Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, quien se entregó en rescate por todos (1 Timoteo 2:5, 6).
Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos (Hechos 4:12).
Nuestra época considera a menudo la tolerancia como la más bella de las virtudes. La tolerancia es aclamada como la base fundamental para una sociedad armoniosa, un poderoso antídoto contra el fanatismo, el prejuicio y la exclusión.
Es cierto que la intolerancia es la fuente de muchos conflictos en las familias, en diversos grupos y aun entre naciones enteras. Pero debemos destacar ¡que somos fácilmente tolerantes de asuntos que nos involucran muy poco, pero que no somos tan fácilmente condescendentes cuando el asunto nos toca muy de cerca!
Y, además, es cierto que a nadie le gusta ser sólo "tolerado". Esperamos siempre más del otro, que la simple tolerancia de nuestras creencias o nuestra forma de vida.
Sin embargo, la Biblia trata esta problemática de un modo un tanto distinto. Nos invita a mostrar un interés genuino por el prójimo, aún más, a amarlo como a nosotros mismos. Esto se traduce en respeto hacia los demás, su libertad, sus decisiones. Sin embargo, yo no soy indiferente a lo que piensa o lo que cree, o de su comportamiento, pero busco su bien.
Es cierto que este interés auténtico es lo que nos mueve a nosotros, como cristianos, al hablar de nuestra fe y nos mueve a desear compartirla. Porque Dios no reconoce ninguna otra manera para ser salvo que la fe en Él y en Su Hijo Jesucristo, acompañado con el reconocimiento y el arrepentimiento de nuestras faltas. Este es un mensaje fundamental que queremos comunicar a los que nos rodean, para que sean felices de verdad. Y lo hacemos, precisamente, porque los respetamos altamente, y porque sabemos que Dios los ama.
Fuente: La Buena Semilla; Redacción: VM-Ar