Recordando el aniversario de la caída del muro de Berlín y observando a los Estados Unidos de Norteamérica deteriorándose moralmente cada vez más y alejándose de su pasado patriótico y cristiano, y con la Nueva Europa unificada y en peligro de caer en una burocrática forma de dictadura, debemos preguntarnos si este acontecimiento dejó entrar la libertad a los países comunistas o, en realidad, dejó salir la tiranía para conquistar al Mundo Libre.
El muro se está reconstruyendo, no con alambre de púa y murallas de concreto, sino con satélites, con cámaras de vigilancia, computadoras, gigantescas bases de datos y un arsenal de impresionantes tecnologías opresivas que pueden supervisar, registrar y analizar los movimientos, las expresiones, las palabras e incluso los pensamientos de todos los ciudadanos confiados, quienes, condicionados por el efecto de los medios de comunicación masivos, están cada vez más dispuestos a cambiar sus libertades (libertades dadas por Dios) por las garantías ilusorias de los gobiernos que prometen salud, seguridad y prosperidad sin que les importe tomar en cuenta la eterna e infalible Palabra de Dios.
Éstas son las torres nuevas de vigilancia que echan sus largas sombras y producen miedo en lugar de confianza. El muro está reconstruyéndose - de hecho un muro mucho más gigantesco - pero esta vez se extiende por todo el mundo. Cuando los poderes por detrás lo hayan completado, no habrá ningún lugar más a donde uno pueda escaparse y refugiarse. Este muro no nos protegerá contra el mal de afuera, sino que nos encadenará electrónicamente - y espiritualmente - a la maldad de adentro. No servirá de mucho comprarse armas y municiones, ya que en última instancia se trata de una batalla espiritual con consecuencias eternas. Dios mismo es el único que puede librarnos de lo que nos espera.
Cuanto antes caigamos de rodillas - confesando nuestros pecados, arrepintiéndonos y clamando por una salvación que viene solamente por Jesucristo - tanto más pronto tendremos “la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento” (Fil. 4:7) - y que sobrepasa, desde luego, cualquiera sean las maquinaciones de los poderes anticristianos (lea el Salmo 2). Sólo así obtendremos los recursos para continuar sobreviviendo en el futuro incierto.
Únicamente invocando el nombre del Señor Jesucristo obtendremos salvación (Rom. 10:13). Ésa es la libertad y seguridad verdaderas; la forma de libertad en la que el apóstol Pablo, según lo relatado en Hechos capítulo 16, pudo cantar alabanzas mientras estaba encarcelado y encadenado por su fe. Sin Jesús, no hay esperanza - ni en esta vida ni para la vida eterna.
Fuente: Paul Proctor, Nov. 10, 2009, Newswithviews.com; redacción y adaptación, 23.1.2011: VM-Argentina