 4 revela los orígenes del asesoramiento centrado en el problema, y el capítulo 5 explica las diferencias que existen entre el ministerio centrado en Cristo y el asesoramiento antes mencionado. El capítulo 6 describe brevemente el quién, el qué, el porqué, el cuándo, el dónde y el cómo del ministerio centrado en Cristo. Por último, el capítulo 7 demuestra las ventajas que tiene este ministerio sobre el asesoramiento centrado en el problema y anima a los creyentes de las congregaciones locales a ministrarse unos a otros conforme a la Palabra de Dios y la vida de Cristo que está en ellos.

Nuestro propósito

El ministerio centrado en Cristo es mucho más amplio que el asesoramiento. En nuestro libro titulado Competent to Minister (Competentes para ministrar) explicamos también lo que se incluye en el cuidado de las almas. Sin embargo, el propósito de este libro es revelar los orígenes y defectos del asesoramiento centrado en el problema, para describir el ministerio centrado en Cristo, y cómo difiere de dicho asesoramiento, y para animar a las congregaciones locales a ministrar como Dios las ha llamado, sin la influencia de los movimientos de asesoramiento psicológico o bíblico. Gran parte de lo que decimos aquí son probablemente asuntos que los cristianos ya saben. Pero llamamos a los que son maduros en la fe a ser sal y luz en la iglesia local, especialmente en estos tiempos en que los consejeros psicológicos licenciados y consejeros bíblicos titulados parecen estar en boga. Tal vez este llamamiento constituya un contraste con lo que existe actualmente en el ámbito de la iglesia. Y si bien en este libro pretendemos animar a los creyentes maduros en la fe a ministrarse unos a otros en sus congregaciones, también animamos a todos los creyentes a crecer espiritualmente en la fe y en la práctica de las virtudes cristianas. Aunque este capítulo lo hemos titulado “Una propuesta radical”, puede ser que los creyentes de las iglesias que siguen aferrándose a la Biblia y confiando en el Señor y su Palabra se rasquen perplejos la cabeza y digan: “Pero ¿qué hay de
radical en esto? Es lo que hemos venido haciendo desde el principio.” ¡Damos gracias a Dios por estas iglesias! En efecto, hace cien años nuestra propuesta no habría sido radical. Pero como los métodos de asesoramiento psicológico y bíblico se han extendido por la iglesia y se han apoderado de la mente y el corazón de los creyentes, ¡esta propuesta es radical! Es necesario que muchos creyentes, pastores, iglesias,
universidades cristianas, seminarios y juntas misioneras den una vuelta de 180 grados. En efecto, si la iglesia o grupo al que usted asiste envía a los consejeros psicológicos o bíblicos a quienes necesitan ayuda espiritual o si invitan a dichos consejeros a formar parte de su consejo ministerial, bien podemos sugerirle que tal vez necesita buscar a alguien que de veras confía en la Palabra de Dios, y no a uno que aparenta tener confianza en ella. Esto significa tener bastante confianza para permitir que los creyentes maduros de su iglesia ministren a los que se ven afectados por los problemas de la vida, sin manuales, talleres, seminarios, títulos ni certificados de estudios de asesoramiento bíblico. Esperamos que nuestros débiles esfuerzos, y también oramos por ello, animen a los cristianos a rechazar los movimientos de asesoramiento psicológico y bíblico y a ministrar en el cuerpo local de los creyentes como Dios los ha llamado en su Palabra.

 

2. La psicoterapia (La conversación terapéutica)

Perdidamente enamorados de la psicología, un gran número de cristianos ha seguido la corriente del mundo. Se han prendado de lo mismo que describe Ellen Herman al principio de su libro titulado The Romance of American Psychology (El romance de la psicología en Estados Unidos).

La visión psicológica es el credo de nuestra época. En nombre de la ilustración, los especialistas prometen ayuda y fe, conocimientos y consuelo. Inventan fórmulas seguras para llevar una vida feliz y planes ambiciosos para desatar los nudos conflictivos. Según los impulsores de la psicología, esta cuenta con respuestas dignas de consideración a las preguntas personales más difíciles y soluciones prácticas a los problemas sociales más graves. Es probable que en los Estados Unidos de fines del siglo veinte ya tengamos que creer lo que nos dicen los especialistas en psicología. En efecto, estos hablan con autoridad a un público inmenso y se han hecho figuras conocidas en casi todas las comunidades, en los medios de comunicación y prácticamente en todos los sectores de la cultura popular. Su consejo es un gran negocio.

En la reseña que hace Ellen Herman sobre el auge de la psicología, y donde la considera como una profesión que ayuda a la gente, dice:

Durante todo el período de postguerra, Estados Unidos ha preparado y empleado a más especialistas en psicología, per cápita, que ningún otro país del mundo.... Antes de la Segunda Guerra Mundial, había pocos sanadores y consejeros profesionales; la mayoría de las personas relacionadas con la psicología se desempeñaban en actividades que no tenían nada que ver con la idea de “ayudar”.

Más adelante, Ellen Herman describe la omnipresencia de la psicología como el hecho de “haberse infiltrado prácticamente en todas las facetas de la existencia” humana; pero añade que “esto no significa que siempre haya existido ni que lo que dicen los especialistas haya tenido siempretanta importancia como la que tiene hoy” 3. A lo largo de su libro, la escritora revela que “la ayuda psicológica la definieron de tal manera que todos la necesitaban” 4. Y concluye su reseña con esta pregunta: “¿Anuncia el auge de la psicología un nuevo capítulo en la evolución del humanismo o solo indica que el Hermano Mayor es bastante listo para llegar disfrazado con el discurso de la ilustración y la salud?” Las teorías y terapias del asesoramiento psicológico no solo están infiltrándose en el cristianismo, sino que también están mancillando la fe que ha sido una vez dada a los santos. El auge de la psicología en la iglesia ha anunciado un nuevo objeto de fe, uno que para muchos debilita su fe en las promesas de Dios, la suficiencia de su Palabra, la obra del Espíritu Santo y la vida de Cristo en el creyente.

El auge de los terapeutas profesionales.

Con el auge de los terapeutas profesionales durante los últimos cincuenta años, los pastores se convencieron de que no estaban capacitados para aconsejar a las ovejas. Y si los pastores, que habían sido instruidos en la Palabra de Dios, no estaban capacitados, ¿cómo podrían las ovejas mismas ministrarse unas a otras en lo que se refiere a las necesidades del alma? Se enfrentaron, sin embargo, a un gran dilema, porque a mediados del siglo veinte solo unos pocos psicoterapeutas (consejeros psicológicos) eran cristianos. Así que, en vez de buscar las respuestas en la Biblia, decidieron que los cristianos siguieran cursos de psicología para poder ministrar a otros cristianos. Pero lejos de resolver el problema, lo agravaron, porque los cristianos que seguían estos cursos estaban instruyéndose en los procedimientos del mundo en vez de la Palabra de Dios. Estas terapias solo podían perfeccionar la carne o el “viejo hombre”, pues las habían ideado hombres incrédulos incapaces de entender la diferencia que existe entre la carne y el espíritu, entre el viejo hombre y el nuevo. Por consiguiente, todos estos métodos de asesoramiento psicológico fueron ideados para mejorar y fortalecer la misma carne de la que la Biblia nos dice que nos despojemos (Efesios 4:22).
Al ver que había ciertas discrepancias entre las teorías psicológicas y la Biblia, los cristianos procuraron resolver este problema por medio de la integración. Esta consistía en combinar las teorías y métodos psicológicos con las enseñanzas de la Biblia. Para hacerlo, los integracionistas adaptaban las teorías psicológicas para que concordaran con las Escrituras o adaptaban las Escrituras para que concordaran con la psicología. Pero parece haber ganado la última solución, ya que los cristianos emplean libremente la mayoría de las casi quinientas psicoterapias, muchas de las cuales se contradicen entre sí. Al observar las contradicciones que existen entre las teorías y terapias empleadas, uno puede ver fácilmente que no están sujetas a ninguna norma de control. Y es que se le puede dar un carácter “bíblico” a casi cualquier teoría o método psicológico con solo adaptar las Escrituras para que concuerden con ellos. Debido a la gran confianza que tienen muchos en estas teorías seculares, incluso los esfuerzos que se hacen en favor de la integración llevan indudablemente a fortalecer la carne en vez de nutrir el espíritu. Ni la Biblia ni la investigación apoyan la idea de apartarse del ministerio bíblico para seguir el asesoramiento psicológico. En lugar de resolver el problema de cómo ministrar a las almas que sufren, la iglesia se ha empeñado en cometer algunos errores como los siguientes:

1) Abandonar el ministerio de cuidar las almas.
2) Enviar las ovejas a otra parte.
3) Animar a los creyentes a instruirse en los métodos del mundo y en “la falsamente llamada ciencia” (1 Timoteo 6:20).
4) Abrazar la integración, que socava y tuerce las Escrituras.
5) Introducir las teorías psicológicas en el seno mismo de la iglesia empleando terapeutas pagados, ofreciendo grupos de apoyo basados en la psicología y enseñando la Biblia desde
una perspectiva psicológica.

En lugar de mirar la psicología con los lentes de las Escrituras, la mayoría de la gente mira ahora las Escrituras con los lentes de la psicología. Hasta este punto se ha extendido su influencia, lo cual es una de las principales razones por las que la iglesia se ha vuelto tan mundana. Ahora casi todos los creyentes dan por sentado que los profesionales cristianos, licenciados en psicología, son las personas más aptas para ayudar a los que se enfrentan a los graves problemas de la vida. Miles de personas se han capacitado como consejeros laicos; pero los que están a cargo de esta capacitación son principalmente consejeros titulados en psicología. Por tanto, aun cuando los creyentes se ministran unos a otros, gran parte
de su ministerio está contaminado con la psicología. Además, a estos consejeros laicos los han capacitado principalmente para remitir los problemas difíciles a los profesionales. Y para terminar, a gran parte de este asesoramiento psicológico (profesional y laico) lo llaman “asesoramiento bíblico”. Con esto engañan a la gente que desea obedecer a Dios y su Palabra al hacerles creer que, cuando buscan “asesoramiento bíblico”, se les ministra según las enseñanzas la Biblia. La situación es tan grave que, si no nos referimos al movimiento de asesoramiento bíblico y a los que se llaman a sí mismos “consejeros bíblicos”, generalmente evitamos la expresión“ asesoramiento bíblico” cuando hablamos sobre el ministerio mutuo en el Cuerpo de Cristo. Esto se debe a que gran parte de lo que se califica de “asesoramiento bíblico” se contamina con teorías y terapias ajenas a la Biblia. Preferimos las expresiones “ministerio”, “ministerio bíblico” y“ministerio centrado en Cristo”.
¿Cómo se puede cambiar el curso de los acontecimientos? ¿Cómo puede la iglesia cambiar de rumbo, cuando corre precipitadamente en una sola dirección? Por más de veinticinco años hemos procurado advertir a los creyentes de esta espiral descendente. Los argumentos de la Biblia han caído en oídos sordos. Se han pasado por alto los hechos y muy pocos ven la tragedia que le ha ocurrido a la confianza. Han dejado de ponerla en Dios y en su Palabra para depositarla en las falibles opiniones humanas. Pocos ven el enorme yermo de carnalidad donde se alimenta la carne y el espíritu pasa hambre, donde confían por completo en la sabiduría de los hombres y la “falsamente llamada ciencia”. Pero nosotros oramos para que Dios abra los ojos y oídos de los suyos y renueve las funciones propias de sus dones y su Cuerpo.

La psicoterapia no brinda mucho alivio

¿Por qué los cristianos tienen fe en las promesas de la psicoterapia con sus psicologías subyacentes? Porque obviamente creen que da resultado. La investigación, sin embargo, revela que no da tan buen resultado como cree la gente.
Hace algunos años, la Comisión sobre Psicoterapias de la Asociación Psiquiátrica de Estados Unidos (APE) publicó un libro titulado Psychotherapy Research: Methodological and
Efficacy Issues (Investigación en la psicoterapia: resultados de la metodología y eficacia). En él la APE declara: “Si la magnitud del efecto de la psicoterapia es mediana o pequeña, queda un punto discutible; nadie afirma que sea grande.” Aunque ningún investigador afirmaría que el grado de alivio de la psicoterapia es grande, muchos psicólogos profesionales y divulgadores de la psicología lo hacen.
Desde los descubrimientos de la APE ha habido muchas nuevas psicoterapias y estudios de investigación; pero la conclusión sigue siendo la misma. En una entrevista con el doctor Martin Seligman, ex presidente de la Asociación Psicológica de Estados Unidos, le preguntaron:
“Como terapeuta e investigador que ha pasado tres décadas tratando de construir un puente entre el mundo de la ciencia y el de la práctica cotidiana, ¿le han causado una buena impresión las pruebas irrefutables de la eficacia de la psicoterapia?”
Después de calcular el promedio de todos los estudios hechos sobre los efectos de la terapia, “que ya van por las cuatro cifras”, Seligman reconoció que, por lo general, solo produce “un alivio que puede variar de leve a moderado”. Después de “revisar periódicamente un libro de texto sobre psicología patológica que durante los últimos veinticinco años ha tenido cinco ediciones”, Seligman indicó que a lo largo de los años no ha habido muchos cambios con respecto a su conclusión de que la psicoterapia solo produce “un alivio que puede variar de leve a moderado”.
Puede que la conclusión de Seligman parezca satisfactoria en el sentido de que la psicoterapia solo produce “un alivio que puede variar de leve a moderado”. Pero cuando se consideran factores como los efectos del placebo y de los resultados iguales con ayudadores aficionados, no salen muy airosos los consejeros o psicoterapeutas psicológicos con sus honorarios elevados, pagos a terceros, excelente reputación y experiencia en los tribunales. Los cristianos no tienen por qué permitir que los induzcan engañosamente a dejar de confiar en Dios y en su Palabra.

El efecto placebo

El efecto placebo tiene lugar cuando uno tiene fe en una píldora, persona, proceso o procedimiento y es esta fe la que provoca la curación. Puede que todo -la píldora, persona, proceso o procedimiento- sea falso o simulado; pero el resultado es real. Nótese qué es lo que actúa en el placebo. ¡La fe! ¿Por qué, pues, no animar a los cristianos a poner su fe en Dios y en su Palabra en lugar de ponerla en los psicoterapeutas y sus modelos y métodos?
Un grupo de investigadores de la Universidad Wesleyana comparó los beneficios de la psicoterapia con los de los tratamientos basados en un placebo. Estos tratamientos eran actividades (como conversar sobre sucesos de actualidad, leer una obra dramática en grupo y oír discos) con las que se trataba de ayudar a las personas sin el uso de técnicas psicoterapéuticas. Al final de su trabajo, los investigadores llegaron a la siguiente conclusión:

... después de haber repasado como quinientos estudios sobre resultados, todavía no sabemos de ninguna demostración convincente de que con pacientes reales los beneficios de la psicoterapia exceden a los de los placebos.

El doctor Arthur Shapiro, profesor de psiquiatría clínica de la Escuela de Medicina Monte Sinaí, señala que el efecto que ha producido el asesoramiento psicológico puede ser el efecto de un placebo, el que a su vez puede explicar el efecto de los resultados iguales que
consideraremos en la sección siguiente. Al respecto,
dice:

Así como la sangría era quizás la técnica del placebo que más se usaba en otro tiempo, así también el psicoanálisis —y sus decenas de ramificaciones— es el placebo que más
se usa en nuestra época .


En una sesión anual de la Asociación Psicopatológica de Estados Unidos, el doctor Shapiro criticó a sus colegas profesionales por hacer caso omiso de los efectos del placebo y así
tergiversar los resultados de su investigación. Cree que si se consideraran estos efectos, “no habría ninguna diferencia entre la psicoterapia y el placebo”.
Y el doctor Hans Eysenck, uno de los psicólogos más conocidos del mundo, dijo:

El tenor general de las pruebas presentadas en estos últimos años parece ser que la conclusión del artículo que escribí en 1952 es válida todavía: la psicoterapia actúa, hasta donde lo hace, por medio de efectos no específicos o del placebo.

El placebo no solo afecta a una persona en particular, sino también a los que se ponen en contacto con dicha persona. Todos tendemos a sentir y creer que se hacen progresos porque se hace algo. El efecto placebo, junto con otros factores mencionados en este capítulo, menoscaba notablemente la autoridad de cualesquier resultados positivos que se hayan informado para la misma psicoterapia profesional.

Resultados Iguales

El efecto placebo puede ser también una de las razones que esgrimen los investigadores para lo que llaman “resultados iguales”, que es el hecho de que los casi quinientos métodos psicoterapéuticos parecen funcionar igualmente bien, a pesar de la incompatibilidad que tienen entre sí o incluso sus contradicciones. El Handbook of Psychotherapy and Behavior Change (Manual de psicoterapia y cambio de conducta) se refiere al “sentimiento general que prevalece en el sentido de que no hay ninguna diferencia en los resultados del tratamiento con clientes que han participado en terapias sumamente diversas”. En las obras de investigación que se han publicado, repetidas veces se da la siguiente explicación: “En diferentes terapias se incorporan factores comunes que sirven para curar, si bien la teoría de cambio, factor clave de cierta escuela, no ha puesto énfasis en ellos”.
Estos factores comunes incluirían el valor de la interacción humana normal así como el efecto placebo. Por tanto, las diferencias que hay en las diversas psicoterapias son menos importantes que las características que tienen en común. ¡Y por lo mismo estas características son sumamente comunes, y no la propiedad exclusiva del asesoramiento psicológico!

El doctor Joseph Wortis, de la Universidad Estatal de Nueva York, reduce, por decirlo así, a su mínimo común denominador toda la investigación que figura más abajo. En efecto, dice que “la proposición de si la psicoterapia puede ser beneficiosa puede reducirse a sus términos más sencillos en el sentido de si la conversación es muy útil”. Y más adelante añade: “Y esto no hay por qué investigarlo. Es evidente que esta conversación puede ser útil”.
Este efecto de los resultados iguales es cierto también en otras facetas del tratamiento. En un boletín de la Universidad de Harvard se informa que “el alcoholismo es notoriamente el problema de drogas más grave del mundo”. Y en un informe de la publicación Journal of Studies on Alcohol (Revista de Estudios sobre las Bebidas Alcohólicas) aparece el efecto de los resultados iguales en el uso de los programas de tratamiento del abuso de bebidas alcohólicas. El Instituto Nacional sobre el Abuso de Bebidas Alcohólicas y Alcoholismo patrocinó lo que se ha llamado “uno de los experimentos clínicos más grandes que jamás se hayan efectuado”. Al comparar a los pacientes de diversos programas (entre ellos los que están en los hospitales y los que están afuera), ninguno de los tratamientos tuvo más éxito que los otros.

Hipótesis del despertamiento de expectativas

El doctor David Shapiro ha propuesto una idea que sería un factor común para los resultados iguales y que podría tener éxito con las terapias. A esta idea la llama “hipótesis del despertamiento de expectativas” y la explica de la siguiente manera: “Los tratamientos difieren en eficacia solo hasta el punto en que despiertan en los clientes diferentes grados de expectativas de beneficio”.
Según esta hipótesis, a medida que la conversación o la terapia siguen su curso, se despierta en el cliente una expectativa positiva, y entonces se produce la mejoría. Así que, según el doctor Shapiro, cuando el terapeuta usa una de las psicoterapias, la eficacia suele tener relación con las propias expectativas de beneficio del cliente.
Por consiguiente, no importaría tanto la conversación terapéutica en sí, sino más bien las expectativas de beneficio del cliente. Cualquier mejoría positiva tiene más que ver con lo que el cliente trae a la terapia que con la terapia misma.
Cuando el placebo depende de la fe, el “despertamiento de expectativas” es una expresión de esperanza. Así que, la fe y la esperanza son los factores comunes y primordiales que contribuyen a obtener resultados positivos de la terapia. ¿No sería mejor que los cristianos pusieran su fe y su esperanza en Dios y en su Palabra que en la sabiduría psicológica de los hombres y en sus métodos terapéuticos? ¿Puede Dios agradarse de esta fe y esperanza extraviadas?

