La Necesidad de Recordar

 

La Necesidad de Recordar

 

Jesús dijo: Si vosotros permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos;  y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres... 
De cierto, de cierto os digo: Todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el Hijo sí permanece para siempre. Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres
(Juan 8. 31-32, 34-36).

Muchas calles de nuestras ciudades llevan el nombre de personajes conocidos por su compromiso político, militar, científico o también por actos de valentía.

 

Hace no mucho tiempo, en Francia varias ciudades quisieron rendir homenaje al coronel Arnoud Beltrame quien, el 24 de marzo 2018, durante un atentado islamista en un supermercado, se ofreció a cambio de un rehén. Arnoud fue ejecutado por el terrorista unas cuantas horas después. Un periódico local escribió: “Este gendarme murió para salvar a una mujer desconocida, porque era un buen hombre... Murió para que hoy podamos vivir libremente... Ahora es nuestro deber honrar su memoria”.

Hoy unas 200 calles en Francia llevan el nombre de Arnoud Beltrame.

Este deber de recordar es legítimo y nos interpela. Sin embargo, ¡pensemos en alguien hoy todavía más importante… En éste Hombre: Jesucristo, quien sacrificó su vida por los demás! Se dio a sí mismo en rescate por todos (1 Timoteo 2:6). Sólo Él, como único inocente, podía morir en nuestro lugar, y lo hizo para que hoy podamos ser verdaderamente libres (Gálatas 5,1).

Podríamos responder: “¡Esto no me preocupa! ¡No soy ni rehén ni privado de mi libertad!” Sin embargo, múltiples cadenas, invisibles pero muy reales, nos privan de la verdadera libertad a la que aspiramos desde lo más profundo de nuestro ser. Los principios que rigen el mundo de hoy nos mantienen sometidos y encadenados… Y pareciera que no nos importa librarnos...  Los deseos de nuestro corazón nos tienen como secuestrados (Tito 3:3). Somos esclavos del pecado (Romanos 6:17), esclavos del mundo (Gálatas 4:3) y esclavos del diablo (Hechos 10:38). Admitamos nuestra situación y recibamos la libertad que Dios nos ofrece, al entregarnos a Jesucristo (Su hijo) quien murió en la cruz del Gólgota en sacrificio por nuestros pecados y ¡quien realmente resucitó! (Lucas 24: 6-7; Marcos 16:6) al tercer día para vencer la muerte y darnos vida eterna si creemos en El.

Fuente: La Buena Semilla, fr., 23.3. 2024; Redacción: VM-Ar

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