Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo (Romanos 5:1).
Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios (Mateo 5:9).
Jesús dijo: "La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo" (Juan 14:27).
"Gloria a Dios en las alturas, y paz en la tierra". Tal fue el canto de los ángeles en el nacimiento de Jesús hace casi dos mil años. Pero el príncipe de la paz fue rechazado y más tarde cruelmente asesinado (crucificado). ¿Y la paz? La humanidad sigue esperándola. Bien cerca nuestro la animosidad entre las personas es un diario vivir: peleas entre vecinos, entre cónyuges, herederos, y mucho más.
¿Y qué de los conflictos económicos, de las guerras civiles, y las guerras entre las naciones, entre las razas, entre las religiones...?
Si nos sentimos impotentes frente a los grandes problemas políticos, tendríamos al menos que ser capaces de establecer un clima de paz con los que nos rodean. Pero... ¿cómo puedo estar en paz con mi familia, si estoy lleno de tensiones internas? Y por último: ¿cómo puedo experimentar esta paz, si precisamente no estoy en paz con Dios?
Sin embargo, esta paz Dios nos la ofrece ahora. Habiendo sido rechazado por el mundo en el momento de su venida, Jesús está disponible para cualquier persona que quiera creer en Su sacrificio expiatorio y que quiera ser una nueva criatura por medio de un nuevo nacimiento por el Espíritu de Dios (Juan 3:1-21). El Señor llama a cada uno de nosotros para venir a Él tal como somos, con nuestros pecados (sintiendo arrepentimiento), con nuestros conflictos (conscientes de nuestra incapacidad), con nuestras amarguras (reconociendo que no debemos tenerlas), para luego recibir la pazprofunda y auténtica de Dios. Sólo entonces podemos llegar a ser una fuente de paz -y de amor- entre los hombres. Pronto vamos a ser un reflejo de Cristo, reflejando Su paz y Su amor y si nos sumergimos en una humilde búsqueda de su voluntad, entonces sí podemos ser auténticos pacificadores. Y esto debe ser una realidad cristiana no sólo durante la temporada navideña, sino todos los días de la vida de un seguidor de Jesucristo.
Dijo Jesús: ”...al que a mi viene, no le echo fuera” (Juan 6:37).
Fuente: La Buena Semilla: Redacción: VM-Ar.