Ninguna prueba positiva

Como hemos demostrado en otra parte, hay razones científicas y bíblicas por las que debemos rechazar esta clase de psicología. Por las investigaciones que se han hecho, sabemos que la “instrucción, las credenciales y la experiencia de los psicoterapeutas no tienen ninguna aplicación” y que “la eficacia de uno como terapeuta no tiene ninguna relación con su formación profesional”. Basándose en los efectos de los resultados iguales, así como en muchos otros factores, el doctor Robyn Dawes, investigador ampliamente reconocido, lo ha resumido muy bien, diciendo: “No hay ninguna prueba positiva que apoye la eficacia de la psicología profesional. Hay anécdotas, hay plausibilidad, hay algunas creencias comunes: sí;
pero no hay ninguna prueba válida” 20. El doctor Dawes también proporciona los resultados de su investigación, con los cuales demuestra que la licencia del terapeuta profesional protege la profesión que ejerce este en lugar del consumidor. En un artículo titulado “Guerra psicológica entre terapeutas y científicos”, la doctora Carol Tavris dice:

El analfabetismo científico de los psicoterapeutas ha destruido familias, ha encarcelado a acusados que eran inocentes, le ha costado a la gente su trabajo y la custodia de sus hijos y ha promovido terapias carentes de valor, e incluso peligrosas. Un público incapaz de emitir un juicio crítico sobre las afirmaciones y los métodos de los psicoterapeutas en lo que se refiere a la credibilidad científica será vulnerable a lo que venga después con la epidemia histérica. Y en nuestra cultura orientada a la psicología habrá muchas cosas que vengan después. Algunas serán benignas; otras solo costarán dinero; pero aun otros costarán la vida.
Mencionamos esta información de pasada y lo animamos a que lea en nuestros primeros libros las pruebas que presentamos contra la psicoterapia y a favor de la Biblia. Además de poner al descubierto lo que sucede en el campo de la psicoterapia, también hemos proporcionado las razones bíblicas por las cuales los cristianos no deberían recurrir a la misma sabiduría de los hombres sobre la cual Dios ya nos ha advertido (1 Corintios 2) 22. La Biblia está llena de versículos que muestran el origen del hombre, la condición del hombre, la salvación y santificación del hombre y la verdad sobre la humanidad.

¡La psicoterapia no es una ciencia!

En otra parte hemos demostrado que la psicoterapia no llena los requisitos para que la consideremos como una ciencia. Hemos citado a eruditos eminentes en el campo de la psicología así como a filósofos de la ciencia para demostrar que la psicoterapia no es una ciencia. El doctor Sigmund Koch, director del estudio que efectuó la Fundación Nacional de la Ciencia y que se tradujo en una serie de siete volúmenes titulada Psychology: A Study of a Science (Psicología: estudio de una ciencia), dijo: “Ahora estoy completamente seguro de que la psicología no puede ser una ciencia coherente”.
El doctor Karl Popper, uno de los filósofos de la ciencia más destacados del siglo veinte, consideró que las teorías psicológicas formuladas por Freud, Adler y otros, y que estos las “hacían pasar por ciencias, en realidad tenían más cosas en común con los mitos primitivos que con la ciencia, que se parecían más a la astrología que a la astronomía”.

Las teorías del asesoramiento psicológico son conjuntos de opiniones humanas arregladas en marcos teóricos. Son invenciones basadas en la percepción de los teóricos y en sus experiencias personales. Estas teorías sirven de casa de espejos que reflejan a los teóricos mismos. En su artículo titulado “La teoría como autorretrato y el ideal de la objetividad”, la doctora Linda Riebel muestra claramente que “las teorías de la naturaleza humana reflejan la personalidad del teórico a medida que la exterioriza o la proyecta
detalladamente sobre la humanidad”. Dice que “la teoría de la naturaleza humana es un autorretrato del teórico ... que pone énfasis en lo que este necesita” y que las teorías de la personalidad y la psicoterapia “no pueden sobrepasar la personalidad de quien está comprometido en ese acto”

Conclusión

Ninguno de los casi quinientos métodos psicoterapéuticos depende del conocimiento del pecado para resolver sus problemas ni de la comprensión del arrepentimiento para aliviarlos. Y ninguna de las verdades bíblicas de la salvación y santificación es perceptible en la plétora de enfoques psicológicos que a menudo son contradictorios. En cambio, estos falsos sustitutos psicológicos de la verdad de las Escrituras sirven a la carne antes que al espíritu y apartan a la gente de Dios y de su Palabra.
Las psicologías y psicoterapias de asesoramiento han seducido al Cuerpo de Cristo y pueden hallarse en casi todas las universidades y escuelas cristianas, seminarios, confesiones e iglesias. A veces la psicología se presenta en forma manifiesta como psicología de Freud, de Adler, de Jung y de otros; pero muy a menudo aparece sin hacerse mención alguna y casi siempre se enmascara como la verdad del evangelio. Aunque Dios ha impartido poder en su Palabra, esta clase de psicología ha intimidado y cautivado de tal manera a la iglesia que esta ha sido incapaz de ayudar a los santos que sufren en medio de ella. Con razón advirtió Pablo a los colosenses, diciéndoles: “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Colosenses 2:8). Estas teorías son las diversas filosofías que se han propuesto sobre la humanidad. Son las complejas suposiciones y conjuntos de creencias que algunos hombres han concebido en su imaginación. En efecto, representan un gnosticismo moderno con la idea de que ciertas personas poseen un conocimiento oculto del alma. Solo Dios posee el conocimiento oculto del alma y Él ha revelado la verdad sobre el hombre interior en su Palabra. Los cristianos actúan como insensatos cuando buscan esta verdad en otra parte y por eso se les advierte al respecto. Pablo se propuso no usar “palabras persuasivas de humana sabiduría”, para que la fe de los creyentes no estuviera “fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios” (1 Corintios 2:4-5). Él no quiso tener nada que ver con la sabiduría del mundo (1 Corintios 2:6), porque sabía que Dios no es la fuente de esta sabiduría. La Palabra nos amonesta que no amemos al mundo ni las cosas que están en el mundo (1 Juan 2:15), y una de las cosas que están en el mundo es la sabiduría de este. Todos los métodos de asesoramiento psicológico que usan los supuestos cristianos fueron inventados por hombres no cristianos, ateos, agnósticos, ocultistas y humanistas seculares. El primer paso hacia una nueva capacitación del pueblo de Dios consiste en rechazar por completo esta clase de psicología, con todas sus falsas promesas, premisas, procedimientos y supuestas curaciones. A menos que la iglesia y el pueblo de Dios hagan esto, seguirán incapacitados para afrontar las dificultades de la vida y se rendirán a la confusión y contradicciones que hay en esta plétora de conversaciones terapéuticas.
Si uno no rechaza de plano tales terapias, no hay mucha esperanza de poder avanzar para obtener la capacitación que Dios proporciona. Los cristianos deben saber y afirmar que tal psicología no es más que presentimientos, opiniones, suposiciones y especialmente esa sabiduría de los hombres que Dios rechaza (1 Corintios 2). Deben salir por fe, confiando firmemente en la Palabra de Dios y en la obra del Espíritu Santo. Es probable que cuanto más intimidados se sientan los cristianos con los títulos universitarios y los cursos de psicología, menos capaces se sentirán para ayudar a sus compañeros cristianos que estén necesitados. Y al contrario, cuanto menos intimidados se sientan con dichos títulos y cursos, más capaces se sentirán para ayudar a otros creyentes.
Con mucha frecuencia oímos de cristianos que no saben qué hacer cuando se ven enfrentados a un problema personal o interpersonal, ya sea que se trate de una persona o de una pareja. Nuestro propósito es que los cristianos dejen los mitos de las teorías y metodologías del asesoramiento psicológico y acudan al Señor, a fin de que Él los capacite para ministrar. Queremos convencer a los creyentes de que son competentes para ministrar en el Señor y así estén seguros de que pueden hacerlo.

 

3. El movimiento de asesoramiento bíblico

Cuando algunos cristianos se alarmaron por la manera como el asesoramiento psicológico invadía el cristianismo, intentaron revertir la tendencia sustituyendo el asesoramiento psicológico por el asesoramiento bíblico. En realidad, iban en la dirección correcta: ¡de vuelta a la Biblia! Puede verse, sin embargo, la profunda influencia que ha ejercido el asesoramiento psicológico en el movimiento de asesoramiento bíblico cuyos líderes llaman a lo que hacen “una alternativa a la psicología secular”. ¿Desde cuándo la Biblia es tan solo una alternativa? Cuando el movimiento de asesoramiento bíblico se afianzó, comenzó a reflejar de diversas maneras ciertos aspectos del modelo de asesoramiento psicológico. Y una de las principales maneras como reproducía los procedimientos del mundo consistía en tener consejeros capacitados
.
En otras palabras, debía haber personas especiales que estuvieran capacitadas para asesorar. Se estimaba que esta capacitación era esencial si uno tenía que ministrar a una persona necesitada. Se crearon programas de capacitación y muy pronto se produjo una división entre los creyentes, entre la élite— los que se habían capacitado y, por tanto, podían aconsejar a otro creyente— y los que no pertenecían a ella—los que carecían de capacitación y, por tanto, no eran aptos para acercarse a otro creyente y ministrarle.
Históricamente el movimiento de asesoramiento psicológico se aceleró durante los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, como lo explica en detalle Ellen Herman en el libro
del cual es autora y que mencionamos en el capítulo anterior 1. Después del auge y aparente éxito de este movimiento y de seguirlo por casi treinta años, apareció a principios de la década del setenta el movimiento de asesoramiento bíblico. A fin de que pueda tener una perspectiva más exacta sobre este asunto, lo animamos a acordarse de cómo eran las cosas treinta años atrás. ¿Dónde estaban entonces los manuales, talleres, seminarios, títulos y certificados de estudios de asesoramiento bíblico? Y ahora, si los creyentes no han asistido a uno de los talleres o seminarios antes mencionados ni han obtenido un título o certificado de ellos, no se sienten capacitados ni gozan de la confianza de la gente para poder “aconsejar” a otros. Las escuelas y los seminarios hicieron planes para impartir clases, se escribieron libros de texto y manuales, y se formaron organizaciones para autorizar a los consejeros bíblicos. Poco después había todo un cuadro de consejeros que capacitaban a un número cada vez mayor de personas en el asesoramiento bíblico, precisamente cuando la tendencia principal era el asesoramiento.

En efecto, si alguien tenía un problema, el consejo que le daban era: “Usted necesita que lo asesoren.” Entonces los que no recibían ayuda de los consejeros bíblicos terminaban recurriendo a los consejeros psicológicos, porque entre los cristianos se había establecido firmemente la fe en el asesoramiento. Por tanto, en vez de reemplazar a los consejeros
psicológicos, a menudo los consejeros bíblicos se convertían en intermediarios para que otros recurrieran al asesoramiento psicológico. Con los “psicólogos cristianos”, la línea de distinción se hizo muy borrosa, ya que muchos psicólogos se refieren a sí mismos como “consejeros bíblicos” o “consejeros cristianos”.
Sin embargo, los cristianos no necesitan nada de esta clase de capacitación. No hay prueba alguna de que los largos programas de capacitación, certificados, prácticas de asesoramiento o seminarios capaciten a un cristiano para que ministre con más eficacia que otro. En realidad, los manuales exhaustivos y agotadores (como los que se usan en el movimiento de asesoramiento bíblico), con numerosos detalles innecesarios, pueden servir más para impedir que los creyentes ministren a otros que para ayudarlos a ministrar. En vez de ejercer confiadamente su ministerio, esperando a ver qué hará el Señor, a menudo los creyentes tienen sus mentes ocupadas en tratar de recordar un caso semejante descrito en algún manual y qué versículos se usan en él. O bien se sienten tan intimidados por no haber seguido bastantes cursos o por no haber estudiado suficientemente sus manuales.
Lo que nos proponemos aquí, como lo hemos hecho en otros libros y artículos nuestros, es convencer a los cristianos de que pueden ministrar eficazmente a otros creyentes sin tener un título universitario en psicología ni ser un consejero profesional autorizado y sin tener siquiera un título de una universidad cristiana o de un seminario bíblico ni un certificado de estudios de asesoramiento bíblico.

Los estudios de casos

En la psicología y en el asesoramiento bíblico se usan a menudo los estudios de casos, generalmente para mostrar la eficacia de cierta idea o metodología. Además del uso de breves
ejemplos para ilustrar un punto, tenemos otras varias razones para oponernos al uso de estos estudios. Los doctores Elizabeth Loftus y Melvin Guyer escribieron un artículo de dos partes con el subtítulo de “Los riesgos de una singular historia clínica”. Y lo comenzaron con la siguiente afirmación:

En la ciencia, las historias clínicas [o de casos clínicos] tienen una larga y estimada tradición. Son anécdotas irresistibles, muchas veces bastante convincentes para generar teorías completas sobre la conducta. Freud construyó el edificio de la teoría psicoanalítica basándose en los poquísimos casos que atendió en las terapias. Bruno Bettelheim usó algunos casos de niños autistas para concluir que el autismo se debía a las madres “refrigeradoras” [calificativo con que se motejó en Estados Unidos a las madres que parecían ser indiferentes y esquivas con sus hijos e incapaces de tener una buena relación con ellos]. Y el relato que escribió la psiquiatra Cornelia Wilbur de su paciente, “Sybil”, cautivó a millones de personas que creyeron la historia de las“múltiples personalidades” de ella.

Todas estas teorías, basadas en “poquísimos casos”, han tenido una profunda influencia en la práctica de los psicoterapeutas; pero con el tiempo todas han quedado desacreditadas.
Al respecto, Loftus y Guyer dicen:

Pero por definición, los estudios de casos están limitados por las percepciones e interpretaciones del narrador. Si han sido bien referidos ... muchas veces los lectores los encuentran más persuasivos y irresistibles que las aburridas muestras y sorprendentes ejemplos de la ciencia.

El doctor Paul Meehl, ex presidente de la Asociación Psicológica de Estados Unidos, escribió una vez un extenso artículo titulado “Por qué no asisto a las conferencias de casos”, en el que indica un sinnúmero de razones que le preocupan al respecto. Muchos consejeros bíblicos usan los estudios de casos a lo largo de sus libros, manuales y conferencias y muchas de las mismas objeciones son aplicables a ellos. En cierta ocasión el consejero bíblico usó el caso de una persona a quien nunca había conocido, sino que solo había oído de ella de un tercero. ¡Cuidado!; aunque puede que esté bien usar ejemplos breves, no se deje intimidar por estos casos que se usan en el asesoramiento bíblico y que demuestran un planteamiento o punto de vista del consejero bíblico o que se emplean para demostrar cómo se debe aconsejar, ya sea que los presenten por escrito o que los refieran verbalmente en las conferencias. Es tiempo de que los cristianos dejen de tratar de aprender a aconsejar estudiando u oyendo casos clínicos. Además de las razones que se han dado anteriormente, los casos bien pueden ser un estorbo. Puede que dos personas parezcan tener exactamente el mismo problema; pero solo Dios sabe los detalles del qué y el cómo en cada caso.
Por eso es que decimos que los que ministran a otros tienen que intervenir y retirarse, por decirlo así. Tienen que ponerse a disposición; pero también tienen que dejar que Dios obre en vez de pugnar por imponer su propio programa de actividades.

El mito de la capacitación especializada

¡La idea de que es necesario tener una capacitación especializada es un mito! Todo creyente que pueda ser usado por el Espíritu Santo para llevar a otro a la salvación o a la santificación es competente para que Dios lo use también para ministrar a otro sin necesidad de tener una capacitación especializada en asesoramiento bíblico. El
mito de la necesidad de tener esta capacitación ha intimidado a los cristianos impidiéndoles obedecer el mandamiento divino de acercarse a los creyentes que tienen problemas en su vida. Primero fueron intimidados con la idea de que un creyente no puede ayudar a otro a menos que se haya licenciado en psicología. Luego lo fueron con la idea de que los cristianos no pueden brindar una ayuda efectiva a menos que se hayan capacitado en asesoramiento bíblico. Y lo peor es que fueron intimidados expresa o tácitamente con la idea de que si no se capacitaban podrían hacer daño a otra persona. Muchas veces ni siquiera los graduados de los seminarios se consideran aptos para aconsejar si no se han especializado en asesoramiento bíblico. En efecto, pueden orar, predicar y enseñar la Palabra de Dios desde el púlpito; pero se sienten demasiado intimidados para ministrar personalmente a las ovejas. Es más: generalmente no confían en que los simples miembros de su congregación puedan ministrar a sus ovejas. O las envían a consejeros licenciados en psicología o a los que se han capacitado en“asesoramiento bíblico”.

Como lo demostramos más atrás, los resultados positivos de las interacciones personales calificadas de psicoterapia y asesoramiento no vienen de los datos específicos de la teoría ni de la metodología. En efecto, el consejero no es realmente el principal factor de cambio en los asesoramientos psicológico o bíblico.
Se ha puesto demasiada atención, importancia y responsabilidad en el consejero humano como el especialista que provoca el cambio. Como lo ha demostrado la investigación, el cambio tiene que ver más con el cliente o persona aconsejada que con el terapeuta o consejero; también tiene que ver más con el cliente o persona aconsejada que con la teoría o metodología. En el Cuerpo de Cristo, el cambio tiene que ver con el Señor que obra en su hijo. ¡El que se acerca a ministrar a alguien, incluso en las situaciones más difíciles, no es más que una sombra comparado con el Señor y el que busca ayuda! Por tanto, no hay necesidad de intimidar a los creyentes cuando el Señor los llama a ministrarse unos a otros, ya que al hacerlo, esto es, cuando Él ministra al creyente y cuando este le responde, están sirviendo al Señor en obediencia.

A menudo el ministerio mutuo en el Cuerpo de Cristo, cuando un hermano o hermana se ven afectados por los problemas de la vida, es un ministerio que comparten con el Señor, quien obra por medio de algunos de sus hijos para ayudar al que tiene necesidad. Además, cuando el Señor obra, todos tienen la oportunidad de crecer en el conocimiento de Dios y en sabiduría y discernimiento espiritual. ¡Todos los creyentes que participan en la obra de Dios se benefician y crecen!

La razón principal por la que cambia la gente

En el capítulo anterior, mencionamos los resultados iguales que se obtienen entre las diversas psicoterapias así como entre otros programas de tratamiento como los que se han preparado para el alcoholismo. El Handbook of Psychotherapy and Behavior Change (Manual de psicoterapia y cambio de conducta) pone en claro que las características del cliente hacen una gran diferencia con respecto a los resultados de la terapia. En la Recapitulación, el manual explica lo siguiente:

... es el cliente más que el terapeuta el que lleva a cabo el proceso de cambio. Si no asimila, utiliza ni hace suyos los arduos esfuerzos del terapeuta, no sucede nada.¡En vez de discutir sobre si “la terapia surte efecto” o no, podríamos formularnos la pregunta de si “el cliente hace progreso” o no!

