Muerto por mí

Sucedió en 1793 en Francia, durante la Revolución Francesa (ver nota abajo), más precisamente durante el régimen del Terror. A un hombre joven, de nombre Thibaut, lo habían detenido, juzgado y lo habían condenado a ser ejecutado. En un calabozo, esperaba para ser llevado a la guillotina. Por un favor inesperado, su anciano padre obtuvo la autorización de verlo. Encontró a su hijo abrumado y desesperado. A causa del desorden dentro de la prisión, el padre consiguió permanecer en la celda de su hijo sin que los encargados lo percibieran.

A la madrugada llamaron: “Thibaut!” El padre se levantó y respondió: “Presente”. Se lo hizo subir en el carro, y algunos momentos más tarde, su cabeza se caía bajo el cuchillo.

Cuando Thibaut se despertó dentro de su celda, se encontró solo y con la puerta abierta de par en par. Salió y se presentó en la secretaría. Le dijeron: ¿“Thibaut, usted? Es imposible. Thibaut viene de ser ejecutado esta misma mañana. Váyase, la justicia no le conoce”. El joven hombre comprendió y valoró el amor de aquel quien había muerto a su lugar. 

Fuente: La Buena Semilla

¿Sabías que nuestra propia vida se asemeja mucho a la de este joven Thibaut? No sabemos a ciencia cierta si - en términos de la justicia humana - este joven merecía estar condenado. Pero tú y yo sí merecemos - en cuanto a la justicia de Dios - ser condenados, puesto que a los ojos de Dios todos somos transgresores de alguno -¿o tal vez de varios? - de sus mandamientos y de esta forma somos pecadores, mereciendo la pena capital. Sin embargo, en su gran amor, Cristo descendió del cielo por nuestra salvación. Él se ha presentado ante Dios para sufrir en nuestro lugar el juicio y el castigo por nuestros pecados. Conforme a 1 Pedro 2:24, fue Cristo mismo quien llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz y murió por nosotros. ¿Ahora, despreciaremos cada uno de nosotros tan grande expresión de amor y tan sublime regalo? O acaso diremos como aquel de los malhechores que estaba crucificado juntamente con Cristo: “Señor acuérdate de mí cuando vinieres á tu reino” (Lucas 23: 42); entregándonos de esta forma a Él y viviendo de ahora en adelante en la fe y conforme a Su voluntad. Asimismo sabemos que Jesucristo no solo murió por cada uno de los seres humanos, sino que resucitó y ascendió al cielo donde está preparando moradas para Sus fieles – pero esto es tema, indudablemente, para varios otros devocionales....

Con Cristo estoy juntamente crucificado, y vivo, no ya yo, mas vive Cristo en mí: y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó, y se entregó a sí mismo por mí (Gálatas 2. 20)

El Señor Jesucristo, “El cual se dio á sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre” (Gálatas 1. 4).

Nota: Con respecto a la Revolución Francesa hay muchos pensamientos que quisiera volcar aquí. Esta revolución brutal y sangrienta - inspirada por el mismo infierno - tuvo como motivo poner en práctica ideas socialistas comunistas, sacar a Dios del cielo y colocar la razón humana en el trono. Parece como que en cierto sentido esta revolución fracasó, pero las ideas que se incubaron desde entonces - y que de nuevo fracasaron de manera rotunda en los países del llamado bloque comunista de Europa oriental, las cuales comenzaron también con regímenes sangrientos de terror – estas ideas se están realizando hoy de manera astuta y solapada dentro de los países “democráticos”, reemplazando los principios bíblicos por principios ateístas y humanistas. Y tal como hemos documentado en artículos recientes, la persecución de los cristianos bíblicos está incrementándose en el falsamente llamado mundo libre. ¿Dónde va a terminar todo esto? ¡Estudiemos de manera urgente los libros bíblicos de Daniel, Zacarías, y Apocalipsis!

 

Redacción: Alberto Palnau - VM-Argentina

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