Sucedió en un país comunista

“Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir ... así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié” (Isaías 55:10-11).

La conversación entre dos viajeros a bordo de un tren que los llevaba a través de Georgia, que entonces era una parte de la ex Unión Soviética, era amena y amistosa. Pero, de repente, uno de ellos descubrió que su acompañante era un pastor evangélico. El tono de la conversación se endureció.

El pastor sacó una Biblia de su maleta y leyó algunos pasajes. Era inútil. Ambos permanecieron en sus posturas y un silencio helado se estableció en el compartimiento.

Un momento después, el pastor, al regresar del baño, observó que su compañero de viaje estaba cerrando la ventana. La Biblia había desaparecido. Los dos hombres se miraron, sin decir nada más.

Unos meses después, el pastor recibió la visita de un extraño.
– Quiero ser bautizado,  dijo.
– ¿A qué iglesia asiste usted?
– A ninguna. Leí la Biblia, ella me mostró que soy un pecador. Así he llegado a conocer al Dios Salvador. 
Sospechando el pastor, puesto que entonces allí estaba prohibido distribuir Biblias y predicar el evangelio, le preguntó:
– ¿Cómo consiguió una Biblia?
– Como parte de mi trabajo, yo era responsable de la inspección de un edificio cerca de la vía férrea. Un tren pasó, y un objeto cayó a mis pies. Era una Biblia.
– ¿Tiene la Biblia con usted?
– Por supuesto, aquí está.
El pastor tomó el libro en sus manos y reconoció que era su Biblia.

Algunos años más tarde - con la Unión Soviética ya disuelta y Georgia independizada como un estado autónomo y con libertad de culto - una congregación de cristianos se había establecido y crecía en el pueblo de este nuevo converso, a causa de la Biblia tirada por la ventana. 

Fuente: La Buena Semilla; redacción: VM-Ar

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