Desde luego, los clientes que han sido motivados a cambiar y han sido tratados con varias terapias y por diversos terapeutas suelen experimentar un cambio mayor que los que no quieren cambiar. Con respecto a los resultados iguales obtenidos en el tratamiento del alcoholismo, la Journal of Studies on Alcohol (Revista de Estudios sobre las Bebidas Alcohólicas) dice que las únicas diferencias que había en cuanto al éxito alcanzado tenían que ver con otros factores, como la motivación personal. Un boletín de la Universidad de Harvard lo explica con más claridad todavía cuando dice:

Como el alcoholismo, al igual que todos los hábitos morbosos, es una motivación desordenada, un pleno compromiso de cambiar no solo es un motivo de recuperación, sino a menudo la mayor parte de ella. En cierto sentido, todos los tratamientos de hábitos morbosos son maneras de mejorar la motivación.

En el Prólogo del libro titulado The Great Psychotherapy Debate (El gran debate de la psicoterapia), Gene Glass dice:

La posición de factores comunes (a saber, que las muchas clases específicas de tratamiento psicoterapéutico logran casi iguales ... beneficios debido a un centro común de procesos curativos) puede trasladar el foco de la enseñanza y teoría misma de la psicoterapia del terapeuta al cliente, de cómo “cura” el terapeuta a cómo“se sana” el cliente.

Hecha toda la investigación correspondiente, concluimos que la razón principal por la que se obtienen resultados iguales en diversos programas de tratamiento se debe más bien a los clientes que a los terapeutas o las terapias. Cuanto más se motiva al paciente, más probabilidad hay de que ocurra un cambio; y cuanto menos se motiva al paciente, menos probabilidad hay de que ocurra un cambio. Como ya lo mencionamos, los cristianos no necesitamos que se haga una investigación científica para demostrar lo que la Biblia ya enseña; pero es interesante señalar que dicha investigación confirma lo que la Biblia ya declara sobre la responsabilidad y motivación individual. Pero en los asesoramientos psicológico y bíblico hay una gran dependencia del consejero y del proceso de asesoramiento, mientras que en el ministerio centrado en Cristo se anima al buscador a depender del Señor. Cuanto menos interviene el ayudador, más probabilidad hay de que el buscador crezca espiritualmente. Los ayudadores del ministerio centrado en Cristo deben seguir a Juan
el Bautista cuando dijo, “Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe” (Juan 3:30).

Los profesionales en comparación con los aficionados

El Señor participa en el proceso del ministerio centrado en Cristo a medida que los creyentes se vuelven a Él y a su Palabra y se animan unos a otros por el camino de la santificación. Como la responsabilidad del cambio y crecimiento está entre el que busca ayuda y el Señor, los creyentes no tienen por qué tener miedo de ministrarse unos a otros si no se han capacitado en los asesoramientos psicológico o bíblico. Además, la investigación demuestra que los consejeros aficionados lo hacen tan bien como los profesionales. Sería fácil proporcionar una lista de estudios que indicaran la eficacia de los terapeutas no profesionales. Por ejemplo, el referido Handbook of Psychotherapy and Behavior Change (Manual de psicoterapia y cambio de conducta) informa:

En una revisión meta-analítica de los estudios que tratan sobre el nivel de capacitación, Berman y Norton concluyeron que los terapeutas que habían recibido formación profesional no tenían ninguna ventaja sistemática sobre los terapeutas no profesionales al considerar los beneficios del tratamiento.

Y el doctor Robyn Dawes dice:

Ponderar la eficacia de la psicoterapia nos ha llevado a concluir que los psicólogos profesionales no son mejores psicoterapeutas que cualesquier otros que tengan una capacitación mínima —y a veces que los que no tengan ninguna capacitación—; los profesionales son simplemente más costosos.

Al comparar a los profesionales con los no profesionales, no podría presentarse la mejor prueba posible porque ello supondría incurrir en un engaño. La mejor comparación implicaría conceder a los no profesionales títulos, grados, credenciales y otras distinciones equivalentes a las de los profesionales. Eysenck llama la atención sobre los tratamientos con placebo que generalmente competen a los aficionados y se usan en comparación con el tratamiento psicoterapéutico profesional. Al respecto afirma:

No se dice nada sobre la calidad de los placebos usados. Para ser eficaces, estos deben contener todos los elementos teóricamente eficaces del tratamiento que se prueba; esto significa igual duración, igual atención e igual creencia en la eficacia por parte del paciente. Yo nunca he visto un estudio que siquiera se aproximara, ni mucho menos alcanzara, a tal grado de equivalencia.

La misma crítica se aplica al empleo de los no profesionales. Para superarla, sugerimos que los profesionales renuncien a sus títulos, grados, credenciales y otras distinciones. Para que haya una comparación justa, los clientes de la terapia deben ignorar cuál es la formación que han recibido los no profesionales así como los profesionales. La razón de esto es obvia. Si los últimos se presentan con todos sus títulos y demás distinciones, probablemente tendrán todos los recursos que cuentan con la sanción cultural y que se añaden a otros profesionales de nuestra sociedad. En otras palabras, tendrán un mayor efecto placebo. Otro elemento necesario para que haya tanta equivalencia como sea posible es el empleo de otros profesionales orientados hacia las personas, que

NO se hayan licenciado en psicoterapia, pero que tengan iguales logros educacionales en sus respectivos campos. Por ejemplo, uno podría seleccionar a ingenieros, biólogos, físicos, químicos y otros profesionales como ellos para servir de terapeutas no profesionales. Nos gustaría ver que se efectuara un experimento semejante entre los que se han graduado o titulado en asesoramiento bíblico y los que no han recibido ninguna capacitación en esta materia. Para que también haya una comparación justa, los que acuden en busca de ayuda no deben saber qué formación han recibido los consejeros bíblicos, sean capacitados o no. Si todas las distinciones se mantienen iguales, excepto la capacitación en asesoramiento bíblico por parte de un grupo, bien podemos decir que el grupo que no se ha capacitado lo hará muy bien o mejor, a menos que se haya dejado intimidar. Hay un ejemplo excelente de cómo los recursos que cuentan con la sanción cultural influyen en el resultado. Esto puede verse en la siguiente descripción de los resultados que se informan en el libro titulado Psychotherapy Research: Methodological and Efficacy Issues (Investigación en la psicoterapia: resultados de la metodología y eficacia), publicado por la Asociación Psiquiátrica de Estados Unidos:

En un experimento efectuado en el Instituto Nacional de Salud Mental de Bangalore se descubrió que entre los psiquiatras titulados en Occidente y los sanadores nativos había cierta analogía en el ritmo de recuperación. La diferencia más notable consistía en que los llamados “hechiceros” libraban más pronto a sus pacientes.

En un estudio sobre terapeutas profesionales y no profesionales, el doctor Hans Strupp, investigador de la Universidad de Vanderbilt, comparó la mejoría mental y emocional de dos grupos de estudiantes universitarios. Se constituyeron dos grupos de “terapeutas” para proporcionar “terapia” a los dos grupos de estudiantes. En lo posible estos se equipararon teniendo como base el sufrimiento mental y emocional. El primer grupo de terapeutas se componía de cinco psiquiatras y psicólogos. “Seleccionaron a los cinco terapeutas profesionales que participaban en el estudio basándose en la reputación que tenían en la comunidad profesional y académica en cuanto a pericia clínica. Tenían un promedio de veintitrés años de experiencia.” El segundo grupo de “terapeutas” se componía de siete profesores universitarios de diversos campos, pero sin estudios terapéuticos. Cada uno de estos usó su propia manera de atender y cada terapeuta titulado usó su propia clase de terapia. Los estudiantes que fueron atendidos por los profesores mostraron tanta mejoría como los que fueron atendidos por terapeutas titulados y de vasta experiencia en su especialidad. Un elemento que es necesario destacar aquí es el hecho de que los profesores, si bien eran aficionados en la terapia, tenían todoslos recursos que cuentan con la sanción cultural y que son equivalentes a los de los terapeutas profesionales. Muchos estudios más apoyan la eficacia de los no profesionales. Sin embargo, un aspecto de la mayoría de estos estudios que podrían poner en desventaja a los aficionados es el efecto placebo del paciente que sabe que ve a un profesional en vez de un aficionado. La expectativa de cura que realmente actúa como placebo es mucho más alta cuando la gente cree que quienes los ayudan son más bien especialistas profesionales que solo personas corrientes. Si no existiera este efecto placebo, creemos que los aficionados harían mejor que los profesionales. Además, habría mayores resultados eternos entre los cristianos si los creyentes confiaran verdaderamente en el Señor, obedecieran su Palabra y siguieran sus instrucciones en cuanto a ministrarse unos a otros (Gálatas 6:1-2).

El asesoramiento como discipulado

Algunos consejeros bíblicos afirman que hacen discípulos a los creyentes. A lo largo de los evangelios vemos que llamaron “discípulos” a los seguidores de Jesús. La palabra que se ha traducido por “haced discípulos” en Mateo 28:19 incluye la idea de “instruir” o “enseñar”. Cuando Jesús enseñaba, hacía discípulos o seguidores de Él y de sus enseñanzas. Cuando Pedro, Pablo y los otros apóstoles predicaban y enseñaban, enseñaban a la gente a ser discípulos de Jesús. Los predicadores y maestros de la Palabra de Dios continúan enseñando a la gente a seguir a Cristo. Pero la idea contemporánea de equiparar el asesoramiento con el discipulado solo se puede aplicar cuando los consejeros instruyen a la gente en las verdades bíblicas y les enseñan a seguir a Jesús. Nada de lo que se emplea en el asesoramiento merece llamarse discipulado, especialmente la metodología psicológica procedente del mundo y la actividad principal consistente en conversar sobre los problemas.

El ministerio centrado en Cristo pretende hacer discípulos y animarlos en la fe. Sin embargo, durante los últimos treinta y cinco años le han asignado a la palabra discipulado un significado que Jesús nunca se propuso. El discipulado se convirtió en una relación en la cual uno era el que hacía discípulos (el superior) y el otro, el discípulo (el subordinado). En esta relación a menudo los que hacían discípulos ejercían mucha autoridad sobre estos, hasta el punto de decirles lo que tenían que hacer y decidir por ellos. Desde luego, el asesoramiento ha adoptado alguna de estas formas de discipulado contrarias a la Biblia, ya que los consejeros (los que hacen discípulos) a menudo ejercen autoridad en la vida de los que son aconsejados (los subordinados), cuando muchas veces toman decisiones por ellos y cuando les dicen directa o indirectamente lo que deben hacer. Con mucha frecuencia tal asesoramiento-discipulado hace a los creyentes discípulos de sus consejeros. El ministerio centrado en Cristo se opone a tal dependencia y anima a los creyentes a depender más de Cristo que de otra persona. En realidad, este ministerio trabaja para ayudar a la gente a andar con Cristo, a llevar sus problemas a Él en vez de otras personas y a unirse de tal manera al Cuerpo de Cristo que den y reciban la vida de Él.

Conclusión

Los creyentes necesitan aprender a acudir a Cristo en los tiempos de necesidad, porque solo por medio de Él hallarán la voluntad de Dios y su camino en cada situación. Todos los problemas o pruebas que experimentamos son para conformarnos a la imagen de Cristo. Así que, todas las pruebas debemos llevarlas a Él, y no para manipular las circunstancias ni para hacer lo que queremos, sino para averiguar qué es lo que Dios hace y quiere hacer. Sí, hay pastores, maestros y compañeros creyentes que dan sabios consejos durante los tiempos de necesidad. Pero uno no tiene por qué aconsejar ni ser aconsejado para hallar la sabiduría. El ministerio personal debe ser una parte natural de la vida diaria de la iglesia por medio de la predicación y enseñanza de la Palabra y mediante los creyentes que oran unos por otros, se animan, amonestan y exhortan unos a otros y se enfrentan con mansedumbre unos a otros. Todo esto puede hacerse sin necesidad de un sistema, centro ni ministerio de “asesoramiento bíblico”. Aunque puede que los que justifican el asesoramiento bíblico afirmen otra cosa, hace tan solo unos treinta años, antes que comenzara este movimiento, se hacía todo esto al menos en las iglesias que predicaban y enseñaban todo el consejo de Dios.

Nosotros, así como otros, hemos hablado claramente contra los errores del movimiento de asesoramiento bíblico. No sabemos de ninguna organización de asesoramiento cristiano que haya censurado severamente a estos consejeros bíblicos que cobran honorarios o solicitan donaciones por sus servicios y se haya negado a afiliarse a ellos; tampoco sabemos si estas organizaciones han excluido de su lista de miembros a los que tienen oficinas o centros de asesoramiento bíblico fuera de la iglesia. Además, muchos de los líderes más conocidos del movimiento de asesoramiento bíblico son también miembros de organizaciones manifiestamente integracionistas o abiertamente psicológicas. Éstas, así como muchas otras prácticas contrarias a la Biblia, nos han llevado a no recomendar a ninguna de las diversas organizaciones de asesoramiento bíblico.

Queremos poner en claro que, aunque nos oponemos al movimiento de asesoramiento bíblico con sus estudios y credenciales, estamos firmemente a favor de que los cristianos estudien la Biblia y se instruyan diligentemente en la Palabra en sus respectivas congregaciones, sin las enseñanzas relacionadas con el movimiento antes mencionado. El que ha sido salvo y se santifica por medio de las pruebas de la vida es competente para que Dios lo use en la vida de otra persona mediante la obra del Espíritu Santo y sin los estudios del asesoramiento bíblico.

Uno no tiene por qué considerar a los consejeros bíblicos, ni siquiera a los que son muy conocidos a través de libros, conferencias y organizaciones o a quien ha hecho asesoramiento bíblico durante años, como mejores para ministrar a un creyente en una congregación local que uno que ha hallado que Dios es suficiente a través de las pruebas de la vida y que ha madurado por la obediencia a su Palabra.

 

4. El auge y la práctica del asesoramiento centrado en el problema

En su Palabra, Dios nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, y en ella tenemos también todo lo que necesitamos para enfrentarnos a los problemas de la vida. Pero durante los últimos cincuenta años ha habido un cambio dramático en la confianza que tenían los cristianos. Porque en cuanto a lo que piensa, siente, habla y hace la gente y a la relación que tienen entre sí, los creyentes han dejado de confiar en la Palabra de Dios y se apoyan en la sabiduría de los hombres. Este cambio ocurrió debido a la creciente popularidad de la psicología, primero fuera de la iglesia y luego dentro de ella y de sus diversas instituciones, como universidades cristianas, seminarios, escuelas cristianas y agencias misioneras. La psicología a la cual nos referimos es la psicoterapia y sus psicologías subyacentes.

Porque comenzando con Anton Mesmer y Sigmund Freud y siguiendo luego con otros, la levadura de la psicología ha fermentado ahora toda la masa. Hasta ahora hemos escrito conjuntamente con otros autores varios libros y artículos, muchos de los cuales han proporcionado las razones bíblicas y científicas para desechar la psicoterapia y gran parte de lo que se ha llamado “asesoramiento bíblico” 1. Pero si bien es necesario poner al descubierto las falsedades y defectos del asesoramiento psicológico, es aun más necesario para lo que ahora nos preocupa que revelemos la fuente del asesoramiento centrado en el problema, el cual se ha convertido en la forma normal de aconsejar tanto dentro como fuera de la iglesia.

La conversación como cura, la retórica como remedio

En su libro titulado Mesmerism and the American Cure of Souls (El mesmerismo y la cura de las almas en Estados Unidos), Robert Fuller relata cómo el mesmerismo prometió grandes beneficios psicológicos y espirituales. Sus promesas para la autosuperación, la experiencia espiritual y la realización personal fueron muy bien recibidas de parte de personas ajenas a la iglesia. Fuller dice que el mesmerismo ofreció “un campo completamente nuevo y sumamente atractivo para el conocimiento de sí mismo, esto es, sus propias profundidades psicológicas”. Y agrega que “sus teorías y métodos prometieron restaurar a las personas, incluso a las que no pertenecen a ninguna iglesia, para que estén enarmonía con el esquema cósmico”. La descripción que hace Fuller del mesmerismo en Estados Unidos es un retrato exacto de la psicoterapia del siglo veinte así como de las llamadas religiones de la ciencia mental. El propósito e impetuoso deseo de descubrir y desarrollar el potencial humano se originó en el mesmerismo y estimuló el crecimiento y expansión de la psicoterapia, el pensamiento positivo, el movimiento del potencial humano y las religiones de la ciencia mental.
En una sección que lleva por título “El mesmerismo: el comienzo de la psicología en Estados Unidos”, el libro de la Asociación Psicológica de Estados Unidos titulado History of Psychotherapy: A Century of Change (Historia de la psicoterapia: un siglo de cambio) dice:

Los historiadores han descubierto varios aspectos del mesmerismo y sus ramificaciones que prepararon el escenario para la psicoterapia en el siglo veinte. Este promovió ideas que son la quintaesencia del pensamiento estadounidense y que se han convertido en características teóricas permanentes de nuestro panorama psicológico en este siglo.

La gran influencia de Mesmer dio un impulso inicial a las alternativas religiosas al cristianismo, alternativas que parecían tener un carácter científico. Y con él comenzó la tendencia de convertir la religión en un tratamiento o terapia. Pero lo único que le dio al mundo fue una religión y una esperanza falsas. Al respecto, el profesor de psiquiatría Thomas Szasz describe con estas palabras la influencia de Mesmer:

En lo que se refiere a considerar la psicoterapia como una “técnica médica” moderna, bien puede decirse que esta tuvo un descubridor y que dicho descubridor fue Mesmer. Este tiene la misma clase de relación con Freud y Jung que Colón con Thomas Jefferson y John Adams. Colón se encontró con un continente que posteriormente los padres fundadores transformaron en la entidad política conocida como Estados Unidos de América. Mesmer se encontró con el uso literal de la principal metáfora científica de su época para explicar y conjurar toda clase de problemas y pasiones humanas, una figura retórica que más tarde los fundadores de la moderna psicología profunda convirtieron en la falsa entidad médica conocida como psicoterapia.

En su libro titulado The Myth of Psychotherapy (El mito de la psicoterapia), Szasz se explaya en su comentario sobre Mesmer, afirmando que este es realmente el primer padre de la psicoterapia al hacer uso de la retórica. Al respecto dice:

Tratar de demostrar que la psicoterapia es retórica es como tratar de demostrar que la vaca es un mamífero. ¿Por qué, pues, hay que hacerlo? Por dos razones: porque ahora la opinión oficial de las instituciones dominantes de la sociedad es que la psicoterapia es una forma de tratamiento médico y porque la conciencia contemporánea casi ha dejado de apreciar la retórica. Estimar la psicoterapia más bien como conversación que como cura requiere, pues, que no solo consideremos el error de clasificarla como una intervención médica, sino también que consideremos de nuevo el asunto de la retórica y veamos si tiene alguna relación con la curación mental. Hablando sin ambages, ¿qué hacen realmente el paciente y el psicoterapeuta? Pues, se hablan y se oyen el uno al otro. ¿Y de qué hablan? En sentido estricto, el paciente habla de sí, y el terapeuta del paciente. En sentido amplio, sin embargo, ambos hablan también de otras personas y de diversas materias de su incumbencia. El caso es que cada uno trata de persuadir al otro a ver o hacer las cosas en cierto modo. Esto es lo que caracteriza sus actuaciones como esencialmente retóricas. Si el psicoterapeuta y su paciente no fueran retóricos, no podrían participar en la actividad que ahora llamamos convencionalmente psicoterapia, como tampoco podríamos llamar mamíferos a las vacas si estas no amamantaran a sus crías.

