¡Hoy me quiero desahogar!
Dios los bendiga, hermanos y amigos.
Estas próximas palabras son, quizás, un desahogo necesario... o tal vez algo ingenuo, no lo sé. Pero estoy seguro de que muchos de ustedes se sentirán identificados.
Comencé mi caminar con el Señor hace ya varios años. Al inicio, estaba totalmente enamorado; tenía eso que conocemos como “el primer amor”.
Deseaba conocer cada vez más del Señor, pero no sabía por dónde empezar. Había muchas cosas en la Biblia que no entendía, pero tenía la certeza absoluta de que aceptar a Jesús como mi Señor y Salvador era lo correcto.
De niño fui católico, incluso monaguillo, pero la misericordia de Dios me sacó de allí. Aunque no fui directamente a los brazos del Señor. Crecí llevando una vida desordenada: llena de fornicación, pereza, excesos y otras cosas más. Incluso llegué a odiar a los cristianos. Yo quería creer en Dios “a mi manera”, y pensaba que “no le hacía daño a nadie”; todo lo que los cristianos predicaban me parecía simplemente moralismo... o como el intento de un ex drogadicto, violador y ladrón, de querer calmar su conciencia.
Hasta que Dios puso en mí la convicción de pecado. Fue entonces cuando comencé a buscar y a querer conocer todo acerca de Él.
Ingresé en una denominación "conservadora", y creí que esa era la única forma correcta de vivir la fe. Pensaba que todas las demás denominaciones eran heréticas (algo que opinaba desde mi ignorancia, simplemente repitiendo lo que mis líderes afirmaban, ya que “ellos sabían más”).
Con los años, me di cuenta de que no era así como me habían dicho. Hermanos de otras denominaciones también aman a Cristo. Pero dentro de mí comenzó a crecer esta pregunta:
¿Por qué hay tantas denominaciones y doctrinas distintas dentro de la misma fe cristiana?
Aún no tengo una respuesta certera, pero he visto que esto no siempre trae buenos frutos. Muchas veces, esas diferencias doctrinales (que en gran parte son secundarias) nos separan más de lo que podrían unirnos en nuestro amor al Señor.
A veces ni siquiera nos vemos como hermanos, porque algunos creen tener mayor conocimiento de Dios que otros. Unos tildan a otros de herejes, otros dicen que los demás son “muy light”; unos creen en los dones del Espíritu Santo, otros no… y así sucesivamente.
¿Puede ser verdad que estemos más lejos de Dios de lo que creemos?
Hermanos, Judas Iscariote estuvo al lado de nuestro Señor Jesucristo físicamente, probablemente por unos tres años, pero su corazón siempre estuvo lejos de Él.
No basta con decir que somos creyentes, ni con ser miembros de alguna iglesia o denominación. Si no somos verdaderos discípulos que viven conforme a lo que Jesús nos enseñó —si no practicamos el amor como Él nos mandó— entonces no somos más que fariseos con el corazón alejado de Él. Incluso podríamos volver a crucificarlo si Él estuviera hoy frente a nosotros, simplemente por no pensar como “nuestra” denominación.
Hoy en día, muchos quieren ser expertos en historia, hermenéutica, apologética, filosofía, arqueología… y eso no está mal en sí mismo, pero hemos caído en altivez y ceguera espiritual. Hemos perdido de vista lo verdaderamente importante: el ser y el hacer discípulos y el ser testigos de lo que Jesucristo hizo en y con nosotros. De esta manera vamos a querer testificar, predicar y alcanzar a los inconversos.
Nuestro llamado es predicar el mensaje del arrepentimiento. Pero en lugar de eso, muchas veces hemos dejado que el mundo entre en nuestras iglesias.
Los mensajes son vacíos. Hay muchas palabras, pero poca profundidad bíblica. Se habla de motivación y superación personal; las alabanzas, aunque alegres, muchas veces carecen del gozo verdadero y manipulan a los presentes.
Hemos dejado de ser luz para el mundo
Tanto así que un no creyente puede entrar a nuestras congregaciones y, en lugar de sentirse confrontado con su pecado, se siente animado y optimista por la música y el mensaje.
Estamos permitiendo que entren en nuestras congregaciones las agendas que las élites tienen para el mundo. Hoy en día, muchas veces no hay diferencia entre un culto cristiano o una sesión de coaching motivacional (sé que hay excepciones, pero lamentablemente esto es lo común).
El “evangelio” de hoy ha cambiado
En vez de hablar y estudiar la Palabra, discutimos sobre política: izquierda, derecha, marxismo, idealismos… aunque es muy importante de analizar todo esto a la luz de la Palabra de Dios.
Lo que realmente debería estar en el centro de nuestras conversaciones, casi nunca está: CRISTO – a pesar de quizás mencionamos a Jesucristo constantemente.
No sé si esto que escribí te hará reflexionar o no.
No sé si lo tomarás en serio o lo desecharás.
Pero sí quiero decirte algo
CRISTO VIENE PRONTO!!!
Amémonos como el Señor nos pide
"Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.”
(Juan 13:34-35)
Sigamos el camino angosto. Llenemos nuestras lámparas con suficiente aceite. Abramos los ojos y comencemos a ser verdaderos discípulos de Jesucristo. Prediquemos el mensaje de arrepentimiento que Él nos ordenó proclamar:
Entonces Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.
Y con otras muchas palabras testificaba y exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación. (Hechos 2:38-40)
“Y les dijo [Jesús]: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; más el que no creyere, será condenado.”
(Marcos 16:15-16)
Hoy en día, los cristianos somos perseguidos
No sólo como nuestros hermanos en África o Medio Oriente, que mueren por su fe, sino también por medio de leyes y movimientos que atentan contra los valores del Reino de Dios. Las redes sociales están llenas de pornografía, ideologías destructivas y amor por las riquezas.
Estemos atentos, hermanos. No nos durmamos.
Cuidemos nuestra fe y la de nuestras familias. Seamos conscientes de las asechanzas del enemigo, que es astuto y ha logrado infiltrarse en muchas iglesias.
Nuestra lucha no es una lucha entre nosotros:
“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.
Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.
Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.
Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;
orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos;”
(Efesios 6:12-18)
Hermanos, despertemos de este letargo espiritual
Busquemos más del Señor, no para jactarnos, sino para crecer en Él y ayudar a otros a crecer también.
Que nuestra vida refleje el carácter de Jesús.
Seamos buenos padres, buenos hijos, buenos esposos, buenos hermanos, buenos vecinos… buenos discípulos.
Enseñemos de Cristo en nuestros hogares
Hablemos de la Palabra. Leamos la Biblia con nuestros hijos.
No descuidemos nuestro hogar. Formemos desde adentro hacia afuera.
Espero en Dios que algo de lo que compartí haya tocado tu corazón.
Te amo en el amor de Cristo, y deseo de corazón que podamos vernos en el cielo junto a Él, después de haber peleado la buena batalla de la fe.
Que la paz de nuestro Señor Jesús esté con todos ustedes.
Atentamente,
Anónimo