Así pues, la psicoterapia tiene su origen en las teorías de Mesmer y Freud y, aunque ha experimentado casi quinientas variedades, todavía existe esencialmente en forma de retórica como remedio y de conversación como cura. Con el tiempo estas formas de psicoterapia se profesionalizaron y quedaron en manos de los nuevos facultativos (de aquel entonces). Finalmente los que vinieron después tuvieron que instruirse y titularse. Esto fue un hito en la historia de la psicología y ahora la conversación terapéutica ha sido plenamente aceptada en el mundo y en la iglesia. Ahora estos curanderos del alma han dictado las normas para la solución de los problemas que aquejan a la gente, solución que la iglesia no solo ha adoptado con entusiasmo, sino que también ha esperado y puesto en práctica. La actividad de la conversación como cura o de la retórica como remedio se difunde por medio del asesoramiento centrado en el problema, que es la norma fuera de la iglesia y dentro de ella, y también en los asesoramientos psicológico y bíblico. Volver al verdadero método bíblico es cosa difícil de lograr; pero es necesario que la situación tome un giro radical si lo que se busca es más bien el crecimiento espiritual que el cambio carnal.

El asesoramiento centrado en el problema

Hay una diferencia importante entre lo que hacen los psicólogos y muchos de los que se llaman consejeros bíblicos y lo que nosotros recomendamos para afrontar los problemas de la vida. El consejero que se centra en el problema se informa de la naturaleza de dicho problema por medio de la conversación que sostiene con el cliente. Este describe el problema aportando tantos detalles como le sea posible y el terapeuta propone una metodología para hallar una solución. Incluso los psicoterapeutas cristianos autorizados, si son beneficiados con una indemnización del seguro, deben ejercer según la licencia que recibieron. Así que, se hacen pocas alusiones al pecado, al arrepentimiento, a la salvación y a la santificación, por mencionar solo unas cuantas doctrinas bíblicas. Hay que centrarse en el cliente, y no en el Señor Jesucristo. Esencialmente, los consejeros psicológicos pretenden cambiar los pensamientos, sentimientos o comportamiento de la gente por medio de un método psicológico. Pero se necesitan diversos métodos para abordar los problemas de la vida y los efectos que producen en el cliente.
Irwin Kutash y el psicoterapeuta Alexander Wolf escribieron un libro titulado Psychotherapist’s Casebook: Theory and Technique in the Practice of Modern Therapies (Diario del psicoterapeuta: teoría y técnica en la práctica de las terapias modernas) para “demostrar, mediante las historias clínicas anotadas, las principales técnicas terapéuticas que se usan actualmente” 6. Al respecto, Kutash y Wolf dicen: “En todos los enfoques, los problemas psicológicos del cliente constituyen, de un modo u otro, el principal centro de atención”. El cliente (es decir, el ego) viene con un problema. El asesoramiento se dirige al ego que tiene el problema. Así que, el asesoramiento centrado en el problema es realmente el asesoramiento centrado en el ego. Los dos se unen indisolublemente. Bien podría uno referirse a esta actividad como asesoramiento centrado en el problema y en el ego.

Una de las mayores deficiencias del asesoramiento bíblico es que refleja casi siempre el modelo psicoterapéutico consistente en centrarse en el problema. Cuando los consejeros bíblicos procuran ayudar a resolver los mismos problemas que se han tratado con el asesoramiento psicológico, a menudo prestan más atención a los problemas personales o relacionales que a la relación que una persona tenga con el Señor y el proceso de santificación. A menudo el asesoramiento centrado en el problema se imparte de dos maneras. Una consiste en el conductismo y la otra en procurar escudriñar el hombre interior. Por consiguiente, los consejeros bíblicos procuran resolver los problemas en forma superficial o tratan de descubrir algo sobre el hombre interior mediante diversos métodos de exploración. Los posibles peligros de este procedimiento son, por una parte, la superficialidad, el legalismo y las fórmulas, o por otra parte, tratar de analizar el alma o los ídolos del corazón.

El conductismo: trabajando por fuera

Los consejeros bíblicos que se centran en el problema y que intentan cambiar la conducta de una persona a menudo siguen un conductismo psicológico orientado a las obras, contrario a las Escrituras y donde la atención se centra en el comportamiento observable y en la eliminación de los síntomas que se producen o al menos en un cambio que se haya efectuado en ellos. En otras palabras, estos consejeros procuran transformar a una persona de fuera adentro e intervienen en su conducta con la idea de que el cambio de comportamiento producirá buenos sentimientos y actitudes y un cambio espiritual. Al respecto, dicen: “Si usted hace bien, se sentirá bien” y citan Génesis 4:4-7 como una justificación bíblica para actuar de fuera adentro.

Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera y decayó su semblante. Entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? Si bien hicieres, ¿no será enaltecido? Y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él (Génesis 4:4-7).

Si uno usa una traducción especial de Génesis 4:7, bien podría pensar que Dios dice que el rostro de Caín será “alzado”. Aunque el vocablo bien puede traducirse por “alzado”, no hay ninguna otra parte en las Escrituras donde se use para referirse a los sentimientos y actitudes. Tiene que ver con ser alzado a un lugar de aceptación. Dios no habla sobre los sentimientos de Caín al ser alzado, sino de que este, si hace lo bueno, será aceptado de la misma manera que lo fue Abel con su ofrenda. Del resto de las Escrituras podemos ver que hacer lo bueno es probablemente más que un acto externo. Aunque Dios nos da instrucciones para que las obedezcamos, sea que queramos hacerlo o no, no nos garantiza que tendremos buenos sentimientos ni que experimentaremos necesariamente un cambio interior, espiritual. Las Escrituras no enseñan que la conformidad aparente a lo bueno sea suficiente ni que sea una manera de cambiar al hombre interior. Por eso Jesús reprendió a los fariseos, diciéndoles:

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad (Mateo 23:27-28).

Si pudiera usarse algún grupo para demostrar si el cambio exterior produce un cambio interior o no, ellos serían los fariseos. Tanto en la salvación como en la santificación Dios actúa en el interior del ser humano y se produce una reacción de fe que precede al cambio exterior.
Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de nosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas (Efesios 2:8-10).

Sí; tiene que haber un cambio exterior; pero este cambio se efectúa primero en lo interior por la gracia y por medio de la fe. La historia de Job demuestra que Dios obra para perfeccionar y purificar al hombre interior. A Job se lo describe como “perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal” (Job 1:1). ¿Acaso necesitaba un cambio exterior, esto es, en su conducta? ¿Cómo podrían haber tratado con él los consejeros que se centran en el problema? Vemos vívidos ejemplos de esta actitud en sus tres primeros amigos. En contraste, Dios trató con lo más íntimo de la persona de Job. Trabajar de fuera adentro puede reducirse a un conductismo orientado a las obras. Desde luego, uno puede mejorar su conducta; pero a menos que haya un cambio interior, la conformidad aparente puede ser simplemente una obra de la carne. Los consejeros bíblicos pueden sostener que Pablo se centraba en el problema cuando hizo una lista de ciertas conductas pecaminosas y cuando mandó a los creyentes que cambiaran de actitud. Pero cuando el apóstol los insta a que dejen estas conductas, como en Colosenses 3:8-10 y en Efesios 4:25-31, no los aísla del origen de estas: “el viejo hombre” o la carne. En realidad, determina las

conductas que son manifestaciones del hombre interior. Si un consejero que se centra en el problema trabaja en cambiar cierta conducta, puede que la carne coopere en ello y se fortalezca. Después de todo, puede que los incrédulos no muestren todas las obras de la carne en su conducta. Por ejemplo, si el problema es la ira, uno puede hacer por su propio bien toda clase de cosas para dominar este sentimiento. El ministerio centrado en Cristo pretende que el creyente haga mucho más, es decir, que se despoje del “viejo hombre”, renovándose en su mente (teniendo un cambio de corazón y dirección) y vistiéndose de la nueva vida en Cristo. La carne está dispuesta a cambiar ciertas conductas. Pero el problema es este: ¿quién es el que manda? ¿El Señor Jesucristo o el ego carnal?

Trabajando por dentro

Una segunda manera como los consejeros que se centran en el problema tratan de producir un cambio se refleja en las diversas formas de visión terapéutica, en las cuales el consejero procura saber lo que hay dentro de una persona y que se manifiesta en sus sentimientos y en su conducta. Algunos consejeros bíblicos procuran reconocer los ídolos del corazón. En efecto, procuran ver un cambio en el sitio correspondiente, esto es, en el interior del ser humano. Pero cuando la gente trata de mirar lo que hay dentro de otra persona, hace algunas suposiciones. Relacionan ciertas manifestaciones de su conducta con ciertos ídolos del corazón y luego procuran ayudarla a enfrentarse a sus propios ídolos. Esto, sin embargo, es como la visión terapéutica, en la cual escudriñan al hombre interior mirando lo de fuera y haciendo suposiciones sobre lo que hay por dentro. En vez de acercar a una persona al Señor para que Él actúe en su interior, procuran ayudarla dándole sus propias ideas (suposiciones basadas en sus propias percepciones) en cuanto a lo que sucede dentro de ella.

Solo el Señor puede ver lo que hay en el interior de una persona. En efecto, Él dice en su Palabra: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras” (Jeremías 17:9-10).
Pero aun peor que buscar los ídolos del corazón es lo que se conoce en sus diversas formas como “sanación interior”. Esta se centra tanto en los problemas actuales como en los pasados, enseña que los primeros se deben a los últimos y lleva al paciente a volver a experimentar los problemas de aquel pasado lejano que pueden haber ocurrido o no. La sanación interior depende de sugerencias infundadas y recuerdos vagos 8. Además de buscar recuerdos lejanos que se ocultan bajo los problemas actuales, algunos consejeros buscan demonios que causan estragos en los creyentes. Les dan nombres a estos supuestos demonios, efectúan un ritual para expulsarlos y dejan a las víctimas preguntándose si todavía serán atormentadas la próxima vez que hagan lo que supuestamente provocó cierto demonio. Huelga decir que los creyentes pueden verse envueltos en graves problemas espirituales con estas formas de asesoramiento centrado en el problema. Se quedan confundidos y a merced del consejero, quien los gana con más sanaciones interiores o rituales de liberación.

Aunque la Biblia instruye a los creyentes en cuanto a lo que deben y no deben hacer, es preciso aclarar que no contiene fórmulas para resolver problemas. Sí proporciona orientación y medios para efectuar cambios, pero no detalles en cuanto a cómo lo logrará cada persona en su caso. Esto se debe a que el Señor mismo actúa en cada uno de sus hijos por medio del Espíritu Santo, quien maneja los detalles con perfecta sabiduría y en el momento oportuno. Si la gente pudiera seguir ciertas fórmulas para efectuar cambios, trataría de lograr su propia santificación aparte de lo que Dios pudiera hacer en ellos. Y si solo siguieran estas fórmulas, mostrarían una actitud independiente y opuesta a todo cuanto quisieran lograr con esa singular relación que hay entre el Señor y cada creyente, como la describió Jesús en Juan 15. Porque separados de Él, los creyentes nada pueden hacer (Juan 15:5).

Dios efectúa el cambio en los creyentes y les permite que respondan tanto interiormente como en su conducta. “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor. Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer por su buena voluntad” (Filipenses 2:12-13). La Palabra dice a los creyentes lo que deben hacer y el Espíritu Santo les permite que lo hagan. Como la santificación es un proceso largo y la serie de cambios puede ser diferente en cada persona, se trata de usar diversos medios para apresurar en la carne lo que desean cambiar. En realidad, esto produce un ciclo en el cual se afanan una y otra vez por conseguir lo que quieren.

Meditando en los problemas o mirando al Señor

En lugar de centrarse en los problemas o procurar revelar lo que hay en sus corazones, el pastor y su congregación deben ocuparse activamente en la santificación, creciendo en el fruto del Espíritu, aprendiendo a andar en el Espíritu, teniendo a Jesús por centro de atención y haciéndose semejante a Él, que es la meta de nuestra vida. Aunque sin duda esto es parte del ministerio de quienes se llaman a sí mismos consejeros bíblicos, casi todo el asesoramiento bíblico se ha convertido en algo más que sana doctrina y práctica. La Biblia revela problemas espirituales que son la razón fundamental de la conducta. Así que es completamente innecesario y contrario a las Escrituras usar técnicas psicológicas o ciertos medios que parecen bíblicos para tener una mejor comprensión del hombre interior o para revelar lo que hay en el corazón y las motivaciones de la conducta, lo cual es la obra del Espíritu Santo.

El asesoramiento centrado en el problema se apoya en el concepto de que una vez que se resuelven los problemas de la vida, se produce el crecimiento espiritual. Pero en vez de que los problemas constituyan una barrera a este crecimiento, el estancamiento espiritual es una razón por la cual se suscitan problemas y sin duda puede ser una barrera para resolverlos. En realidad, los problemas de la vida pueden servir de catalizadores para el crecimiento espiritual. Por consiguiente, las Escrituras no ponen tanto énfasis en resolver los problemas, sino más bien en obedecer al Señor, crecer espiritualmente y aprender a andar en el Espíritu por medio de las pruebas de la vida.

Cuando los creyentes responden a las pruebas en el Señor pueden confiar más en Él, amar más a Dios, amarse más unos a otros y abundar en el fruto del Espíritu, sobre todo en la paciencia. Por otra parte, el asesoramiento centrado en el problema puede servir para retardar el crecimiento espiritual. Puede tener afligidos a los creyentes y más tarde puede agravar los problemas relacionales cuando se fijan en las faltas de otros y hablan de ellas.

Es un hecho muy conocido que a menudo los pacientes aconsejados les mienten a sus consejeros. Lo hacen por diversas razones, tales como tener vergüenza de que se sepa la verdad, causar una buena impresión, encubrir actividades ilícitas, inmorales o carnales, condenar a otros o desaprobar situaciones sin tener que demostrar nada o desahogarse de un sentimiento de culpabilidad. Aun cuando intentan ser veraces, ven más bien las situaciones desde su propia perspectiva. Por tanto, lo que creen que es la verdad puede ser incongruente con la realidad.
Así pues, el asesoramiento centrado en el problema a menudo tiene que ver con lo que solo puede calificarse de “chismorreo” cuando el paciente aconsejado habla sobre situaciones y personas que no están presentes. Cuando lo hace, da su propia percepción de las personas y circunstancias. Generalmente el consejero cree lo que le dicen a menos que alguien esté allí para presentar el otro lado de las cosas. A medida que escucha los detalles, el consejero tiende a ver la situación y a otras personas desde el punto de vista del paciente.

Como el asesoramiento centrado en el problema tiene que ver directamente con estos, los detalles parecen ser un elemento necesario para resolverlos o hacerlos más llevaderos. Pero el ministerio centrado en Cristo no necesita un informe detallado sobre quienes tienen que ver con los problemas de una persona, ya que este ministerio está más bien orientado hacia el Señor que centrado en el problema. Dios sabe exactamente lo que sucede en la vida de una persona y puede guiar y dirigir a sus hijos. Por tanto, el ayudador no necesita conocer los detalles (a menudo el chismorreo) sobre personas y problemas que no es necesario conocer y que generalmente no se pueden verificar. Como el objetivo del ministerio centrado en Cristo es acercar a la gente al Señor, es preferible que el ayudador sepa poco o no sepa nada sobre los problemas del buscador a fin de poder ayudarlo.

En vez de meditar en sus problemas, los creyentes harían bien en mirar al Señor y crecer en el conocimiento de Él. “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Corintios 3:18). El Señor cambia el corazón de los creyentes cuando estos se acercan a Él, estudian sobre Él y desean ser como Él. Sí; tienen que responder a la obra que Dios hace en ellos tanto en su interior como en su conducta a medida que Él actúa en ellos (Filipenses 2:12-13). Según Romanos 1:17, “el justo por la fe vivirá”, y la fe es la respuesta que el creyente le da a Dios desde adentro por medio de la obediencia y las buenas obras que siguen a la salvación (Efesios 2:10). Cuanto menos se centre el ministerio en el problema, es más probable que se produzca un cambio espiritual.

El asesoramiento comparado con el ministerio

Los términos consejero o asesor, paciente y asesoramiento tienen una influencia tan grande en el movimiento de asesoramiento bíblico que, si se reemplazaran por otras tres palabras, el movimiento sufriría un daño irreparable. ¿Por qué? Por el poder y prestigio de estos términos, la admiración de los facultativos y la confianza que la gente tiene en ellos. Asimismo el poder y prestigio de estos profesionales ha atraído a muchos al movimiento. Como ya lo mencionamos, preferimos usar términos como ayudador, servidor, buscador, compañero, ministerio o ministración y cuidado mutuo al referirnos a personas que se juntan para hablar sobre la fe y los problemas de la vida. Entre los dones que Dios dio a la iglesia están los que ayudan. “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas” (1 Corintios 12:28). El ministerio de los que ayudan se enumera con los otros ministerios de la iglesia, pero no los de consejero y asesoramiento. En griego, la palabra ayuda “se refiere a la prestación asistencial, especialmente la que se ministra quizá a los débiles y necesitados”.

Ahora bien, si los consejeros bíblicos no tuvieran que usar más las palabras de asesoramiento con todo su poder, prestigio y contenido superfluo y se refirieran a sí mismos como ayudadores bíblicos, ¿cuántas personas estarían deseosas de desempeñar ese papel? Consideremos la palabra ministro, que en griego significa, entre otras cosas, servidor y sirviente. ¿Cuántos consejeros bíblicos querrían usar la frase “ministro bíblico” en el sentido de sirviente y servir humildemente a los necesitados?
Los términos consejero, paciente y asesoramiento no son los mejores para que los cristianos los usen cuando se ministran unos a otros en el Cuerpo de Cristo. Los consejeros que se centran en el problema y la sociedad secular que nos rodea ya los han escogido. Si los usamos, los cristianos generalmente esperan que los consejeros les resuelvan sus problemas, en vez de responder ellos mismos con fe y obediencia a la Palabra y a la obra que Dios hace en sus vidas. La palabra asesoramiento, como en el asesoramiento centrado en el problema, tiene demasiado contenido superfluo e implica ciertos conocimientos especializados y también cierto arte para conseguir superar a otros que desvirtúa lo que realmente debe suceder cuando dos o más creyentes se encuentran en la presencia de Dios para buscar su sabiduría y poder a fin de efectuar cambios en la vida o circunstancias de una persona. Además, el asesoramiento, como la psicoterapia, tiene todas las deficiencias a que nos hemos referido en nuestro libro titulado Against “Biblical Counseling”: For the Bible (Contra el “asesoramiento bíblico”, por la Biblia [capítulo 4]).

Acompañan el auge del asesoramiento centrado en el problema algunas prácticas a las cuales nos referimos como “onerosas”. (Véase el capítulo 7.) Y es que casi todos los consejeros bíblicos se desempeñan como sus colegas psicólogos, cultivando un día a la semana, semana tras semana, una relación de persona a persona, con una tras otra, por una hora de cincuenta minutos, por un precio fijo y en la que una aventaja a la otra. Estas onerosas prácticas del asesoramiento centrado en el problema establecen una relación poco natural entre dos personas, en la cual una de ellas es la que tiene un problema o necesidad y la otra, el llamado especialista. En esta relación, la persona necesitada debe desnudar su alma ante el especialista, que pretende deducirlo todo y resolver el problema o hacer posible el cambio en el paciente. Esta relación se convierte fácilmente en una de dependencia, en la cual el paciente depende del especialista y este del dinero del paciente (si hay que pagar honorarios por el servicio).

Aunque no todos los consejeros bíblicos cobran honorarios, muchos sí lo hacen, sobre todo si manejan negocios aparte de la iglesia. Estos consejeros no hacen nada que un creyente comúnen quien Cristo vive y reina y quien sabe y aplica personalmente la Palabra de Diosno pueda hacer. Lo que se necesita es el ministerio, y no los conocimientos especializados del asesoramiento centrado en el problema. No hay, pues, ninguna razón para que alguien cobre una remuneración por el ejercicio de dicho ministerio. Si el precio ya fue pagado por la sangre de Jesús, ¿por qué debe haber una paga? En realidad, estimamos que cobrar dinero por este ministerio es una especie de simonía. Algunos consejeros bíblicos que son licenciados en psicología o han obtenido una licencia del estado para asesorar llegan a participar en planes de seguro de indemnización por daños a terceros, lo cual hace necesario el uso de ciertas prácticas permitidas, tales como el nombramiento de profesionales de la salud mental para el reembolso de los fondos, los diagnósticos psicológicos y los informes favorables para un asesoramiento continuado. Los que hacen esto deben ejercer como psicólogos o de lo contrario están cometiendo fraude en el ejercicio de su profesión.

Además de estas prácticas onerosas se ha popularizado también el uso de los formularios de admisión (como los que usan los psicólogos) y las pruebas de personalidad, que a menudo usan los consejeros que se centran en el problema. Generalmente carecen de valor y resultan engañosos. Pero lo peor de todo es la expectación que provocan el consejero y el proceso de aconsejar en la solución de los problemas cuando se traspasa la responsabilidad del creyente al consejero. Todos los cristianos verdaderos tienen el Espíritu Santo que mora en ellos y, por tanto, están capacitados para obedecer a Dios. Son responsables delante de Él. Por lo mismo, no pueden obedecerle haciendo responsable a otra persona.

El asesoramiento consiste en la conversación que sostienen dos o más personas, principalmente sobre ciertos problemas. Una de ellas es el llamado especialista y la otra, el que tiene los problemas. La única actividad que realizan es la conversación. Por eso es que a esta la llaman muchas veces “conversación terapéutica”. En otras palabras, los participantes se comunican entre sí con sus voces y sus oídos. Pero en el Cuerpo de Cristo el cuidado mutuo no consiste solo en conversar. Además de ocupar la voz y los oídos, puede que el ministerio centrado en Cristo implique también el uso de las manos, los pies y los bienes cuando se ministra a una persona necesitada. A una mujer que experimenta lo que ahora se califica de “depresión posparto” podrían ayudarla, junto con el estímulo verbal, con comidas proporcionadas durante algunas semanas por los miembros de la congregación, con el cuidado de otros hijos de la afectada e incluso con los quehaceres domésticos y las compras. Podemos tener otro ejemplo en una mujer cuyo marido la ha abandonado, dejándola con tres niños.
Además de ánimo y esperanza, podría ser que ella necesitara ayuda para cuidar a los niños, pagar el alquiler y proveer de comida y ropa a su familia. En un caso como este, los cristianos necesitan considerar la advertencia de Santiago, que dice:

Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? (Santiago 2:15-16).

El principio que se refleja en este versículo puede aplicarse a muchas situaciones en una congregación local. ¿Cuántos consejeros dejan a sus clientes con una palabra de consuelo, diciéndoles: “Id en paz, calentaos y saciaos”, pero sin brindar ninguna ayuda para satisfacer una necesidad real? Evidentemente, para Santiago, una conversación con un consejo así sería una pérdida de tiempo. Y en realidad, muchas veces no hay nada más que una conversación. La gente viene para que le resuelvan sus problemas y se imaginan que todo lo que necesitan hacer es asistir a una sesión de asesoramiento y pagar los honorarios del consejero. Hay a menudo una falsa presunción de que el hecho de hablar sobre un problema hace que este desaparezca. Puede que una persona se sienta mejor después de hablar sobre su problema; pero por lo general no basta con hablar. Esto deben hacerlo los que participan en la conversación.

Ahora se suscita un nuevo problema con el uso de las palabras consejero o asesor y asesoramiento. En ciertos estadosdesde luego, de Estados Unidosel uso de estas palabras, cuando se refieren a los creyentes que se ministran unos a otros ejerciendo el cuidado mutuo en el Cuerpo de Cristo, puede entrar en conflicto con las leyes que tienen que ver con los servicios que se ofrecen al público, ya sea dentro de una iglesia o fuera de ella y con honorarios o sin ellos. Casi siempre los que ejercen la psicoterapia llaman “asesoramiento bíblico” a lo que hacen, aun cuando el ejercicio de esta tiene que ver más con las teorías y terapias seculares que con la Biblia.

¡Los cristianos NO necesitan ninguna clase de asesoramiento centrado en el problema! Puede que a veces necesiten ayuda, consejo, estímulo, apoyo, seguridad, comunión y ministerio personal. Puede que necesiten que alguien se les acerque para ponerse frente a ellos, amonestarlos, exhortarlos o recordarles la verdad de la Palabra de Dios. Todos necesitamos instruirnos en la Palabra. Pero ¡nadie necesita asesoramiento psicológico ni bíblico como generalmente se lo practica hoy! Como ya lo hemos demostrado en otra parte, en la Biblia no hay ningún ministerio como lo que hoy se llama “asesoramiento bíblico”; tampoco hay en ella ningún ejemplo que se parezca al movimiento de asesoramiento bíblico como existe hoy 15. A menudo el asesoramiento toma el lugar de la responsabilidad personal o de las relaciones personales. Muchas veces la gente se relaciona más con el consejero que con los amigos o familiares.
Ycon frecuencia dependen más bien del consejero que del Señor. Seguimos, pues, diciendo que, en el mejor de los casos, los consejeros profesionales son amigos pagados. Y aun cuando los consejeros bíblicos sean gratis, la relación del asesoramiento puede ser artificial con la atención centrada en el paciente y en el problema. Y para continuar la relación, los pacientes deben seguir teniendo problemas.

¿Qué podemos hacer?

Si los cristianos no necesitan capacitación especializada en psicoterapia (asesoramiento psicológico) ni asesoramiento bíblico y si no van a centrarse en los problemas, ¿quiénes están capacitados y cómo pueden ministrar a los creyentes que se enfrentan a diversos problemas de la vida? Recuerde que cualquiera que pueda ser usado por el Espíritu Santo para guiar a otro a la salvación o por el camino de la santificación es competente para que Dios los use para acercarse a otro creyente y ministrarle por la gracia por medio de la fe.

5. ¿Ministerio centrado en Cristo o asesoramiento centrado en el problema?

El procedimiento que se emplea generalmente para aconsejar comienza y termina con el paciente y sus problemas. En efecto, este acude al consejero en busca de alivio a sus males y solución a sus problemas. Por lo general, los pacientes esperan que los consejeros usen sus conocimientos especializados para comprender, descubrir y resolver sus problemas. El consejero procura psicoanalizar al paciente, analizar los problemas que lo aquejan y brindarle ayuda. Si cree que el paciente necesita cambiar de actitud, trata de provocar el cambio por medio de una conversación, ya sea con actividades asignadas o sin ellas. Sin embargo, la Biblia nos muestra un camino diferente. En el ministerio centrado en Cristo, la relación que haya entre una persona y Él tiene prioridad sobre los problemas que la aquejan. En vez de procurar hacer posible el cambio, el ayudador anima a la persona que busca ayuda a acercarse al Señor, porque el cambio y el crecimiento espirituales vienen como resultado de la interacción entre esa persona y el Señor.

En el Cuerpo de Cristo, hablar sobre los problemas no tiene por qué ser el punto principal del ministerio a los creyentes. Debemos considerar los problemas como oportunidades que nos da el Señor para acercarnos a Él y crecer espiritualmente. No queremos decir que no haya que hablar sobre los problemas. Porque esta no es una situación disyuntiva, sino más bien una cuestión de dónde se hace hincapié y cómo se abordan y usan los problemas para motivar a un creyente a volverse al Señor, a seguirlo y a transformarse más adelante en la semejanza de Cristo. Aconsejamos a los creyentes a minimizar los problemas y a hablar en general sobre ellos, pero a darles más importancia y particularizarlos cuando los usan como recordatorios para acercarse a Dios. A menudo, la preocupación que causan los problemas y la búsqueda de soluciones por medio del asesoramiento inhiben el crecimiento espiritual. Hablando en términos sencillos, Cristo debe ser el centro del ministerio centrado en Cristo, mientras que los problemas tienden a ser el centro del asesoramiento centrado en el problema. Sabemos que las muchas investigaciones que se han realizado en lo que se ha llamado “trastorno por estrés postraumático” (TPEP) indican que a los que reciben tratamiento “no les va mejor que a los que no lo reciben y que a un gran número de personas tratadas ... les va aun peor que a los que no recibieron tratamiento”. Informando sobre estas investigaciones, el escritor dice:

Parece que esta reacción negativa se produce porque, para algunas personas, el hecho mismo de centrarse en sus sentimientos negativos ... aumenta su angustia y lleva a más dificultades, como las escenas retrospectivas, pesadillas y crisis de ansiedad.

Si usamos este comentario como insinuación, bien podemos preguntarnos si acaso no es posible que al hablar de los problemas, como ocurre con el asesoramiento centrado en el problema, se perjudique a los que buscan alivio contando, repitiendo una y otra vez, recordando y reproduciendo maquinalmente sus problemas. Aunque la mayor parte del asesoramiento centrado en el problema no tiene que ver con el TPEP, la mayor parte de este asesoramiento sí implica “el hecho mismo de centrarse en ... sentimientos negativos”. Es probable que la conclusión de estas investigaciones sobre el TPEP suscite, por extensión, algunas preguntas sobre esta forma de asesorar. Como ya lo dijimos, el asesoramiento centrado en el problema lo crearon hombres como Mesmer y Freud y lo popularizaron sus partidarios, quienes establecieron el modelo para aconsejar. En efecto, la mayor parte de los cristianos que piden consejo esperan que sus problemas se resuelvan. Como

su objetivo no es el crecimiento espiritual, sino la solución de sus problemas, estiman estos como asuntos que no tienen ninguna relación con dicho crecimiento o como impedimentos a su bienestar espiritual. Pero ¿qué debe venir primero en la vida de una persona? ¿La nueva vida en Cristo y aprender a andar en el Espíritu o la solución de sus problemas para que pueda oír el evangelio? Muchos consejeros llegan hasta a decir que una persona no puede conocer a Dios ni crecer en la santificación hasta que se ocupe de sus problemas, sobre todo “las heridas del pasado”. Pero esta noción contradice el evangelio de Jesucristo y ni siquiera se la consideró necesaria hasta que aparecieron ideas ajenas a la Biblia y surgió el movimiento de asesoramiento psicológico. La muerte de Jesús en la cruz fue suficiente para sanar las “heridas” y perdonar los pecados del pasado y para impartir y desarrollar la vida nueva en el creyente.

La conversación terapéutica centrada en el problema se ha arraigado tan profundamente que hasta los consejeros bíblicos se centran en los problemas de la vida, si bien hay un contraste dramático entre centrarse en la persona y sus problemas y dar realce a Cristo y su vida en el creyente. El ministerio bíblico debe ayudar a una persona a aprender a caminar con el Señor en medio de los problemas, a crecer espiritualmente y a aprender a confiar en Él cuando busca ayuda. El asesoramiento bíblico puede valerse de la Biblia en forma cognitiva y conductual; pero a menos que estimule una experiencia interna de la realidad, presencia y actividad de Cristo, puede convertirse problema, se presenta inesperadamente otro. Así llegan a depender del consejero para que les resuelva sus problemas y les diga lo que tienen que hacer. Cuanto más recurra una persona a otra para resolver sus problemas, más probabilidades habrá de que tenga que llevar otros problemas al consejero y con ello convertirse en alguien incapaz de enfrentar sus propios problemas.

El crecimiento espiritual

Los cristianos necesitan volver al camino que Dios trazó en las Escrituras -como es utilizar las doctrinas de la salvación y de la santificación para el crecimiento espiritual- con propósitos mucho más importantes que resolver los problemas de la gente. El propósito de Dios es que cada creyente sea hecho conforme a la imagen de Cristo. Y el objetivo de Pablo era presentar a todo creyente perfecto (completo) en Cristo Jesús. A medida que uno crezca espiritualmente y se acerque a Dios, tendrá un mayor deseo de agradarle mediante la obediencia y mayor sabiduría para hacerlo. En el ministerio bíblico se estimula al creyente a crecer en Cristo (dejando el viejo hombre, vistiéndose del nuevo y andando conforme al Espíritu). Desde este punto de vista, los creyentes suelen estar mejor capacitados para asumir la responsabilidad de lo que hacen con su vida, para enfrentarse a sus propios problemas y para comenzar a ayudar a otros.
El camino de la fe debe ser como la salvación, la cual se recibe por gracia por medio de la fe y en la que cada paso posterior del creyente tiene relación con el Cristo resucitado y se da también por gracia por medio de la fe.

Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias (Colosenses 2:6-7).

Los cristianos son hechura de Dios en toda la extensión de la palabra (Efesios 2:8-10). Jesús es “el autor y consumador de la fe” (Hebreos 12:2). “El justo por la fe vivirá” (Romanos 1:17). Durante la santificación, Dios realiza la obra principal y el creyente responde por gracia por medio de la fe. El Espíritu Santo hace que la Palabra de Dios actúe en los creyentes, los cuales crecen en el amor a Dios, en la humildad y en la sumisión al Espíritu. Esto no significa que no hacen nada, sino que la vida espiritual que hay en ellos es efectivamente del Señor y su participación se hace posible por la obra del Espíritu Santo. El asesoramiento bíblico que procura cambiar la conducta de una persona bien puede parecerse a una santificación orientada a las obras. Es cierto que debe haber obediencia; pero esta obediencia debe ser una respuesta de fe a la presencia, verdad y obra de Cristo.

Experimentando la vida de Cristo

El ministerio centrado en Cristo procura estimular a los creyentes para que vivan y experimenten la vida de Cristo. Así que es necesario prestar más atención a estas secciones de las Escrituras que hablan de la íntima relación que hay entre Cristo y el creyente. Esta intimidad no es un sentimiento afectuoso, confuso, sino la comprensión de la unidad a que Jesús se refirió en la oración que elevó a su Padre la noche que fue traicionado.

Mas no ruego solamente por estos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros: para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado (Juan 17:20-23).

El ministerio centrado en Cristo fomenta una experiencia personal de la realidad de la Palabra de Dios. Por lo mismo, esta experiencia debe conformarse a la Palabra, y no a la carne. Uno debe mantenerse dentro de las limitaciones bíblicas. Una experiencia de la realidad espiritual no tiene por qué ser emotiva. Puede ser una percepción cognitiva de la verdad: la comprensión de un atributo de Dios o de una cualidad de su Palabra. Es como una ola de luz y vida que revienta dentro del alma. El Espíritu de Dios penetra el alma con la verdad y la gracia: la verdad para seguir adelante por gracia por medio de la fe. Cuando contemplamos la gloria de Dios y su íntima relación con cada uno de sus hijos, nuestra alma se siente agobiada por la comprensión de su majestad y un sentido de temor reverente. Respondemos a esto con el culto, la alabanza, la adoración y la obediencia. La predicación, la enseñanza, el canto, la alabanza, el culto y el servicio a Dios deben relacionarse con Él, hacer que la gente se acerque a Él y revelarlo de tal manera que toque su mente y sus emociones y afecte su conducta.

Los sermones y los cantos deben ser vivificantes al presentar la verdad y reflejar a Cristo. Y el creyente debe prestar atención al mensaje, que puede consistir en palabras y cantos, con la esperanza de recibir de Dios y una disposición favorable para responder con fe y obediencia. No recomendamos que los creyentes busquen una clase especial de experiencia. Estos deben buscar a Cristo en la Palabra y en todas las circunstancias de la vida. En todo tiempo necesitan tener conciencia de su presencia, poder y amor, la esperanza de que Él actúe en ellos y una espera activa. Todo debe hacerse en el contexto de las Escrituras para que nadie se aparte hacia el legalismo ni hacia el emocionalismo, que es contrario a la Biblia. “Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo” (Juan 1:17).
La gracia — todo lo que Cristo da al ser humano —es la verdad que este experimenta. Tenemos la Palabra escrita y la Palabra viva. La Palabra escrita sirve denorma por la cual podemos juzgar si lo que experimentamos es la Palabra viva o algo de nuestra propia imaginación o de algún otro. El ministerio centrado en Cristo pretende que los cristianos crezcan en el conocimiento experimental de Él. Tal conocimiento implica más que saber de Él e incluso excede a lo que conseguimos con la lectura de la Biblia. Conocemos experimentalmente a Cristo cuando Él nos revela su verdad y su voluntad y cuando respondemos con fe y obediencia. Por medio de este conocimiento, los creyentes experimentan verdaderamente un cambio de dentro afuera. Por eso es que todo ministerio debe centrarse en Cristo, porque es necesario que lo conozcamos para que lleguemos a ser como Él.

Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta, como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor (2 Corintios 3:17-18).

Los creyentes no están bajo la ley ni bajo ninguna clase de legalismo. Si el Espíritu del Señor está en ellos, son libres de la ley del pecado y de la muerte. Son libres para crecer en Cristo. Son transformados cuando prestan atención a todo lo que Él es y cuando comprenden la majestad de su persona, su perfección y su gloria presente como el Señor resucitado, el cual “es antes de todas las cosas” y en quien “todas las cosas ... subsisten” (Colosenses 1:17). Por tanto, en vez de poner especial atención en el ego y en las circunstancias —donde pueden quedarse estancados— los creyentes necesitan fijar su atención en Cristo. Así es como pueden alcanzar la santidad, la santificación y un crecimiento espiritual constante. Aunque podemos usar las Escrituras para animar a los creyentes a crecer en este conocimiento experimental de Cristo, solo el Espíritu Santo puede vivificar la mente y el corazón y solo el creyente mismo puede responder.

No hay ningún mediador humano entre Cristo y el creyente para hacer que esto suceda. Y uno no debe tratar de hacerlo mediante técnicas que alteran el estado de ánimo, tales como ciertas clases de música o meditaciones prescritas e ideadas para provocar una experiencia sobrenatural. No fomentamos el misticismo, sino más bien la realidad espiritual. Tengan cuidado con las experiencias muy emotivas que se centran en ustedes mismos o en su pasado y que muy probablemente los llevarán a estimular la carne en vez de tener una experiencia con Dios en su verdad y su gloria. De un modo hermoso y perfectamente equilibrado, la Palabra de Dios apela a la mente, a las emociones y a la voluntad. Dios creó a los seres humanos con cualidades cognitivas y afectivas: la mente y las emociones. Una sin las otras puede llevar al legalismo en una dirección extrema y al emocionalismo en la otra, a una situación rígida en una dirección y a una falta de restricciones en la otra. Uno de los grandes problemas que se presentan con el estudio académico de la Biblia, como en las universidades cristianas y en los seminarios, consiste en analizarla, sintetizarla, marginarla y conocerla, a fin de cumplir las formalidades del plan de estudios y de llenar los requisitos para la graduación. Así se pasa por alto su aspecto afectivo y se reduce la posibilidad de tener experiencias como la epifanía, en la cual una persona tiene una visión muy especial de la realidad y del significado esencial de la Palabra de Dios o una percepción íntima de su presencia. La mente y las emociones son los medios por los cuales actúa la voluntad. Solo Dios conoce la combinación correcta para cada persona. La Palabra nutre la mente y las emociones para que la voluntad pueda someterse a la obra del Espíritu Santo. Así que, en el ministerio centrado en Cristo el ayudador anima al creyente a buscar a Dios con la esperanza de hallarlo por medio de su Palabra y de su Espíritu.

Acercándose a Dios por medio de los problemas

Bien se pueden considerar los problemas de la vida como señales que indican y motivan el cambio que necesita una persona; pero aun más como las razones que esta tiene para acercarse a Dios, saber más sobre Él y conocer el amor de Cristo que excede a todo conocimiento, para que cada creyente sea lleno de Él (Efesios 3:19). Se puede usar todo lo que existe en la vida para que los creyentes se acerquen a Dios y dejen que Él haga su voluntad en ellos. Éste no es un problema secundario en las Escrituras; no es menos importante que los problemas urgentes.

La salvación y la santificación, o el crecimiento espiritual, son fundamentales en el perfeccionamiento de los santos para amar y servir a Dios por la eternidad. Cuando un creyente se ocupa y se preocupa cada vez más de Jesús, hay más crecimiento espiritual y se hace evidente el fruto del Espíritu en su vida. Por tanto, en vez de que dicho creyente necesite que le ministren, Dios puede usarlo para ministrar a otros. Por otra parte, los problemas también pueden servir de tentaciones para que los creyentes pequen contra Dios y contra sus semejantes culpándolos de sus desdichas, justificándose a sí mismos y buscando soluciones que complacen al ego. Por eso es que deben orar unos por otros y NO sucumbir a las soluciones mundanas que les ofrecen. El que ministra debe seguir siendo fiel al Señor y su Palabra, para que pueda decir con Pablo:

Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento. Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden; a éstos ciertamente olor de muerte para muerte, y a aquéllos olor de vida para vida. Y para estas cosas, ¿quién es suficiente? Pues no somos como muchos, que medran falsificando la palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios, y delante de Dios, hablamos en Cristo (2 Corintios 2:14-17).

Job y sus amigos

Antes de hablar de una persona y sus problemas, el verdadero ministerio bíblico debe hablar de Dios y de la gloriosa revelación que ha dado de sí mismo y de lo que hizo por todos los creyentes. ¿Se acuerda de Job? Él tenía sus consejeros, que en vano trataron de ayudarlo. Porque trataron de resolver sus problemas por medio de la razón y terminaron censurándolo. Mientras hablaban de Dios, se centraron en Job y en sus problemas, hasta que Dios mismo se apareció en medio de ellos. Cuando Dios se reveló a Job, a quien se lo describe al principio como “hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal” (Job 1:1), este vio su maldad, se aborreció a sí mismo y se arrepintió “en polvo y ceniza”. Y así fue transformado. En vez de hablar de los problemas, el ministerio centrado en Cristo pone énfasis en Dios y en los medios que emplea para promover la vida y la piedad. Los problemas pueden servir de pruebas o ensayos para probar el temple del creyente y mostrar lo que este tenga que comprender, confesar y dejar. Muchas veces algunos consejeros se parecen a los tres amigos de Job, que hablaban del patriarca y sus problemas y trataban de exponer lo que pensaban que necesitaba comprender, incluso hasta el punto de analizar sus motivos y su vida íntima. Lo señalaban con el dedo mientras le hacían saber que sus problemas se debían a su propia maldad. A todo esto Job respondía de manera muy humana, justificándose a sí mismo.

Al principio pidió a gritos una audiencia con Dios a fin de exponer su doloroso caso delante de Él; pero después de ser zarandeado por los análisis acusatorios de sus “amigos”, comenzó a justificarse y a culpar a Dios por permitir que a un hombre como él le sucedieran cosas tan malas. Esto es lo que sucede con el asesoramiento centrado en el problema. Se trata con el paciente y se abordan sus problemas; pero la culpa se echa a otra persona o cosa. Y gran parte del asesoramiento bíblico sigue el mismo estilo: hablar de la persona y sus problemas y señalar lo malo, como los pensamientos de dicha persona, los ídolos de su corazón, su actitud, su conducta y otras cosas. Algunas formas de asesoramiento bíblico tratan de evitar echarle la culpa a otra persona o cosa, a fin de hacer responsable a la persona afectada y corregir cualquier pensamiento o conducta de ella que necesite un cambio. Pero el ser humano todavía tiende a justificarse y excusarse dentro de su corazón, cuando no lo hace verbalmente. Así pues, cualquier ayuda que se preste a una persona solo será superficial si todavía se pone más atención en ella y en la solución de sus problemas. Cuanto menos atención se preste a una persona y sus problemas para ponerla en Dios y su Palabra, más oportunidad tendrá dicha persona para que vea su maldad y se arrepienta, y para que muestre un cambio profundo y duradero.

Después de oír por algunos días a los tres amigos de Job analizar la vida del patriarca y acusarlo, y a este quejarse y tratar de defenderse, Eliú estimó que había oído demasiado. Aunque era más joven que los otros, se atrevió a hablar; pero usó una táctica diferente. En efecto, comenzó a describir sus estériles argumentos y luego presentó la verdad sobre Dios y el hombrela grandeza de Dios y la depravación del hombre—que nadie es justo delante de Dios y que todos necesitan un rescate. Cuando Eliú habló, no lo hizo basándose en su propia experiencia ni en su habilidad, sino que habló según el Espíritu lo movía y describió a Dios en su grandeza y bondad. El verdadero ministerio, que lleva al cambio y crecimiento espiritual, debe venir del Espíritu Santo. El verdadero ministerio viene de Dios mismo, ya sea por medio de otro creyente o directamente de la Palabra escrita de Dios. Por eso Pedro declaró: “Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios.” Esto es lo que hizo Eliú. Y aunque dijo la verdad, no pudo hacer que Job reconociera su pecado, confesara o se arrepintiera. Fue Dios mismo quien abrió los ojos de Job y le reveló quien era.

Sólo Dios puede revelar el corazón y cambiar al hombre. Uno podría comparar a los tres amigos de Job con esos consejeros que tratan de integrar la sabiduría de los hombres, o la psicología, con la Biblia. La sabiduría de ellos era del mundo y de la carne, pero no de Dios. En efecto, confiaban en sus propias ideas, su razón, su experiencia y sus teorías. Analizaban la vida del patriarca, lo aconsejaban, diagnosticaban su problema, le prescribían una solución y lo juzgaban. Aunque hablaban de Dios, sus palabras revistieron tal gravedad, que Él les dijo: “No habéis hablado de mí con rectitud, como mi siervo Job” (Job 42:8). Es cierto que Eliú expuso delante de Job la verdad; pero no pudo llevarlo a donde este tenía que estar. Solo cuando dejó de fijar su atención en Job para ponerla en Dios, se dirigió a quien correspondía. El ministerio centrado en Cristo pretende llevar a una persona a Dios mismo, ya que fue Él quien respondió a Job y lo cambió. En efecto, hizo que Job se viera a sí mismo y se arrepintiera. Luego le dio el privilegio de orar por los tres consejeros para que recibieran perdón por su insensatez. Es digno de atención que a Eliú no se le menciona ni una sola vez después de que Dios se apareció a Job. Cuando el Señor se revela por medio de su Palabra y de su Espíritu, lo hace de un modo muy personal y real. Las personas piadosas tienen una percepción especial, una conciencia afectiva y cognitiva de Cristo, que las lleva a responder con amor, reverencia y sumisión. Al respecto, Job dijo: “De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven.

Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza” (Job 42:5-6). En el caso de Job, la comprensión de la realidad de Dios lo llevó al arrepentimiento. En otros casos, la comprensión de esta realidad ministrada al corazón puede llevar a la paz, ánimo, esperanza o confianza en Él. Pero todo esto debe llevarnos a amarlo más, a adorarlo y a desear agradarle. A medida que los creyentes hablan de la Palabra de Dios, la leen y la comentan, el Espíritu Santo puede determinar con precisión los detalles y la fuente de cualquier conducta que se origina en el corazón y que puede parecer evidente a otro. Desde luego, el Espíritu Santo reconoce con más claridad pecados como la justicia propia, el orgullo, la envidia, la amargura, la codicia y el egocentrismo que un creyente que se limita a hacer suposiciones basándose en cualquier conducta que haya observado o de la cual haya oído. Cuando el Espíritu Santo revela de este modo los pecados al hombre interior y a medida que le ministra la verdad y la gracia por medio de la Palabra, es menos probable que el oyente se defienda delante de otras personas, porque todo esto ocurre dentro de su corazón. El Espíritu Santo hace la obra de remorderle la conciencia y aplicarle la Palabra. Aunque hay veces en que un creyente suele enfrentarse a otro respecto a un pecado conocido, manifiesto, no hay ninguna justificación bíblica para acusarlo en cuanto a los motivos o intenciones que pudiera haber tenido.

El creyente mismo debe descubrir sus actitudes y los pecados de su corazón mediante la luz de la Palabra de Dios y dejar que el Espíritu Santo se la aplique personalmente. La verdad doctrinal ministrada con gracia por medio de sermones, enseñanzas y otras comunicaciones entre los creyentes y recibida por fe puede determinar cuál es el pecado y producir el arrepentimiento y el cambio. Cuando un creyente se ve a la luz de la verdad de Dios y responde con fe, desaparecen sus actitudes defensivas y Dios se revela como el que provee todas las cosas para su bien, tal como lo hizo con Job. Los problemas deben llevar a los creyentes a Cristo en vez de a la oficina del consejero. Pero demasiadas personas tienen demasiada prisa para esperar en el Señor. Vivimos en una cultura que exige ayuda rápida; pero los cristianos han sido llamados para estar en el mundo, si bien “no son del mundo” (Juan 17:14- 16). El mundo de la psicología dice que la gente necesita cosas como la autoestima, la seguridad y la importancia propia. La Biblia nos muestra que necesitan ser hechos conformes a la imagen de Cristo. Ya vimos que Job necesitaba tener una visión precisa de Dios y de sí mismo para arrepentirse en polvo y ceniza. El Señor permitió que hubiera problemas muy graves en la vida del patriarca a fin de llevarlo a una situación en que su justicia propia no era suficiente. Dios usó los problemas de la vida, entre ellos la pérdida de vidas y la enfermedad física, para perfeccionar a este “hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal” (Job 1:1). Incluso los creyentes que han caminado con el Señor durante muchos años pueden pasar por tiempos difíciles para que Dios pueda hacer en ellos una obra profunda; después de todo, Él está preparando a una esposa que no tenga mancha alguna (Efesios 5:27).

El uso de las doctrinas bíblicas

Lo que a menudo procuran hacer los consejeros bíblicos es usar versículos que se refieran claramente a los problemas urgentes o a lo que creen que hay que cambiar. Cuando hacen esto, y aunque usen la Biblia, siguen centrados en el problema. Una manera de ministrar sin centrarse en la persona ni en sus problemas bien podría consistir en usar pasajes de laEscritura que revelen a Dios mismo. En el ministerio centrado en Cristo, un creyente puede usar las doctrinas esenciales de Dios y el hombre: la grandeza de Dios, su amor y sus grandes disposiciones, la nueva vida en Cristo en contraste con la depravación de la carne, el conflicto entre la carne y el Espíritu, la obra continua de Cristo como intercesor nuestro, la obra del Espíritu Santo en la vida de cada creyente, la importancia de alimentarse de la Palabra de Dios y la prioridad de la oración, el culto, la comunión y la acción de gracias. Cuando se usan estas grandes doctrinas en el ministerio centrado en Cristo, el Señor suele hacer la obra necesaria en el creyente que responde por gracia por medio de la fe. Dios es el Alfarero. Él sabe usar las circunstancias, los problemas y a otras personas para amoldar a sus hijos a la imagen de Cristo.

Por lo general, todas estas doctrinas se enseñan en las iglesias que creen en la Biblia. Por lo mismo, todos los creyentes deben estar bastante familiarizados con ellas para poder ministrarse la verdad y la gracia unos a otros. Es necesario dar especial importancia al plan del Alfarero desde el momento en que una persona recibe la nueva vida en Cristo, y crece espiritualmente andando en el Espíritu, hasta el día en que llega a la gloria y ve a Jesús cara a cara (1 Juan 3:2). Cuando los creyentes se reúnen, ya sea que tengan problemas o no, deben recordarse unos a otros lo que hizo Cristo cuando los salvó y les dio vida nueva, lo que hace actualmente cultivando esta vida nueva en ellos por medio dela Palabra y el Espíritu y lo que hará cuando venga otra vez. Todo esto lo han recibido por el amor de Dios a los suyos. Lo creen y lo viven por fe y comparten la esperanza de su regreso. Por eso se hace hincapié en compartir la Palabra de Dios, en orar y en estar dispuesto a ayudar en todo lo que sea necesario para el crecimiento espiritual de los creyentes. Todos van juntos por esta senda y, aunque puede que algunos tengan más experiencia que otros en caminar con Dios y servirle, todos son iguales al pie de la cruz.

Todos dependen del Señor para el aire que respiran y las bendiciones que reciben. Dios es el creador, sustentador y gobernador del universo; Él mora también en cada creyente y le permite a cada uno conocer su ley de amor y obedecerla. Es posible que los que buscan asesoramiento o un ministerio personal hayan llegado al punto en que se sienten apremiados a confiar más en Dios y a descubrir que en Cristo tienen ellos mismos los recursos espirituales necesarios para enfrentarse a los problemas personales, interpersonales o circunstanciales que se les presentan. En los tiempos difíciles, los miembros del Cuerpo de Cristo pueden ayudarse unos a otros sirviéndose de los diversos medios que proporcionan las Escrituras. El Señor desea que trabajen juntos, sirvan juntos, adoren a Dios juntos, aprendan juntos y oren juntos. Él no quiere que nos aislemos unos de otros. Al contrario, quiere que tengamos comunión unos con otros, que nos amemos unos a otros, que nos alentemos unos a otros, que rindamos culto juntos, que oigamos la Palabra de Dios juntos y que todo esto lo hagamos periódicamente.

Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de reunirnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca (Hebreos 10:23-25).

Los problemas de la vida pueden servir de catalizadores para que los miembros del Cuerpo de Cristo hagan precisamente esto.

El crecimiento espiritual mediante los problemas de la vida

Los problemas de la vida son algunos de los mejores medios que Dios emplea para llevar a los creyentes hasta el límite de su resistencia, allí donde reconocen la carne por lo que es realmente y están dispuestos a despojarse de ella y a vestirse”del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Efesios 4:22- 24). Los problemas proveen oportunidades para el crecimiento espiritual. Jesús y los escritores de las epístolas consideraron los problemas como circunstancias que eran de esperar. En efecto, los creyentes no debían esperar una vida con menos problemas que la de su Señor. Asimismo consideraron que las dificultades tenían un propósito, como lo vemos en este pasaje:

Para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo (1 Pedro 1:7).

Pablo llegó hasta el punto de regocijarse en las cosas que padecía por causa de Cristo y por la oportunidad de conocerlo en sus sufrimientos (Filipenses 3:10). Y Santiago declaró:

Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia (Santiago 1:2-3).

El creyente que anda en el Espíritu quiere glorificar a Dios en medio de los problemas y puede estar seguro de que Él le mostrará la manera como afrontarlos. Por tanto, es necesario prestar más atención al Señor que a los problemas. Esto no significa que el creyente no tenga que tomar ciertas medidas prácticas para cambiar las circunstancias o su conducta; pero probablemente las tome conforme a la voluntad de Dios como Él la revela en su Palabra y como el Espíritu Santo aplica esta Palabra en su vida. Al averiguar sobre las causas por las cuales la gente cambia, los investigadores han determinado que la razón principal es la motivación personal. Así como Pablo nos exhorta a “estimularnos al amor y a las buenas obras”, así también nosotros debemos animarnos unos a otros a meditar en Dios y en todo lo que nos ha provisto para nuestra vida espiritual y física. Cuando cada uno responda con fe, esperanza y amor, habrá cambio y crecimiento.

El Espíritu Santo motivará y hará posible la clase de cambio que cada creyente debe efectuar diariamente: despojarse de los viejos hábitos de la carne, renovarse en el espíritu de la mente y vestirse “del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Efesios 4:22-24). Si nos dedicamos a procurar el crecimiento espiritual entre nosotros, no debemos centrarnos en los problemas, sino más bien en los recursos que tenemos en Cristo. En Él hay esperanza, sabiduría, verdad y amor. Estas cosas deben motivar a un creyente a buscarlo a Él primero y luego a buscar su voluntad respecto a todas las circunstancias. El que se acerca a alguien para ministrarle no tiene por qué dirigirlo en cuanto a qué tenga que hacer o cómo deba hacerlo. Su función principal es decir la verdad bíblica y señalarle al Señor. Solo Él sabe lo que hará después en cada uno de sus hijos. Él puede traer convicción al corazón, renovar la mente y hacer posible el cambio. Puede ser que algunos quieran ayudar a una persona a cambiar estas cosas tan evidentes, como son ciertas conductas. Puede ser, sin embargo, que el Señor obre basándose en un orden diferente. Por ejemplo, puede que cierta persona necesite primero comprender mejor el amor de Dios y tener un mayor deseo de amarlo y agradarle. En otras palabras, el Señor conoce el procedimiento y el orden apropiado para cada persona. Por eso es tan eficaz predicar y enseñar la Palabra, orar, rendir culto a Dios y tener comunión entre los creyentes.

El Espíritu Santo puede usar la Palabra y aplicarla a cada persona como lo estime conveniente. Aunque podamos contribuir a motivarnos unos a otros para buscar al Señor por medio de la enseñanza, el estímulo, la amonestación y la ayuda, solo nos santificamos cuando el Señor actúa en nosotros y cuando respondemos con fe y obediencia (Filipenses 2:12-13). Si una persona tiene hábitos y respuestas pecaminosos profundamente arraigados por haberlos repetido en otro tiempo, es necesario motivarla más intensamente. Pero los creyentes que vienen a conocer el gran amor que Dios les tiene, y que asimismo reconocen que su propia depravación los aparta de Él, desearán agradarle. A medida que crecen espiritualmente, experimentan un cambio, aun cuando durante el ministerio centrado en Cristo no hayan tratado específicamente de ciertas obras de la carne. En otras palabras, cuando dos o más personas se juntan para conversar, no tienen por qué preocuparse de uno o más pecados específicos, como la ira pecaminosa o la embriaguez. El Espíritu Santo puede usar la Palabra de Dios y aplicarla a cualquier otra cosa que haya que cambiar. Y si bien hay ocasiones en que es necesario reprender directamente a los creyentes, como en el caso que se describe en 1 Corintios 5, estas son cuestiones de disciplina, y no de “asesoramiento”

Ministrándose unos a otros

Cuando uno deje el asesoramiento centrado en el problema para ejercer el ministerio centrado en Cristo, permitiendo así que los problemas de la vida sirvan de catalizadores para el crecimiento espiritual, habrá más motivación y la gente cambiará, aun cuando no haya cambios en las circunstancias ni en otras personas. Si usted tiene un problema, no siempre la mejor solución consiste en cambiar las circunstancias o a otra persona. En efecto, cualquier solución o remedio carnal solo refuerza la influencia de la carne, la cual debe ser rechazada, y puede impedir que haya una oportunidad para el crecimiento espiritual. En realidad, cuanto más profundo y más difícil sea el problema o circunstancia que uno enfrenta, mayor es la oportunidad que tiene para el crecimiento espiritual. ¿Puede ver la diferencia que hay entre el método usual para aconsejar y la manera como el Señor obra en sus hijos por medio de su Palabra, el Espíritu Santo y el Cuerpo de Cristo? Tenemos que prescindir del asesoramiento centrado en el problema, asesoramiento al que se ha acostumbrado la gente.

Necesitamos volver a prestar atención al objetivo de amar a Dios y ser como Cristo en vez de hacer la vida más cómoda y agradable al ego. Aunque los consejeros bíblicos usan las enseñanzas bíblicas, el mismo método de asesoramiento centrado en el problema y la misma relación de consejero (especialista) y paciente (persona que se convierte en el centro de atención) puede servir para impedir que una personadependa especialmente de Dios y tenga fe en que Él provee plenamente para todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad (2 Pedro 1:2-4).

6. Quién, qué, por qué, cuándo, dónde y cómo

Si desechamos el método psicológico y dejamos de intervenir en asuntos comprometidos, ¿qué nos queda? ¡Una abundancia de recursos espirituales que muchos cristianos aprovechan solo en parte! Tenemos al Señor y su Palabra, que son la única verdad real y totalmente válida sobre la humanidad. Tenemos una nueva vida en Cristo, que es completa. “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad” (Colosenses 2:9-10). ¡Y tenemos también la obra de santificación que el Espíritu Santo lleva a cabo progresivamente en todos los creyentes! ¡Los cristianos tienen muchos más recursos espirituales que los que usan para vivir su propia vida y para ministrar la vida de Cristo a otros! Una de las principales maneras de actuar de Satanás consiste en eclipsar y socavar la realidad con una imitación ilusoria y defectuosa. ¡Por tanto, llamamos a los creyentes a volver al Señor y a su Palabra y a la vida nueva que tienen en Cristo, sin tener que recurrir a la ayuda de la psicología ni al empleo de manuales, seminarios, conferencias, talleres, títulos ni certificados de estudios de asesoramiento bíblico! Y todo esto debe llevarse a cabo en la iglesia local.

Los creyentes comunes han explotado, y aun pueden hacerlo, estos enormes recursos espirituales para su propia vida y para quienes los rodean. En realidad, muchos de ellos se han preparado para ministrar, y en efecto, ya se ministran unos a otros en las iglesias que creen en la Biblia. Allí es donde se predican, se enseñan y se usan fielmente las doctrinas de las Escrituras para la evangelización, donde los creyentes obedecen sinceramente a la Palabra y la aplican de continuo a su vida y donde crecen en su amor a Dios y unos a otros. Puede que no comprendan que ya están preparados o que ya se ministran unos a otros por medio de métodos que son muy superiores a los que les ofrecen el asesoramiento psicológico o el movimiento de asesoramiento bíblico. Aquí presentamos un breve resumen de quién puede ministrar, qué ministrar, por qué, cuándo y dónde hacerlo y cómo ministrarse unos a otros en el Cuerpo de Cristo. Todos los creyentes maduros que leen esto deben decir: “Puedo hacer esto por medio de Cristo;” pero algunos dirán: “¡Dios ya lo está haciendo por medio de mí!”

Quién

Cada vez que se ejerce un ministerio personal en el Cuerpo de Cristo intervienen tres personas. ¡La principal es el Señor mismo! La segunda es el que tiene necesidad. Y la tercera, que parece menos importante comparada con las otras dos y debe adoptar una actitud humilde, es el creyente que se acerca a alguien para ministrarle. El Señor actúa en cada creyente por medio de su Palabra y del Espíritu Santo. Él es el Alfarero que hace a cada creyente conforme a la imagen de Cristo. Él ha provisto todo lo necesario para la vida y la piedad (2 Pedro 1:3). Siempre está presente, conoce el fin desde el principio y hace uso de todas las circunstancias para el sumo bien de cada uno de sus hijos espirituales. Él dirige el cambio y prepara a los creyentes para que conozcan la verdad y para que obedezcan a ella. Los que tienen necesidad son los que experimentan dificultades en la vida. Jesús los invita a acudir a Él y les dice:

Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga (Mateo 11:29-30).

Jesús llama a la gente a trabajar con Él -como si estuvieran uncidos bajo el mismo yugo- a aprender de Él y a seguir sus caminos. Los guía a través de los lugares difíciles. Pero es digno de atención el hecho de que estas personas no son pasivas, sino activas. Deben cooperar con lo que hace el Señor. Y deben estar dispuestas a seguir a Cristo por medio de la obediencia y el proceso de crecimiento espiritual, aun cuando esto implique sufrimiento. A medida que el Señor lo permite, los creyentes deciden si obedecen o no. Los que se acercan a alguien para ministrarle son los pequeños actores del drama de la santificación que se desarrolla en la vida de un creyente. Sin embargo, ellos deben buscar el mismo objetivo en su vida, es decir, ser hechos conformes a la imagen de Cristo.

Deben aprender a andar en su nueva vida en Cristo en vez de hacerlo en los antiguos caminos de la carne. Deben seguir a Cristo, negarse a sí mismos, confiar en el Señor y reconocerlo cada día. Los que se acercan a alguien para ministrarle suelen ser los que guían a otros creyentes en la misma dirección en que van ellos. No tienen que ser perfectos; pero sí deben crecer en Cristo, porque el que anda conforme a la carne y no procura despojarse de ella con sus deseos engañosos apenas puede ministrar la santificación a otro creyente. Cuando se ministra a una persona ajena a la familia, aconsejamos a los hombres que traten con los hombres, a las mujeres con las mujeres y a los matrimonios con los matrimonios. Este plan no solo evita que alguien caiga en la tentación sexual, sino también que una mujer ejerza dominio sobre el hombre. Además, solo el hombre sabe lo que es seguir a Cristo en su masculinidad y en el liderazgo que se le ha dado en la familia y en la iglesia. Y solo la mujer sabe lo que es seguir a Cristo en su feminidad y en la sumisión que le debe a su esposo. Las Escrituras ofrecen numerosos ejemplos de hombres que ministran a otros hombres y llaman a las mujeres de más edad a ministrar a las más jóvenes.

Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada (Tito 2:3-5).

Es digno de atención el hecho de que la vida de una persona enseña tanto como las palabras. En todas las Escrituras vemos casos de cómo gran parte de la enseñanza y del ministerio en el Cuerpo de Cristo consiste en ejemplos, como vivir simplemente la vida nueva en vez de la antigua. Cuando los creyentes sirven de epístolas vivas, no hay ninguna distinción de género. Lo importante aquí es lo que se ministra: la vida nueva o la antigua.

Qué

Pablo predicó a Cristo, y a este crucificado, porque el evangelio es fundamental para todo lo que atañe a la vida cristiana, no solo para la salvación (a la que se llama justificación), sino también para todo el andar con Cristo (al que se llama santificación) y la glorificación. El tema principal del evangelio comienza y termina con el amor de Dios, que excede a todo conocimiento, tal como lo revela la Biblia. En el evangelio se incluyen ciertas enseñanzas esenciales como la santidad de Dios, la depravación del hombre natural, el amor de Dios, la cruz de Cristo, la nueva vida en Cristo y la obra continua del Espíritu Santo. Todo lo que se ministra debe concordar con el Señor y su Palabra. Los creyentes han sido llamados a ministrar la verdad, a usar la Palabra de Dios, respaldada con el poder del Espíritu Santo, para ministrarse unos a otros.

Las Escrituras son la verdad de Dios que trata sobre Él y sobre la humanidad. Dios ha demostrado su amor por medio de su Palabra y de todo lo que Cristo hizo para asegurar nuestra salvación y darnos vida nueva. Mediante su Palabra, Dios ha revelado también al hombre interior de todos los que han nacido en esta tierra. Él ha revelado su corazón, su condición espiritual y la naturaleza de su alma. Además, ha proporcionado la única manera de cambiar, que es de la muerte espiritual a la vida nueva. Y ha proporcionado la única manera de nutrir esta vida nueva, que es por medio de su Palabra, su Espíritu y su Cuerpo. La vida nueva debe tener comida espiritual y, por lo mismo, no puede nutrirse de la sabiduría o las costumbres del mundo. Por tanto, la Palabra de Dios debe ser ministrada por el Espíritu Santo que mora en los creyentes y por la vida espiritual que estos se ministran unos a otros en el Cuerpo de Cristo.

La Palabra de Dios es un recurso de grandes proporciones. Provee toda la información que la gente necesita para ser salvada y santificada, para conocer el amor de Dios, para amarlo y para amarse unos a otros, para vivir la nueva vida en Cristo, para negarse a sí misma y para hacer la guerra espiritual. La Palabra de Dios es poderosa y las doctrinas de las Escrituras dinámicas. Hay más poder, sabiduría, sanación y ayuda en una verdad de las Escrituras que en todas las teorías y terapias psicológicas concebidas por los que inventaron o utilizan los casi quinientos métodos diferentes de psicoterapia.

Por qué

El porqué de todo el ministerio es que Dios sea glorificado, la gente salvada y santificada y el Cuerpo de Cristo edificado hasta que Él venga otra vez. Si un incrédulo desea que le ministren, lo primero que se debe hacer es presentarle el evangelio tan claramente como sea posible. Hay que centrarse en el evangelio hasta que dicha persona sea salva o decida interrumpir su relación con el ministerio. Una vez que nace de nuevo es una nueva persona. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). De allí en adelante el propósito del ministerio es guiar y animar a los creyentes a andar conforme a su nueva vida en Cristo, y no conforme a los viejos caminos de la carne. Todos los creyentes tienen numerosas oportunidades de crecer espiritualmente. Y Dios

se vale de todas las circunstancias para que esto se haga realidad. Por tanto, el fin principal del ministerio debe ser el crecimiento espiritual en vez de la solución del problema. El propósito del apóstol Pablo era presentar a todo creyente perfecto en Cristo Jesús, y este es también el propósito del ministerio bíblico centrado en Cristo. La mayoría de las personas buscan asesoramiento para resolver sus problemas o para hacer que otro cambie; pero el verdadero ministerio bíblico tiene por objetivo la santificación y el crecimiento espiritual. Sin embargo, los problemas pueden servir de tierra barbechada para el Señor, y el que desea ministrar tiene la oportunidad de sembrar la semilla y fomentar el crecimiento. Considere las siguientes razones para el ministerio que estimula el crecimiento espiritual:

1. Cuando prestamos atención al Señor y a su Palabra, podemos crecer espiritualmente y afrontar en mejores condiciones los problemas de la vida. Esto se efectúa mediante la relación que tenemos con Cristo, según la descripción que Él hace en la analogía de la vid y los pámpanos en Juan 15:1-11.

2. Dios tiene un plan y un propósito para cada uno de sus hijos. Él es el Alfarero y usa todas las cosas que hay en la vida de un creyente para acabar la obra de hacer a cada uno conforme a la imagen de Cristo (Romanos 8:28-29).

3. Los problemas mismos pueden usarse como catalizadores para el crecimiento espiritual. Véanse, por ejemplo, Santiago 1:2-4 y 1 Pedro 5:10.

4. Los problemas pueden servir para que lleguemos hasta el límite de nuestras fuerzas, esto es, la carne, y hacer que confiemos más en Cristo, a fin de guiarnos mientras llevamos su yugo sobre nosotros (Mateo 11:28-30).

5. Los problemas pueden servir también para hacer que una persona esté en condiciones de comprender mucho mejor a Dios, para reconocer la carne como lo que es, para aborrecerla, para negarse a sí misma y para buscar la voluntad de Dios y su sabiduría (Job 42).

6. A medida que una persona se acerca a Dios por medio de las pruebas, crece espiritualmente (1 Pedro 1:6-8). En todas las Escrituras vemos ejemplos de personas que se acercaron a Dios en la aflicción y dieron fruto para Él (el rey David, el apóstol Pablo y los creyentes de la iglesia primitiva). Véanse, por ejemplo, 2 Corintios 4:7-11 y 2 Corintios 12:6-10.

7. El crecimiento espiritual capacita a los creyentes para que vivan una vida agradable a Dios y estén preparados para las pruebas de la vida. Este principio figura en todas las Escrituras. Véase, por ejemplo, Efesios 4

8. Los problemas de la vida indican que uno se enfrenta a una guerra espiritual. La batalla implica la presencia del mundo, la carne y el diablo. Cuando un creyente reconozca las verdades enunciadas en 2 Corintios 10:3-6, Gálatas 5:16-17, Efesios 6:10-18 y 1 Pedro 5:8-10 y se guíe por ellas, crecerá espiritualmente y aprenderá a afrontar los problemas de la vida según lo que el Señor haya dispuesto.

9. Cuando los creyentes reconozcan plenamente que Cristo está en ellos, cobrarán ánimo para el presente y tendrán esperanza para el futuro. Cuando aprendan a caminar conforme a la vida que tienen en Él, su vida será transformada como la que se describe en Colosenses 3.

10. El crecimiento espiritual produce el fruto del Espíritu: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22- 23).

La meta del crecimiento espiritual es mucho más importante que la solución del problema. Y los beneficios exceden de tal manera a cualquier otro curso de acción que todos los creyentes deberían aprovechar la oportunidad de usar todo lo que sea posible para el crecimiento espiritual, para ser hechos conformes a la imagen de Cristo y vivir para la gloria de Dios.

Cuándo

La ocasión más propicia para el crecimiento espiritual se presenta cuando una persona es muy receptiva al Señor, y esto sucede a menudo cuando su vida se va desmoronando a causa de los problemas. Cuando las circunstancias difíciles sacan a una persona de la rutina diaria y hasta de la complacencia, esta puede estar dispuesta a enfrentarse a la depravación de la carne, volverse a la cruz y estar también dispuesta a cambiar. Por eso es que Jesús llamó “bienaventurados” a los que reconocieron sus necesidades espirituales (Mateo 5:3-6). Ellos están dispuestos a experimentar el cambio y crecimiento espiritual. Esto ocurre cuando pueden beneficiarse de otro creyente que se acerque a ellos y estimule tal crecimiento. Si los envían a un centro para recibir asesoramiento psicológico o contaminado por la psicología, se pierde una maravillosa oportunidad espiritual y se posterga el proceso que lleva a la madurez.

Así como se debe predicar a tiempo y fuera de tiempo, así también los creyentes deben estar dispuestos a cuidarse y animarse unos a otros aun cuando no sea conveniente. Hay tiempo de sembrar, cuando se ara la tierra, y tiempo de regar, después que la semilla ha sido sembrada. Como creyentes, todos debemos estar preparados para responder a todo el que nos pida razón de la esperanza que hay en nosotros (1 Pedro 3:15). Así también necesitamos estar preparados para dar testimonio de esta esperanza unos con otros en tiempos de problemas y desaliento. Por tanto, el ministerio personal se puede ejercer en cualquier tiempo, cada vez que haya necesidad y oportunidad para el crecimiento espiritual y todo el tiempo que nuestras vidas se toquen unas a otras en el Cuerpo de Cristo.

Dónde

El ministerio se debe ejercer en la casa, en la iglesia y en otros lugares. Como el cuidado mutuo en el Cuerpo de Cristo no consiste en un asesoramiento profesional, no hay necesidad de tener una oficina con paredes cubiertas de títulos y certificados. Los creyentes pueden reunirse en cualquier sitio que les convenga: en sus casas, en el templo, en un parque o en un restaurante. Hasta podrían decidir ir de paseo. En ciertas conversaciones se requiere más privacidad que en otras; pero cualquiera puede imaginarse esto. Los cristianos pueden ser muy originales con respecto a un lugar donde reunirse. Pero el dónde debe estar en la localidad y sin la ayuda externa del movimiento de asesoramiento bíblico.

Cómo

La conversación sobre el cuidado mutuo en el Cuerpo de Cristo no es un intercambio profesional entre un llamado especialista y un cliente o entre un consejero y un paciente. Es una conversación sostenida entre dos o más creyentes que están aprendiendo a andar en el Espíritu y se alientan unos a otros para hacerlo. Como el Espíritu Santo ministra la verdad de la Palabra de Dios a todos los que participan en la conversación, el ministerio centrado en Cristo no se puede ejercer conforme a la carne o el ingenio humano. El cómo del ministerio centrado en Cristo consiste en que los creyentes busquen juntos al Señor.

Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor (Efesios 4:15-16).

En este caso, el ayudador y el buscador crecen juntos. Gran parte de lo que el ayudador suele hacer durante su ministerio consiste en recordar al buscador cualesquier verdades de las Escrituras que se necesiten durante la conversación.

Por esto, yo no dejaré de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad presente (2 Pedro 1:12).

Animamos a los creyentes a recordar lo que ya saben, porque puede que los problemas de la vida hayan absorbido tanto su atención y empañado su visión que necesiten que les recuerden la relación que tienen las Escrituras con las circunstancias que los rodean y con la presencia de Dios que actúa en ellos. Puede también que otros cristianos necesiten que les enseñen. En toda congregación hay personas que no son salvas o que son ingenuas o ignorantes de las doctrinas bíblicas que tienen que ver con la vida cristiana. En uno u otro caso, es necesario recordar y enseñar con humildad, y no con una actitud de superioridad. Aunque Dios es la persona central en cualquier ministerio bíblico, ponemos énfasis en la responsabilidad que tiene el buscador para confiar en Dios y obedecer lo que Él le ha revelado. Dios guía y capacita al buscador; pero este tiene que hacer algo. Los ayudadores que ministran pueden hacerlo según Gálatas 6; pero en último análisis, lo que importa son los hechos del buscador. Son dignas de señalar la humildad de este ministerio y la carga de responsabilidad de parte del que lo recibe.

Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre; considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo. Porque el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña. Así que, cada uno someta a prueba su propia obra, y entonces tendrá motivo de gloriarse sólo respecto de sí mismo, y no en otro; porque cada uno llevará su propia carga (Gálatas 6:1-5).

Nosotros ponemos énfasis en la responsabilidad de los buscadores para que se efectúen el cambio y el crecimiento según todo lo que Dios ha dispuesto para que anden conforme al Espíritu. Durante demasiado tiempo se les ha enseñado a verse como víctimas indefensas en vez de personas responsables. Asimismo durante demasiado tiempo la industria del asesoramiento profesional se ha dedicado a fabricar víctimas. Los psicoterapeutas ayudan a sus clientes a encontrar el origen de sus problemas en sus padres y en las circunstancias que los rodean. Es probable que en vez de fabricar víctimas, el ministerio centrado en Cristo traiga salvación al pecador y santificación al santo, animando así a estas personas a andar en la plenitud de lo que Dios les ha proporcionado en Cristo. Como ya lo hemos demostrado, cuanto más motivada está una persona, más probable es que ocurra un cambio en ella. Así que, bien puede ser que el ayudador motive al buscador haciendo con él misericordia y verdad, actuando con gracia y justicia y empleando la enseñanza y la amonestación. No existe ninguna fórmula respecto a cuánto de cada una de estas modalidades se debe emplear.

Generalmente no es ninguna por separado, sino una combinación sutil que es diferente en cada persona y en cada encuentro. ¿Parece imposible? Sí; sin el Señor, uno tendría que tratar de seguir un manual o usar el procedimiento basado en suposiciones que ya hemos considerado en otro capítulo. Pero recuerde que esta es la obra del Señor. Y la obra del Espíritu Santo es esencial en el ministerio centrado en Cristo. Solo el Señor sabe cuánta misericordia y verdad hay que hacer con algunas personas. A veces un alma que sufre necesita una palabra suave que pone énfasis en la misericordia, la gracia y la enseñanza del Señor, así como en su amor y cuidado. En otras ocasiones, un creyente se motivaría mejor con una clara palabra de la Escritura, que pone énfasis en la justicia y el servicio de Dios como amonestación. A cada momento, el ayudador que ministra debe oír no solo con los oídos físicos, sino también con los oídos espirituales.

El Señor es fiel para guiar a quien lo reconoce a cada momento en su corazón a lo largo de su ministerio. Al leer las epístolas del Nuevo Testamento, uno suele encontrar numerosas amonestaciones de cómo los creyentes se deben tratar entre si y éstas muestran diversas maneras como los miembros del Cuerpo de Cristo pueden ministrarse unos a otros. Jesús ministró de manera diferente a cada persona, porque Él sabía cuál era la necesidad de cada uno. Como todavía lo hace, los que se ministran unos a otros necesitan seguir su ejemplo dando muestras de sensibilidad a lo que cada persona necesita. Pablo dio un breve ejemplo de cómo se debe ministrar de manera diferente a cada persona cuando dijo: “También os rogamos, hermanos, que amonestéis a los ociosos, que alentéis a los de poco ánimo, que sostengáis a los débiles, que seáis pacientes para con todos” (1Tesalonicenses 5:14). Debemos recordar que este ministerio personal es la obra

especial del Señor por medio de la cual un creyente ministra a otro. Antes que nada, debemos amar a los demás creyentes. Jesús dijo que debemos amarnos unos a otros como Él nos ha amado. Esto quiere decir amarnos unos a otros hasta el sacrificio de nuestra vida (Juan 15:12-13), sin tomar en consideración la riqueza ni la posición social de una persona (Romanos 12:16; James 2:1-24). Pablo recuerda esto mismo a los creyentes, diciéndoles: “Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros” (Romanos 12:10). Esto significa poner a la otra persona en primer lugar. El amor es algo que se da gratuitamente, sin cargo alguno. Evidentemente la comunión entre los cristianos es una bendición. Aquí es donde el amor puede darse y recibirse. La comunión fomenta el cuidado y el estímulo mutuos. Hablar sobre el Señor y cómo actúa en nuestra vida puede hacer más para fortalecernos en el Señor que interminables sesiones de asesoramiento. Hebreos 10:24-25 nos instruye con estas palabras:

Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.

Este estímulo y esta exhortación deben ser una interacción constante entre los creyentes. Nuestra comunión es ante todo con nuestro Padre y con nuestro Señor Jesucristo (1 Juan 1:3). Luego es con otros creyentes: “Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7). Esta comunión es mucho más profunda que las relaciones informales. En Cristo nos relacionamos unos con otros en el sentido de que juntos constituimos su cuerpo (Efesios 2:21-22). Nuestro mayor deseo es animar a la gente a acercarse a Dios: a acudir a Él para amarlo, servirle y obedecerle. Puede que el hecho de que se acerquen a Él no cambie las circunstancias que los rodean; pero aun así lograrán mucho más dentro de sí. Cuando se estimule a la gente a acercarse a Dios, descubrirán lo que Él piensa así como lo que exige y quiere. Así también descubrirán su buena disposición para ayudar. Y en esto cada creyente puede ser una fuente de estímulo.

Manifestando la vida de Cristo

El ministerio centrado en Cristo refleja y manifiesta la vida de Cristo. En realidad es un misterio cómo uno hace esto. Es el misterio al que Pablo se refiere cuando dice: “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27). Es una actividad espiritual en que Jesucristo mismo actúa por medio del Espíritu Santo y de los miembros de su Cuerpo. Por tanto, el cómo del ministerio no es una metodología, sino Jesús que actúa por medio de los creyentes cuando se reúnen. Cristo debe tener la preeminencia en todo lo que piensan, hablan y hacen los miembros de su Cuerpo. Si Él está en el centro, se ejerce el verdadero ministerio. ¡La vida se manifiesta y la gente recibe bendición!

7. El ministerio centrado en Cristo comparado con el asesoramiento centrado en el problema

El ministerio centrado en Cristo estimula el crecimiento espiritual y depende del Señor para hacer su obra en cada persona por medio de su Palabra y de su Espíritu. Por tanto, uno puede asegurar confiadamente a los creyentes que este ministerio es más eficaz, más duradero y espiritualmente más provechoso que el asesoramiento centrado en el problema para quienes estén deseosos de seguir por este camino. Para los que siguen este ministerio centrado en Cristo habrá crecimiento espiritual, aun cuando no estén resueltos ciertos problemas urgentes.

Como el ministerio centrado en Cristo utiliza todos los recursos que ya debe de tener toda iglesia que cree en la Biblia, y donde los creyentes crecen en el Señor, evita las prácticas “onerosas” del asesoramiento centrado en el problema. En otro capítulo ya nos referimos brevemente a estos consejeros. Pero aquí nos explayaremos sobre ellos para aclarar algunas diferencias importantes que hay entre el ministerio centrado en Cristo y el asesoramiento centrado en el problema. Nuestro propósito es alentar a los creyentes a cobrar ánimo cuando ejercen sus dones, talentos y obligaciones para ministrarse unos a otros sin temor ni intimidación alguna de parte del mundo del asesoramiento.

De persona a persona

El asesoramiento centrado en el problema es una típica relación de persona a persona. A veces participan parejas y familias; pero por lo general la relación es restrictiva y poco natural. Usualmente se limita a la oficina del consejero. Dura mientras se proporciona asesoramiento y generalmente no se extiende a otra relación, aun en la mayor parte de los centros de asesoramiento bíblico. Por lo general los asesores que se centran en el problema evitan tener alguna relación con el paciente fuera de su oficina. Por eso es que a veces los asesores psicológicos y los consejeros bíblicos usan formas de admisión en las cuales piden mucha información personal. Como generalmente esta relación es única, el consejeroy el paciente pueden escoger lo que quieren revelar sobre sí mismos. En realidad, como ya lo mencionamos, a menudo la investigación demuestra que los pacientes mienten a sus consejeros y se protegen ocultando información importante.
La gran ventaja del ministerio centrado en Cristo consiste en que no se limita a una relación de persona a persona, en la cual uno tiene el problema y presuntamente el otro la solución. En el Cuerpo de Cristo todos crecen juntos. Hay muchas oportunidades para que se conozcan unos a otros e interactúen manteniendo relaciones genuinas. Cuando un creyente tiene problemas, puede que participe más de uno en ministrarle. Uno puede enseñar. Otro puede recordar. Otro simplemente puede prestar apoyo y brindar comunión. Otro puede ayudar en forma práctica. Otro puede exhortar. Otro puede amonestar. Y en ciertos casos, algunos pueden asumir la obligación de disciplinar a un creyente en aras de su restauración. Pero todos pueden orar y animar a esa persona para que se acerque al Señor. Y así todos crecen juntos y pueden profundizar sus relaciones unos con otros y con el Señor.

Un día a la semana

Generalmente el asesoramiento centrado en el problema se imparte de persona a persona, un día a la semana, pero rara vez fuera de la oficina. Alguien ha señalado la paradoja de la relación de asesoramiento diciendo que aunque a veces estarelación es sumamente íntima, el consejero no tiene interés en ver al paciente fuera de la oficina. En efecto, muchos consejeros que se centran en el problema, incluso los consejeros bíblicos, evitan tener otros contactos con sus pacientes, quienes no pueden verlo un día que no sea el que les han señalado, a menos que hayan concertado otras citas o pedido otras horas. En el ministerio centrado en Cristo las posibilidades de verse y de comunicarse por teléfono solo están limitadas por el número de personas a las que se puede atender. Como ya lo hemos mencionado, los creyentes pueden escoger cuándo y cuántas veces pueden reunirse para ministrarse unos a otros. En el cuerpo de Cristo, los creyentes pueden hacer esto libremente sin la obligación de concurrir un día a la semana como en el asesoramiento centrado en el problema.

Una hora

Además de los errores antes mencionados, como la relación de persona a persona y la concurrencia de un día a la semana, en la mayoría de los casos de asesoramiento centrado en el problema existe la limitación de una hora de cincuenta minutos. ¿Por qué tener una hora de cincuenta minutos u otra restricción similar? La restricción de tiempo es un recurso que emplean los consejeros que se centran en el problema a fin de satisfacer su necesidad de regular el movimiento de los pacientes para su mayor comodidad y a veces para tener un mejor ingreso. Desde luego, esta relación, que es regida por elreloj, beneficia al consejero, y no al paciente. Y si este llega tarde, la hora que ya ha sido reducida lo es aun más; si el paciente está desesperado y necesita más tiempo, ya lo ha tomado otro. Al ministerio centrado en Cristo lo rige el amor en vez del reloj. Dar tiempo a un creyente que busca ayuda es una manera de decirle: “Yo me preocupo de usted.” Y como el ministerio lo comparten los creyentes, supera lo que puede ofrecerse en el asesoramiento centrado en el problema. Una iglesia local no está obligada a tener la relación de persona a persona, la concurrencia de un día a la semana ni la limitación de una hora de asesoramiento centrado en el problema.

Semana tras semana

La relación de persona a persona, la concurrencia de un día a la semana y las limitaciones de una hora de asesoramiento centrado en el problema se repiten semana tras semana. Como ya lo hemos mencionado, Mesmer y Freud iniciaron lo que hoy se ha convertido en el asesoramiento centrado en el problema. El método psicoanalítico de Freud tomó realmente de tres a cinco sesiones por semana y duró un periodo de varios años. Así que, él creó el modelo para la terapia a largo plazo. Hoy día muchos consejeros que se centran en el problema continúan reteniendo a los pacientes durante numerosas semanas, meses e incluso años, no obstante la investigación que demuestra que no hay ningún provecho en el asesoramiento a largoplazo. Las relaciones de esta clase de asesoramiento degeneran también en relaciones de dependencia. A menudo la gente que recibe asesoramiento centrado en el problema llega a depender de sus consejeros en vez de confiar en el Señor. En cambio, el ministerio centrado en Cristo pone énfasis en la necesidad de confiar en el Señor, y en una iglesia donde se ejercen los ministerios y los dones, se brinda también cuidado mutuo y estímulo a los creyentes que tienen alguna necesidad a fin de ayudar a todos en su constante andar con el Señor. En vez de una relación de asesoramiento a largo plazo hay una relación de cuidado mutuo en la cual los creyentes pueden animarse unos a otros a medida que crecen juntos en Cristo.

Un precio fijo

Los errores del asesoramiento centrado en el problema, como la relación de persona a persona, la concurrencia de un día a la semana, las consultas limitadas a una hora y la repetición de estas semana tras semana, llevan al consejero a cobrar un precio fijo (o a esperar una donación). Algunos consejeros bíblicos cobran honorarios o piden donaciones por sus servicios por algunas de las mismas razones que lo hacen los asesores psicológicos. La fijación, facturación y cobro de honorarios (o fomento de donaciones) es un aspecto importante en la mayoría de los casos de asesoramiento centrado en el problema. Debido a que hay que pagar sueldos, el precio fijo (o donación) se convierte en una necesidad que limita la relación. Generalmente esta se termina si uno no puede pagar la cuenta (o hacer una contribución). Hay que conciliar el dinero pagado (o donado) con lo anotado en el registro de consultas y el tiempo transcurrido. Después de todo, un consejero que se centra en el problema y que cobra honorarios tiene que registrar bastantes consultas para tener un ingreso aceptable. En las Escrituras no figura ningún caso en que se hayan cobrado honorarios (o se haya pedido un donativo) por ministrar la Palabra de Dios por su gracia a un hermano o hermana en Cristo. Alguien podría protestar diciendo que a un ministro se le paga un sueldo. Pero esta es una falsa analogía. La verdadera analogía consistiría en cobrar honorarios a alguien por asistir a la iglesia. El ministerio centrado en Cristo se ejerce gratuitamente, tal como Jesús dio gratuitamente su vida y amor. Por eso dijo: “Que os améis unos a otros, como yo os he amado” (Juan 15:12). Y cuando envió a sus discípulos a ministrar, les dijo: “De gracia recibisteis, dad de gracia” (Mateo 10:8). Los creyentes deben tenderse la mano unos a otros en señal de amor, amistad y cuidado mutuo a medida que crecen juntos como miembros de un cuerpo.

Uno tras otro

La idea de que los pacientes se suceden uno tras otro concuerda perfectamente con la relación de persona a persona, la concurrencia de un día a la semana, las consultas limitadas a una hora, la repetición de estas semana tras semana y el carácter oneroso del precio fijo. En el asesoramiento centrado en el problema hay por lo general una sucesión en la cual una persona va tras otra. Los pacientes saben que algunos los han precedido y que otros los seguirán. Nadie ha puesto un límite respecto a cuántos pacientes por día puede atender efectivamente un consejero. Asesorar a muchas personas ocho horas al día, cinco días por semana, ha llevado y llevará siempre a relaciones superficiales, carentes de compasión genuina, incluso en la oficina del consejero bíblico. En la Biblia no se conoce ningún caso de personas que acudan una tras otra como en el asesoramiento centrado en el problema. No, ni siquiera en el caso de Moisés, puesto que él juzgaba las disputas que se suscitaban entre el pueblo, en vez de seguir el modelo de asesoramiento centrado en el problema como se lo practica en la actualidad. En el ministerio centrado en Cristo, la carga del ministerio personal puede repartirse entre muchos creyentes. No hay necesidad de que vayan a un consejero uno tras otro. A menudo se presenta la tentación de que el pastor o un miembro del personal pagado de la iglesia lleve la carga del ministerio personal. Cuando sucede esto, se puede debilitar todo el ministerio y sobrecargar al consejo pastoral. Los creyentes tienen que aprender a ministrarse unos a otros y a recibir el ministerio unos de otros en vez de depender del pastor o de un miembro de su consejo para conseguir dicha ayuda.

Una persona aventaja a la otra

En el asesoramiento centrado en el problema, la relación de persona a persona, la concurrencia de un día a la semana, las consultas limitadas a una hora, la repetición de estas semana tras semana, el precio fijo y los pacientes que acuden uno tras otro queda eclipsada por esa trágica y onerosa relación en la que una persona aventaja a la otra y al consejero se lo considera como el especialista que tiene la gnosis o conocimiento para efectuar la cura. Esta aparente superioridad de los especialistas sobre los necesitados es contraria a la Biblia y, como lo hemos demostrado en otra parte, no cuenta con el apoyo de la investigación En vez de que un especialista tenga la obligación de resolver el problema, el ministerio centrado en Cristo atrae al buscador y al ayudador al Señor para que busquen la sabiduría y la transformación. Cuando el Señor llama a un creyente para ministrarle a otro, los dos buscan al Señor con mansedumbre y humildad. Puede que los creyentes estén especialmente dotados para ministrarse unos a otros con fe; pero todos (incluso los líderes) se ponen en un plano de igualdad al pie de la cruz. En realidad, el Señor es quien logra la verdadera restauración y santificación del creyente.

Nuestro objetivo

Nuestro objetivo es recordar a los creyentes que han sido llamados e investidos de poder paraservir en el Cuerpo de Cristo. Es evidente que en este breve libro no está toda la información que usted necesita respecto al ministerio centrado en Cristo; pero el Señor suplirá lo que le falta por medio del Espíritu Santo, la Palabra de Dios y el Cuerpo de Cristo a medida que procura servirle. Él le dará oportunidades para que crezca espiritualmente y le sirva según su voluntad mediante su Palabra y por gracia por medio de la fe.

Nosotros procuramos promover el ministerio, pero no la práctica del asesoramiento centrado en el problema. Procuramos alentar la confianza de los creyentes en el Señor y en su Palabra para que se ministren unos a otros en el Cuerpo de Cristo, sin sentirse intimidados por los manuales de asesoramiento bíblico, talleres, seminarios, títulos o certificados ni depender de ellos. Esperamos ver que el ministerio lo compartan los creyentes en sus grupos locales y que pongan su atención en Jesucristo y en la Palabra de Dios. El Señor los capacitará para que sirvan cuando sean constantes en la oración y diligentes en el estudio de la Biblia, cuando estén marcados por la humildad de corazón de un siervo y cuando estén dispuestos a servir sin tener que estar en una posición superior ni poseer un título de superioridad. El ministerio entre los creyentes debe ser constante y continuo, lo cual motivará a las almas acosadas por problemas a buscar al Señor por medio de su Espíritu, su Palabra y su Cuerpo en vez de acudir a los consejeros licenciados en asesoramiento psicológico o bíblico. Esperamos que este libro lo anime a participar en lo que Dios está haciendo y hará en la vida de sus hijos. ¡Qué privilegio es tener parte en la obra poderosa y milagrosa que hace Dios en la vida de otros! Todos los creyentes tienen la oportunidad de ministrar a otros para alentarlos por el camino de la vida. ¡Qué bendición sería que se pusiera fin al asesoramiento centrado en el problema y se restaurara en la iglesia el ministerio centrado en Cristo! La restauración de este ministerio debería terminar con los movimientos de asesoramiento psicológico y bíblico en el Cuerpo de Cristo.

Instamos a aquellos que se llaman a sí mismos consejeros bíblicos a no centrarse en el problema y a dejar y condenar ciertas prácticas contrarias a la Biblia, tales como cobrar honorarios, actuar aparte de los centros eclesiásticos, utilizar la integración psicológica, pertenecer a organizaciones psicológicas o integracionistas, usar los términos consejero o asesor, paciente y asesoramiento y emplear uno o más de los otros procedimientos onerosos.

Como lo hemos dicho en otra parte, “el movimiento de asesoramiento bíblico debe morir”. Debe morir a las prácticas contrarias a la Biblia, a las cuales ha estado encadenado y se ha mostrado renuente a condenar. Debe quitarse de en medio para que los cristianos de las congregaciones locales puedan ministrar como deben, sin intimidación ni injerencias de afuera. Los pastores, ancianos y líderes de la iglesia deben hacerse responsables de semejante movimiento o reconocer que han fallado en lo que bíblicamente fueron llamados a hacer. En las congregaciones locales, los cristianos son también responsables de promover dicho movimiento y estar expuestos a él y de participar en tal ministerio como ayudadores o buscadores. Esperamos, junto con otros que ya ejercen el verdadero ministerio bíblico, que oigan nuestra humilde voz y nos presten atención y oramos para que ello se haga realidad. Si usted es uno que experimenta problemas en su vida y necesita que lo ayuden, busque en su iglesia local a alguien que pueda ministrarle. Busque a una persona que sea madura en la fe y que camine con Dios como usted lo desea. Pídale que se le acerque, que le ministre la vida de Cristo, que le explique la verdad de Dios, que lo anime en su andar con el Señor y que ore por usted con fervor.

Y si usted es cristiano, conoce las doctrinas bíblicas esenciales, camina según su nueva vida en Cristo y está creciendo en el Señor, ya tiene lo que necesita para ministrar la vida de Cristo a otro creyente. Usted tiene un Dios vivo, la fuente de toda la vida y sanación. Usted tiene su Palabra que vive y permanece para siempre (1 Pedro 1:23-25), que ministra la verdad a la mente, dirección y estímulo a la voluntad y gracia para las emociones. El ministerio centrado en Cristo no consiste en presumir de especialista (o en ponerse en una posición superior con respecto a otra persona), sino en buscar juntos al Señor. No lleva a los creyentes hacia abajo, a la espiral descendente de los problemas, sino más bien hacia arriba, a la vida de Cristo y la Palabra de Dios mediante la obra del Espíritu Santo.

¿Puede pensar en algo más digno de consideración que servir a Dios en su familia, en el Cuerpo de Cristo y en el mundo? Todas las personas en quienes vive el Espíritu Santo están capacitadas para servir y pueden decir con Pablo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13). Así que, ¡ánimo!, porque Dios mostrará su buena voluntad en sus hijos y por medio de ellos.

SOLI DEO GLORIA

 

 

 

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